Como parte habitual de mi trabajo está la búsqueda de nuevas herramientas y capacidades que le den soporte y le aporten sentido y valor a las narraciones que se hacen mediante plataformas digitales. Por lo mismo, me encanta cuando encuentro ejemplos de espacios en los que se usan tecnologías de baja intensidad pero de alto impacto.
Pero antes de seguir, digamos que por “baja intensidad” me refiero a aquellas capacidades que no se toman toda la pantalla sino que generan interacciones a nivel mínimo y a medida que la persona va consumiendo el contenido. Un ejemplo contrario, es decir de alta intensidad, sería algo como Snowfall o la revisión política del vecindario en que vives. En ambos casos, la historia se cuenta alrededor de la tecnología.
En los casos que me interesa destacar en esta entrega, los gestos técnicos ayudan a contar la historia y le aportan elementos de valor, pero lo importante es que lo que se relata no se construye en torno a un prodigio de software sino que se apoya en esa capacidad. Y esa diferencia me parece interesante.
Dos ejemplos recientes
Los dos ejemplos de este tipo vienen de publicaciones realizadas hace algunos días en The New York Times, un medio que sigo con interés por su calidad de contenidos y su capacidad de innovación permanente.
El primero es The Art of Translation que narra la permanente lucha de los traductores por llevar un texto de un idioma a otro. La gracia de su actividad es que dudan mucho y eso es lo que recoge el artículo y, gracias a su capacidad tecnológica, se reproduce esa tensión permanente entre el autor y el texto. De hecho, desde el título en adelante, está presente lo complejo de su tarea.
El segundo es el artículo How the Manga Was Translated for America que cuenta cómo se han presentado en Estados Unidos las obras de Manga, que es el nombre que reciben las historietas ilustradas de origen japonés. Lo interesante en este caso es que se utiliza la información gráfica de manera creativa, partiendo desde el hecho de que los libros japoneses se leen de atrás hacia adelante como que los globos con los textos de los relatos se escriben de arriba hacia abajo y no de izquierda a derecha.
Lo interesante es que en ambos casos la interacción que se ofrece genera una conversación entre el contenido y la persona que va siguiendo el relato, que es impulsado y facilitado por pequeños gestos interactivos.
Creo que este tipo de elementos son los que hacen la diferencia y que van permitiendo ofrecer una nueva gramática digital que le saca todo el provecho posible a las capacidades que la tecnología le agrega a las características del relato.