Archivo del Autor: Juan Carlos Camus

Acerca de Juan Carlos Camus

Profesor de contenidos digitales, UX y arquitectura de información. Dos libros: tienes5segundos.cl y 100elementos.com + usando.info

El aviso invisible que no funciona

Por diversos motivos me pasé el último mes haciendo investigación de guerrilla. Así se le llama en el primer mundo a aquel tipo de indagación rápida que permite tener alguna evidencia acerca de un problema, mediante métodos simples y de bajo costo. En nuestro lado del planeta –por temas económicos– es lo único que logramos hacer, pero bueno, eso es otro tema.

¿Qué he descubierto? Lo primero es la importancia de probar con personas del grupo de la audiencia a la que se enfoca un producto. Al hacerlo se abre un mundo de oportunidades importantes. No sólo permite entender mejor el producto, sino que aparecen  posibilidades de mejoras interesantes.

Por citar un ejemplo, en un caso trabajé con un sistema simple que permite generar tickets para un sistema de soporte online. En la portada se planean dos secciones. En la superior está el nombre del software más un buscador y en la zona inferior, los llamados necesarios para ingresar la información.

Mis dudas antes de la breve investigación: ¿Usarán las personas el buscador? Y si lo hacen, ¿qué tipo de pregunta ingresarán? ¿Y qué tipo de respuesta esperan recibir?

Las respuestas fueron amplias y creativas y permitieron entender de mejor manera lo que esperan personas que llegan a un lugar buscando ayuda para resolver un problema. 

Historias de personas

Lo segundo es que cuando se llega a las personas se descubre lo que realmente quieren, lo que miran y lo que ignoran. Por ejemplo, ya a comienzos de siglo se descubrió que los avisos que se muestran en la web no son vistos por nadie que no tenga una intención comercial. Se le llama ceguera al banner y es tan conocido, que hasta se describe en una entrada en Wikipedia.

Entre las cosas que tuve que investigar estuvo lo que algunas personas miraban en ciertas pantallas. A una de ellas le pregunté si sabía de una sección ampliamente publicitada usando banners en un sitio web. La respuesta fue negativa en todos los sentidos: ni había visto el banner, ni sabía de lo que allí se informaba. Es decir, un aviso invisible que no funciona.

Lo mejor es que cuando se hacen este tipo de investigaciones, por muy simples que sean, aparecen las historias de las personas usuarias. La ventaja de tenerlas es que permiten ilustrar lo que ocurre con un software y ayudan a poner en común una situación con nombre y apellido. Sólo por el hecho de contarla, más personas la entenderán, llegará más lejos y tendrá un efecto mayor.

Así que, en resumen, matiza tu verano y hazlo entretenido con investigación de personas usuarias. El futuro del software que desarrollas te lo agradecerá. La baja en los costos de soporte que genera una aplicación bien probada, te lo recompensará. Y, las historias que obtendrás en la pasada, te ayudarán a explicar de mejor manera en futuros proyectos. Para que la UX sea real, ponle personas a la experiencia.

Periodismo, la industria que se adapta

Ayer se dio a conocer el reporte “Periodismo, medios y tecnología: tendencias y predicciones para 2024” escrito por Nic Newman y publicado por el Reuters Institute y la Oxford University. Usando como base una encuesta realizada en 56 países a 314 líderes de redacciones, muestra lo que se viene.

Destaca en su primera línea el “poder disruptivo de la inteligencia artificial” y explica que “este será el año en el que las experiencias de búsqueda con IA generativa comenzarán a diseminarse, junto con una serie de chatbots impulsados por la IA que ofrecerán una forma más veloz e intuitiva de acceder a la información”.

Usos y riesgos

Respecto de para qué esperan usarlo, es interesante ver que casi en todo el mundo se va a incorporar la nueva tecnología en diversas áreas. Simplemente, se ve a la AI como una más de las que se van a usar, sin más.

El gráfico muestra los diferentes usos de la inteligencia artificial en Periodismo según el reporte Reuters Institute.

Además anota que “los líderes que encuestamos atribuyen distintos niveles de riesgo a los diferentes usos de la IA. El mayor, por lejos, reside en la creación de contenidos (56%), y le sigue la recolección de información (28%). En cambio, la automatización del back-end (11%), la distribución y la programación se consideran tareas menos peligrosas. Esto explica que actualmente se preste más atención a la eficiencia del back-end y se actúe cautelosamente ante el periodismo automatizado (a veces llamado “roboperiodismo”)”.

A estudiar se ha dicho

Es importante considerar que la mirada de los encuestados tiene una correlación con lo que ya se está haciendo en los centros de enseñanza. Por ejemplo, yo mismo contaba mis primeras experiencias usando AI en clases.

Por su parte, el profesor Ramón Salaverría de la U. de Navarra comentaba ayer los temas que abordará en la nueva asignatura que se incorpora al currículum: “Artificial Intelligence in Journalism”.

