Hace unos días me crucé con esta imagen en Twitter, en medio de muchos mensajes del dueño de la plataforma intentando que sus ocurrencias lleguen a más ojos (eso va de mal en peor, ¿no?).
Lo interesante del gráfico es que hasta ahora no había visto que ambos estados formaban parte del mismo fenómeno. Por un lado está el efecto Dunning-Kruger que el autor del tweet describe como la “ultra confianza en tus habilidades, sin que haya evidencia de ellas” o, como lo define Wikipedia: sobreestimar la propia habilidad respecto de una tarea o área de conocimiento.
Por el otro lado aparece el síndrome del impostor que se entiende como la falta de confianza en las propias habilidades, pese a la evidencia en contrario. La misma enciclopedia lo describe como la situación en que “la gente se siente incapaz de internalizar sus logros y sufre un miedo persistente de ser descubierto como un fraude”.
Lo interesante del gráfico es que por primera vez los veo conectados en un plano que cruza la confianza y la experticia. Esta última palabra no me gusta, pero ahora que me veo en la necesidad de usarla, veo que es un americanismo y significa “cualidad de una persona o de una empresa en la que se unen la experiencia y la pericia en un campo”.
Hay que recordar que creer saber como creer que no se conoce lo suficiente son sesgos cognitivos, vale decir, son modos de ver la vida desde puntos de vista propios, que suelen estar afectados por la experiencia.
El viaje de aprender
Pienso en ambos conceptos, además, porque comenzando marzo debo dictar una clase que llevo preparando hace semanas y que me ha tenido preocupado. Porque es para personas de primer año, porque será un momento de transición respecto de la enseñanza media de la que provienen y antes de comenzar los ramos formales. Seguramente, quienes lleguen a ella estarán en alguna zona del gráfico.
Dado que es una clase para presentar muchas materias, aunque sin ahondar en ellas, me quedaré corto en algunos aspectos. Habrá quienes sentirán esas horas como una pérdida de tiempo. Y otras que, de seguro, verán cómo se abren ventanas hacia campos en los que les interesará entrar.
Mi promesa en varios cursos es que, al terminarlos, sabrás menos. Porque se habrá agrandado el espacio de lo que creías saber de un tema. Si logro eso, según el gráfico, disminuirá la confianza (al darte cuenta que lo que hay que conocer es más amplio de lo que pensabas) y aumentará la experticia (porque dominarás un área concreta). Aprender es como un salto hacia el vacío que se da al declarar “no sabía eso: cuéntame más”. Cuando eso pasa, mi función de profe queda cumplida.
Por mi lado, sigo en la parte baja de la curva en el gráfico. Porque sé algunas cosas de algunos temas, pero no me atrevo a calzar el título de experto. Sigo prefiriendo ser el maestro ignorante del que hablaba Rancière. Y aprender cada vez que enseño. Como lo estoy haciendo (y disfrutando) para esta clase.