Además, puedo agregar que en la UDP comienza en marzo el Magíster en Comunicación Digital y Programación, cuyo foco es precisamente dejar a quienes comunican con las herramientas necesarias para abordar el desafío que ofrecen las tecnologías ligadas a la AI. Haré clases allí, por si acaso.

Mi punto de vista es que se requiere innovar de manera habitual, como lo ha hecho esta industria y sus profesionales en el pasado. De hecho, en una reciente nota explicaba que el periodismo es una “industria que en los últimos 30 años ha sido la más afectada por los cambios tecnológicos, somos nosotros los que hemos utilizado y adoptado la mayor cantidad de tecnología que cualquier otro. Este negocio ha cambiado totalmente, nos hemos adaptado y nos vamos a seguir adaptando”.

No es fácil ni simple. Pero hay que avanzar, porque tal como lo planteó el profesor Ismael Nafria, también entrevistado por el medio Vergara 240, “como toda tecnología se puede hacer un buen uso o un mal uso de ella. O sea, que va a depender de que los medios asuman el rol que les corresponda con el tipo de uso que van a hacer de la inteligencia artificial”. Desde su perspectiva informa: “Yo estoy totalmente a favor del uso de la inteligencia artificial en sí, porque en muchos casos te ayuda”.

Se abre el año 2024; vienen días interesantes.

La importancia de que exista el Dominio Público

Cada 1 de enero se celebra, donde es posible, la fecha en que ciertas creaciones intelectuales quedan a disposición de todos quienes deseen usarlas, sin pagar al autor, porque pasan al espacio que se conoce como dominio público.

La razón es que se cumplen las reglas previstas en la ley que protege la creación y que, en Chile (Ley 17336 – Artículo 10) corresponde a toda la vida del autor más un plazo de 70 años después de su fallecimiento.

Hasta fines del siglo pasado la protección en Chile era por 50 años. Sin embargo, en 2003 al entrar en vigencia el tratado de libre comercio con Estados Unidos, ese plazo se extendió hasta 70 años.

El primer efecto de la ampliación de ese plazo fue que durante 20 años no hubo nada que pudiera entrar a dominio público según la ley. Sí lo hubo en casos en que el dueño de los derechos así lo determinara. Así que el año pasado, por primera vez luego de ese vacío, se retomó esa práctica y en este año ya podemos decir que se está normalizando.

¿Autores chilenos que hayan pasado al dominio público el año pasado y éste? El sacerdote Alberto Hurtado (escribió el polémico “¿Es Chile un país católico?”) y el escritor Pedro Prado (autor de Alsino), por citar dos ejemplos.

En Chile, la Biblioteca Nacional se preocupa de motivar el uso de obras que están en el dominio público. En España, su similar española va más allá y publica la nómina de los autores locales que quedan liberados de derechos en 2024.

El factor Mickey

Por si tenían la duda acerca de cuál fue la razón por la cual se amplió la protección desde 50 a 70 años, hay que decir que todo tuvo que ver con el Ratón Mickey (y la empresa haciendo lobby tras él). Cuando estaba cerca de cumplirse el aniversario 50 del personaje, en el año 1998, en Estados Unidos se dictó una ley que amplió el plazo. Tan notorio fue, que se le puso ese sobrenombre. Sus efectos traspasaron las fronteras y por eso, al incluirse los temas de protección de derechos en un tratado internacional como el firmado con Chile, nuestro país quedó obligado a dictar una ley que respetara esa decisión.

En la ley en Estados Unidos se agregaron otros aspectos, que no están en la chilena y que sí afectan al ratón. Por ejemplo, cualquier obra pasa a dominio público 95 años después de publicada. Por eso y a pesar de las extensiones legales, a partir de este año Mickey se ve afectado. No el actual, sino la primera versión del ratón más conocido de Disney, que apareció en una película como capitán de un bote a vapor (conocido como Steamboat Willie).

Sin embargo, existe una serie de disposiciones legales que obligan a tomar muchas precauciones antes de llegar y usar a Mickey (ver imagen siguiente).

Una imagen con la forma de la cabeza de Mickey Mouse muestra qué se permite hacer gracias a su paso a dominio público. Básicamente, usar el Mickey inicial pero dejando claro que no es algo producido por Disney.

Lo bueno es que hay que considerar que tal como Walt Disney utilizó ampliamente el dominio público para sus obras, poco a poco lo que él desarrolló permitirá que nuevos creadores sigan empleando lo que existe para nutrir las nuevas versiones de lo que imaginamos. De allí la importancia de que exista, que se proteja y se divulgue.

Porque tal como comenté al comienzo, por un lado queremos cuidar y mantener los derechos intelectuales de lo que hacemos, pero, por el otro, queremos apoyar su divulgación, copia y uso permanente (por eso usamos Creative Commons en este sitio). Que para eso lo hacemos.

Que sea un buen 2024 para todos y más para los que siguen creando y armando ideas que se publican por medios digitales.

Viejito pascuero acuérdate de mí

Sigo en la tarea de estudiar cómo se cuentan las historias en los nuevos medios digitales que vamos utilizando por estos días.

Pero, debido a un par de ejemplos que me llegaron durante la época de la Navidad, creo que vale la pena hacer una detención para pensar un poco en las palabras que usamos para contar esas historias.

Comencemos por este gráfico que doy por verdadero, que muestra que sólo en Chile se le llama con el nombre de “Viejito Pascuero” a Papá Noel. Es decir, somos únicos en el mundo en esta denominación, que según reviso, viene de una mención comercial:

¿Por qué se le llama Viejito Pascuero en Chile? Según historiadores nacionales, el nombre tiene su origen en 1905, tras una campaña realizada por una juguetería llamada Bazar Alemán. La figura del personaje de barba blanca y traje rojo estaba en las vitrinas del local, uno de los primeros en hacerlo en aquella época. Debido a que en Chile la Navidad también es conocida como Pascua, el personaje recibió el apodo de «Pascuero», lo que sumado con su avanzada edad, le significó el apodo de «Viejito Pascuero».

Sigamos por los chilenismos. Como desde hace algunos días he vuelto a escuchar 31 minutos, me hizo sentido que hace algún tiempo ese gran medio que es Pictoline publicara un verdadero homenaje a los 20 años del programa infantil, con esta imagen que desmenuza las palabras que se usan en las canciones  (como taco, curao o pololo) y que, por un tiempo, sólo los chilenos podían entender.

Imagen de una publicación de Pictoline que destaca los chilenismos usados en el programa infantil 31 Minutos.

En todo caso, el completo sitio web de 31 minutos ya se había hecho cargo del tema, con su propio diccionario de chilenismos, disponible desde 2021. Aunque allí se explica que, por supuesto, “no son necesariamente son todas las acepciones que existen de cada expresión, así que tenga cuidado”. O sea, use con precaución.

Usabilidad internacional

¿Por qué me interesa el tema? Pues porque desde hace mucho tiempo  (por ejemplo,este artículo publicado por Nielsen en 1996) hay una preocupación general por hacer que los contenidos  que se publican puedan ser entendidos por personas de otras áreas del mundo. Es decir, quienes no comparten el contexto de obviedad que representa compartir el lugar de origen del autor.

Por ejemplo, para acercarlo a un medio que utilizo habitualmente como ejemplo, como es el diario The New York Times, en esta época suele ofrecer una gran cantidad de datos  de todo tipo para personas que deben enfrentar el frío del invierno del hemisferio norte. Pero, si parte  de la audiencia ya no está en el país de origen del medio, ¿sigue siendo válido usar esa referencia de temparatura para todo?

El idioma del autor

Otro caso para darle más fuerza a este concepto es que en muchos casos hay libros, sitios web o incluso newsletters, escritos en el idioma local del autor, lo que obliga a buscar explicaciones más allá de lo que uno está leyendo. Sí, aumenta el léxico de quien se esfuerza, pero pone a prueba la paciencia de quien busca la información.

Esta semana, por citar tres ejemplos latinoamericanos, encontré en un libro esta frase:

…aunque el libro sea malo desde el principio hasta el final, solo dará la tabarra un ratito…

Me perdí en tabarra. Tuve que salirme del papel y pasar a un diccionario online para entender y seguir.

Luego en un newsletter literario al que estoy suscrito, venía esto:

Sí, era una buena novela, pero comparada con [otro título de novela] era chancay de a medio.

Tal cual, no conocía esa unidad de medida.

Por último, en otro envío de un newsletter leí este dato:

La prepaga te arranca una libra de carne todos los meses, siempre que tengas una prepaga.

Sí, se trata de un término relacionado con la salud.

En fin, ejemplos abundan. Se entienden y si no, se buscan. Pero me da la sensación de que cuando se trabaja en un medio digital, ofrecer la explicación en un enlace o mediante algún artilugio tipo tooltip, sería parte de lo que hay que diseñar teniendo en mente a la persona que usa el contenido que publicamos.

Quien lo lea estará agradecida y entenderá que nuestra preocupación es sumar a su experiencia. Con eso, el esfuerzo queda recompensado.

PD: Termina el año, por lo que aprovecho de desearles lo mejor para todo lo que sigue. Un abrazo.

El nuevo formato de las historias digitales

Debido a que sigo firme con la meta de terminar el año con la redacción de un libro que abarca los temas de los que hago clases (entre ellos, los nuevos formatos de historias digitales), he tenido que volver sobre diferentes textos incluyendo lo que escribí hace 14 años sobre redacción digital.

Entonces anotaba que las personas no tenían paciencia y que, por lo mismo, había que escribir corto y directo para impactar a la audiencia. Decía en 2009:

“el usuario que visita hará una revisión general y en menos de 5 segundos podrá determinar si lo que se le ofrece no es lo que busca; si no lo es, entonces abandonará el sitio”.

Tienes 5 segundos (2009)

¿Qué ha cambiado desde entonces? Puedo anotar tres artefactos tecnológicos. Uno: el scroll infinito. Dos: la victoria del contenido efímero. Tres: el tap (o toque en la pantalla de celular) como gesto de acción habitual.

Desde mi punto de vista, la combinación de esos tres elementos ha ayudado a desarrollar una actitud de desafección respecto del contenido que se consume. Ya casi no importa lo que se ve o deja de ver en pantalla, porque siempre habrá algo más que lo reemplace.

Eso lleva a que el tiempo para comunicar sea cada vez más mínimo y que la única forma de estar en la memoria de las personas, sea mediante una buena historia (por ejemplo, la del hotel que ha circulado en los últimos días). 

Resumir para ganar

Como consecuencia de lo anterior, ha sido normal que aparezca el ahorro de tiempo para quienes leen entre los primeros usos que se le han encontrado a la inteligencia artificial (IA) en contenidos periodísticos. Sobre este tema hay exploraciones varias, como se puede evidenciar en el reportaje hecho por el medio Vergara 240 de la UDP (donde yo mismo hago clases) sobre el efecto de la IA en el periodismo.

Los ejemplos activos en esta línea están en la aplicación Artifact, de la que hablé hace un tiempo, que mejora títulos y ofrece resúmenes para apoyar la comprensión de lo que está ocurriendo en el menor tiempo posible.

Otro similar lo presentó la semana pasada el diario Clarín de Argentina. Se trata de UalterAI, un asistente basado en IA que ofrece varios servicios, incluyendo presentar la noticia en menos tiempo que la lectura completa (un texto condensado de una extensión aproximada del 20% del original, explican). Pero, además, entrega los números que puede incluir un artículo, la lista de las fuentes que son nombradas y presenta la información en formato de preguntas y respuestas.

Sin embargo, en la línea de buscar nuevas formas de contar historias no hay demasiado en los medios que siguen explorando lo habitual. Como el uso del audio vía podcast que se hace en medios como Cooperativa y Tele13 Radio o el video que se traslada de la TV hacia Youtube, con el único valor agregado que da verlo segmentado sin tener que buscar la parte que uno quiere ver.

Nuevas formas de contar

Quizás lo más interesante en cuanto a formatos está ocurriendo fuera de los medios, como el caso del periodista mexicano en TikTok, que di la semana pasada. 

Sin embargo, aún no llegamos a algo que se da en el ámbito del comercio electrónico en Asia, donde se está usando el concepto de live shopping con gran éxito. Comenzó en China y se ha extendido por diferentes países con resultados variables aunque coincidentes: hay muchas personas interesadas en conectarse y ver lo que alguien quiere contar, aunque sea un paseo por un supermercado o las características de un dispositivo a la venta. Lo interesante es que allí se dan los tres factores que mencioné al comienzo: scroll infinito (tanto como la persona quiera transmitir), contenido que dura lo que se desee pero que no está hecho para mantenerse allí y un “tap” como gesto para activar la compra.

¿Habrá que avanzar hasta inventar eso para ofrecer contenidos que sean de interés para las audiencias actuales?

P.D.: Esta es la semana de la Navidad y por eso les deseo que sea muy feliz, llena de aquello que le dé el mejor y mayor sentido. Un abrazo.

No quiero que me cuentes eso

Como la semana anterior hablé de botones que no existían en comercio electrónico, tengo la tentación de aplicar lo mismo al consumo de las noticias. 

Pero antes de eso, quiero darme una vuelta por un concepto que vi esta semana gracias a una publicación de elDiario.es que hace referencia a una conversación entre dos referentes del periodismo en español. Allí, Martín Caparrós responde una consulta de Gumersindo Lafuente y ensaya una nueva definición de periodismo. Ya no es “contar eso que alguien no quiere que se cuente”, sino que lo lleva más allá y dice: “periodismo es contar algo que muchos no quieren que les cuentes, porque no tienen ganas o no creen que les interese”.

Hay que juntar esta mirada con un dato que viene del estudio de las audiencias: “la cantidad de gente que evita las noticias, a menudo o a veces, permanece cerca de máximos históricos: es un 36% del total relevado. Notamos que este grupo se divide en dos: por un lado, quienes procuran evitar periódicamente todas las fuentes de noticias y por el otro, quienes tratan de restringir específicamente el consumo de noticias en determinados momentos o sobre ciertos temas”.

TikTok para informarse

Y, como si esto fuera poco, se lo debe mirar en conjunto con los datos que vienen desde EE.UU. donde se estudia a las personas que consumen información de manera muy habitual, y que permitió acceder al gráfico siguiente donde muestra cómo mientras casi todos los métodos para llevarle noticias a la audiencia joven caen, hay uno que sube. Ese es TikTok.

Gráfico de Pew Research acerca de cómo se usan las redes sociales para ver noticias. TikTok sube mucho entre jóvenes.

¿Habrá información parecida en Chile? Un trabajo reciente de la profesora Ximena Orchard (Periodismo UAH) reveló que “en los segmentos medios, medio bajo, bajo, y en audiencias más jóvenes, los consumos informativos son lejanos y presentan una “fatiga informativa” o evitación de noticias”. Es decir, lo que estábamos describiendo antes.

¿Algo sobre uso de TikTok para informarse? Sí, se usa, pero tiene bajo nivel de confianza. Dice el estudio: “La que genera mayor desconfianza es TikTok: un 67% de las personas encuestadas considera que la información que circula allí es poco o nada confiable. Y, a pesar de que se critica a los medios tradicionales, igualmente generan un poco más de confianza en términos de su contenido”.

Puedo agregar que en una encuesta informal entre mis alumnos de primer año de periodismo (19 a 20 años de edad), TikTok seguido por Instagram, son los canales favoritos.

Contenidos sintéticos

Pese a eso, creo que es cuestión de tiempo para que este tipo de redes encuentren la forma de llegar a sus audiencias de la manera que se espera y se consiga ese factor de confianza y seguimiento que antes poseían los medios.

Lo primero es que debido al uso de inteligencia artificial y la presión por completar la tarea de tener contenidos a bajo costo, habrá cada vez más elementos producidos vía software. Contenidos sintéticos, era el nombre tentativo que le daba en un texto en que estoy trabajando, pero luego vi que esa denominación ya está siendo usada para describir ese tipo de información. Corresponde a la situación en que se entrena un modelo de lenguaje (LLM) con contenido exclusivo de un medio y luego se le pide responder preguntas y crear diferentes salidas de contenidos a partir de esa base de información: todo lo que produzca será adecuado y casi sin problemas.

Contenidos en el formato ideal

Lo segundo, es que ante un escenario de mucha información, comienzan a aparecer los buenos intérpretes que te ayudan a entender una situación. De hecho, ya se habla de DJs de noticias como tendencia. Lo explican así: “Los artículos que escriben los periodistas se convertirán en material de partida que se remezclará y ofrecerá en presentaciones hiperpersonalizadas. (Un ejemplo sencillo es que la mayoría de la gente prefiere leer las noticias en su lengua materna). La creación de productos informativos extremadamente personalizados no requiere una tecnología que vaya más allá de la que ya ofrecen los LLM actuales: Sólo falta liderazgo innovador y financiación para empezar a hacer crecer la idea”.

¿Cómo podría funcionar? Pues, creo que encontré un ejemplo perfecto. Es el trabajo de Carlos Allende, un tiktokero mexicano que colaboró con el sitio Fábrica de Periodismo para dar cuenta de una gran investigación sobre los vuelos de la muerte, un caso en que una dictadura mata a sus opositores y los arroja desde un avión en vuelo.

El director del medio, Ignacio Rodríguez Reyna, contó en una entrevista con Ismael Nafria: “Hicimos una investigación y armamos un video en su cuenta (@sirallende), porque no teníamos nosotros, y estuvo muy bien, tuvo un millón de vistas. Repetimos el experimento en abril con otra investigación. Hicimos dos videos, y en uno de ellos funcionó muy bien, con más de 600.000 vistas”.

Hay algo allí, ¿no? Hay un valor en entregar la información en el formato que se espera, en la dosis adecuada y en el lenguaje que se espera. Que lo veo como algo complementario al gran trabajo de juntar, recopilar, investigar y contar historias que hay que saber, como dice Caparrós. 

Tras ver toda esta evidencia que aparece, a su frase le agregaría: noticias contadas de la manera en la que estoy dispuesto a escuchar.

Los botones que me faltan para comprar

Con el paso del tiempo hemos ido viendo cómo el comercio electrónico se ha extendido y ya es posible acceder a diferentes productos y servicios a través de medios digitales. Lo cual es bueno. 

Sin embargo, lo que me parece complicado es que todo lo estamos haciendo a partir de un método de trabajo que no es local, sino que es universal. Sea Amazon, AliExpress o Sodimac, los botones son casi lo mismo aunque el contexto en el que se producen las acciones de ver, elegir y comprar sean tan diferentes como las personas que viven en las geografías en las que surgieron esos espacios de comercio.

Si antes de ir al punto de cómo localizar, nos damos una vuelta por las metodologías que ayudan a definir la forma que tienen los espacios digitales, podemos ver que cada zona creó su propia versión de cómo llegar desde una necesidad a un producto. Es así como en California se creó el Design Thinking; en Reino Unido, el diagrama del Doble Diamante o en Japón, el Kaizén y los Cinco por qué.

Pues bien, cada una de ellas se ha usado en este lado del mundo en forma habitual para avanzar hacia soluciones de diseño de problemas.

¿Habrá un método local que se haga cargo de nuestras características propias? Por ejemplo, las empresas en este lado del planeta (y con nuestra forma de hacer las cosas) se basan mucho en lo vertical del mando, la falta de recursos para invertir y lo temporal como norma de solución permanente; a eso se suma nuestra habilidad para mirar lo que falla en la idea que se expone antes de apoyar o proponer algo por nuestra cuenta (en Chile le llamamos chaquetear). ¿Habrá un método de diseño propio que incluya esas miradas?

Botones propios

Esto me permite volver al punto con que empecé. ¿Es posible ofrecer una experiencia de usuario que sea sudamericana? Y si fuera el caso, ¿qué botones podría tener un sitio de compras que fuera propio de esta zona del mundo?

Se me ocurre un par, que dejo por acá: 

  • Anótame la compra, para llevar algo sin pagar y que quede en un registro que pagaré a fin de mes. Es decir, un sistema de crédito que se basa en la confianza.
  • Con yapa, es un método antiguo de compra en el almacén de la esquina, en que quien vende te regala algo; es la forma más antigua de fidelización. Hoy eso no existe y si te agrandan el combo, es porque te cobran más.
  • El vuelto en dulces: ocurría en el comercio antiguo en que el vendedor sabía lo que te gustaba y por eso te ofrecía algo de tu interés (usualmente caramelos) en lugar de dinero de cambio. Imagina si pudiera existir la posibilidad de que el lugar donde compras siempre, tuviera una cuenta corriente a tu nombre y te diera algo extra cuando llegaras a un monto. Como lo hace Starbucks, pero a tu favor.
  • Lo quiero rápido: entregarte algo más rápido aunque con un cargo extra por ese motivo. Es decir, no tener que esperar el envío normal, sino que pedirlo en horas y que funcionara.
  • El cosito del coso: ayudarle a la persona que viene a comprar que sabe que necesita algo, pero que no tiene idea cómo pedirlo; el buscador tradicional no le sirve, por lo que habría que inventar una forma de apoyo. ¿Un chat? ¿Un buscador gráfico? ¿Realidad aumentada a partir de una imagen?

En fin, podría seguir. Pero creo que el punto es éste: resolver todas las interfaces de la manera habitual de otras zonas del mundo está produciendo que no haya personalización de la experiencia de usuario que tenemos aquí al lado y nos deja en la situación de que lo que se ofrece es lo mismo para todos. Sin importar el lugar del mundo en que estés.

Si la promesa de lo digital es que se puede adaptar la oferta para que consumas como quieres y dónde quieres, ¿no deberíamos estar pensando en una nueva forma de establecer esa relación entre vendedor y comprador?

¿Harías lo mismo si tuvieras que financiar ese proyecto?

En los últimos años he ido formando la convicción de que si quienes participan en la creación de productos digitales tuvieran que hacerse cargo de financiar lo que proponen en las pantallas de sus proyectos o de asumir cada una de las tareas que se generan a partir de ellas, lo más probable es que ofrecerían algo diferente.

Vamos por parte. El financiamiento primero.

En un par de cursos que enseño en temas de creación de contenidos, he optado por requerir que parte de lo que se debe hacer en clases debe ser detallado a través de una planilla de cálculo en la que se pueda determinar cuánto cuesta la operación mensual de lo que están proponiendo. Por ejemplo, si hacen un sitio web de cualquier tema y deciden que en la portada hay noticias y un video, eso implica que en los costos habrá que incluir los elementos necesarios para producir ambos flujos de información.

Asimismo, tienen que indicar de qué manera se obtendrán recursos y cuántos se requieren para mantener la operación de lo que están proponiendo.

Con la experiencia acumulada gracias a este método, he visto que lo habitual es que en los equipos de trabajo se opte por mayor mesura a la hora de proponer cualquier objeto que no tenga su contrapartida en ingresos ni que aporte de manera decidida al plan de negocios que tenga el producto digital que se diseña. Y por “negocios” no nos referimos sólo a la parte de ganar dinero, sino a contribuir a la tarea concreta para la que se está construyendo el producto.

Flujo de trabajo

El segundo aspecto a tener en cuenta en la creación de productos, tiene que ver con el flujo de trabajo. Entendemos por este concepto, las tareas que hay que llevar a cabo a partir de lo que está publicado, con el objetivo de cumplir la promesa que se hace en la pantalla.

Por ejemplo, cada vez que se pone un formulario de contacto se está haciendo la promesa de que alguien responderá —en tiempo y forma adecuada— a lo que la audiencia escriba allí. Si se abre un perfil en una red social, existe la expectativa de que será una ventanilla para respuestas rápidas y para generar una conversación permanente en torno a los temas que se abren (además de ser otro espacio para el que hay que financiar la creación de contenidos habituales).

Adicionalmente, el flujo tiene que ver con la idea de que cuando se publican elementos, habrá la necesidad de actualizar lo que allí se muestra; borrarlo cuando corresponda y modificarlo, de acuerdo a la evolución que tengan los productos y servicios que allí se muestran.

Esa responsabilidad tiene que nacer desde el momento en que se diseña. No sólo hay que hacerse cargo, sino que hay que declararlo a los dueños del negocio, para que sepan que tienen una nueva herramienta de comunicaciones, pero también que junto con ello, ha nacido un nuevo centro de costos.

Mi primera clase con IA

Varias veces he mencionado que hago clases y por eso aprovecho este espacio para contar que ya tuve la oportunidad de hacer la primera usando las herramientas de conversación que ofrecen los modelos grandes de lenguaje (en inglés LLM) cuyas versiones hemos conocido extensamente en el último año.

De hecho, con la aparición de Chat GPT hace un año, este tipo de aplicaciones se hicieron muy conocidas y fueron integradas muy rápido en los procesos productivos de quienes trabajan en el desarrollo de contenidos. 

Los casos más habituales que he visto, se producen en equipos que crean elementos para redes sociales (aunque decir “equipos” es aventurado, ya que habitualmente es una persona trabajando con varias cuentas). Pero bueno, lo interesante para ellos es que la capacidad que se ofrece a través de estas aplicaciones para resumir textos, detectar frases clave para optimización de buscadores y producir ideas a partir del material existente, se integra muy bien con la rapidez que se necesita para ese nivel de producción acelerada y permanente.

Mi clase abordó estos temas y se basó en una prevención: no usarlo para crear redacciones nuevas. ¿La razón? Se gasta más tiempo verificando que lo que se produce es real y efectivo, que la eficiencia que se consigue.

Como dijo un ingeniero de software, tener a tu disposición un modelo de lenguaje en la actualidad es similar a tener un alumno en práctica que sabe mucho, es muy rápido y activo, pero no tiene idea qué está haciendo. En sus palabras:

Uno de mis vecinos, ingeniero de software, admitió que la IA es mejor y más rápida programando que él. Sin embargo, describió el uso de la tecnología como «tener un becario educado en Harvard que es muy, muy malo en lo que hace». Aunque la IA es muy capaz de hacer el trabajo de mi vecino, su defecto es no saber lo que hace, por qué lo hace o si lo hace bien.

El marco de trabajo

Para efectos de la clase que comentaba, utilicé y comparé los servicios gratuitos de tres sistemas. ChatGPT versión 3.5 de OpenAI, Bard de Google y Claude versión 2 de Anthropic. 

Mi primera consulta fue si entendían español; sólo Claude admitió que “mi conocimiento del idioma español tiene limitaciones en comparación con el inglés”. A mi segunda pregunta, los tres respondieron que eran capaces de revisar lo escrito, identificar palabras repetidas y generar resúmenes e ideas a partir de la información que yo les entregara.

Lo relevante es que les puse dos condiciones: yo les entregaba el texto y sólo podían hacer las tres cosas que les pedí. En ese sentido, Bard y Claude son capaces de leer lo que le indiques desde Internet (la versión que usé de Chat GPT requiere que le copies lo que vaya a revisar).

Por último, para hacer las pruebas les di un marco de actividad que funcionó muy bien. Este consistió en hacer un prompt (petición) muy concreto, explicar qué necesitaba como respuesta de manera detallada, darles el contexto de lo que necesitaba revisar y pedirles no salirse de ese marco y finalmente, indicarles qué rol deberían asumir al responder. Vale decir, los traté tal como se trabaja con un estudiante en práctica. Casi funcionó.

¿Cuál lo hizo mejor? Para efectos de lo que pedí, Bard es muy seco (es decir, poco lírico), responde justo lo que se necesita, sin adornos. Chat GPT me pareció que se iba por las ramas y aunque hacía la tarea pedida, agregaba adjetivos para darle color al resultado. Claude fue el más simple y, para efectos de lo que estaba buscando, el que hizo mejor la tarea.

Sin embargo, eso no indica nada. En otras preguntas y con otros prompts, tuve comportamientos diferentes. Así que podemos decir que todo depende. Primero, de cómo consultes. Segundo, de la información que le entregues. Tercero, de lo que busques como formato de salida. Mientras más cerrada sea la formulación de la interrogante y el tipo de producto que busques, más seguro será lo que obtienes.

Si haces contenidos digitales, mi consejo es probar estas plataformas. Hay que incorporarlas al flujo de trabajo, tal como lo hemos hecho con otras tecnologías previas. A un año de su presentación, podemos afirmar que ya es tiempo de dar ese paso.

PD: una nota la final. Dije “casi funcionó” porque este mismo texto lo hice de la manera que relaté para mi clase. La IA le encontró fallas, claro. Pero mi editora humana fue mucho más certera. Por supuesto que la prefiero.

Agentes, microagentes y otros creadores de contenidos

Sam Altman, CEO de OpenAI, tiene tanto carisma como Mark Zuckerberg, de Meta. Ambos dirigen dos de las compañías más relevantes en el desarrollo de inteligencia artificial en el mundo y a través de sus productos están cambiando la cara de lo que se puede (o no) hacer en cuanto a contenidos digitales.

Desde ambos espacios cada cierto tiempo llegan cambios y mejoras que reorientan el trabajo de muchas personas dedicadas a los contenidos, levantando o dejando caer áreas de trabajo a través de sus desarrollos.

En esta ocasión ha sido el turno de Altman.

A través de una presentación muy completa y concurrida realizada este lunes (ver imagen), ha mostrado lo que viene con ChatGPT, entre varias otras cosas, a casi un año de la introducción de la tecnología. Para efectos de los contenidos, lo relevante es la introducción de los llamados GPTs, a los que se les dio el título de agentes inteligentes que se especializan en un tema para generar contenidos más específicos. Lo más interesante es que con ellos se abrirá un mercado para programarlos y luego venderlos a través de esa plataforma.

Naturalmente, después de un día, hay muchos detalles que no se conocen como para entender de qué manera va a funcionar. Pero la comunidad que está mirando y absorbiendo estos nuevos anuncios quedó extasiada. Un buen ejemplo de esto es el grupo que sigue a un divulgador de IA conocido como DotCSV (Carlos Santana), quien este lunes hizo su propio “en vivo” por YouTube para ir comentando lo que Altman estaba presentando.

Sam Altman, CEO de OpenAI, presentando los GPTs este lunes.
Múltiples GPTs

Lo de los GPTs es lo que más ha impresionado a todos. En este caso, Carlos destacó la idea del mercado que se abre, porque genera múltiples posibilidades para que creadores de contenido desarrollen áreas específicas de información y ayuden a las personas a consumir contenido de maneras no usadas aún.

Otro referente de la producción de contenidos como Scott Belsky, quedó impactado e incluso fue más allá, con la idea de la creación de “microagentes” para ser instalados en cualquier dispositivo:

Habrá muchos microagentes, muchos. Los microagentes son expertos interactivos en lenguaje natural muy especializados y con un enfoque muy especializado. Sospecho que cada libro, aparato de cocina, menú y documento podría tener un microagente con el que conversar.

Scott Belsky

Sin embargo, detengámonos un poco antes de lanzar todo el entusiasmo hacia afuera.

Hablemos por un minuto de la experiencia de uso y de la experiencia histórica con artefactos que hablan. ¿Te imaginas conversando sobre café con una cafetera que sabe mucho del tema? Yo tampoco.

Si analizamos cómo ha sido la experiencia con las máquinas que comenzaron a tener elementos de IA para responder preguntas (es decir, Siri, Alexa, Google Assistant) podemos decir que ya han acumulado historia suficiente desde su lanzamiento en 2011 como para entender de qué manera se comportan las personas frente a ellos. 

Los usos más frecuentes de Alexa son para poner música, asignar recordatorios de tiempo, preguntar por el clima y prender y apagar luces. Para todos los asistentes mencionados, los datos de uso demuestran baja confianza y caídas en los accesos habituales. Incluso un alto ejecutivo los calificó como “tontos como una roca”.

Gente que habla, cosas que conversan

Sin embargo, tiendo a crearme expectativas con las nuevas tecnologías. Por eso puedo decir que lo que me pasó al ver el anuncio de OpenAI, fue que hice el nexo rápido con lo que son y hacen los comunicadores hoy. 

Las personas dedicadas al oficio de comunicar en la actualidad son agentes, en el sentido de que tienen acción propia, están especializados en un tema y tienen la capacidad de comunicación interactiva. 

Si eso lo llevamos a un software que puede ir aprendiendo, como los GPTS recién anunciados, vemos que existe la posibilidad de que un artefacto vaya incorporando lo nuevo, manteniendo una memoria amplia del pasado y, por lo mismo, sea imbatible para responder cualquier duda sobre lo que vaya ocurriendo. No habrá quién les compita, pero ¿será una razón para que reemplacen a personas? 

Creo, más bien, que en breve los veremos activos y actuando en conjunto y como apoyo de los comunicadores actuales.

Todo lo dicho aún es muy nuevo, así que dejemos pasar un tiempo para evaluarlo. Pero lo que ocurrió este lunes con OpenAI es para anotarlo y recordarlo. Muchas cosas surgirán a partir de allí.