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Temas relacionados con periodismo digital y la industria de las noticias.

El nuevo formato de las historias digitales

Debido a que sigo firme con la meta de terminar el año con la redacción de un libro que abarca los temas de los que hago clases (entre ellos, los nuevos formatos de historias digitales), he tenido que volver sobre diferentes textos incluyendo lo que escribí hace 14 años sobre redacción digital.

Entonces anotaba que las personas no tenían paciencia y que, por lo mismo, había que escribir corto y directo para impactar a la audiencia. Decía en 2009:

“el usuario que visita hará una revisión general y en menos de 5 segundos podrá determinar si lo que se le ofrece no es lo que busca; si no lo es, entonces abandonará el sitio”.

Tienes 5 segundos (2009)

¿Qué ha cambiado desde entonces? Puedo anotar tres artefactos tecnológicos. Uno: el scroll infinito. Dos: la victoria del contenido efímero. Tres: el tap (o toque en la pantalla de celular) como gesto de acción habitual.

Desde mi punto de vista, la combinación de esos tres elementos ha ayudado a desarrollar una actitud de desafección respecto del contenido que se consume. Ya casi no importa lo que se ve o deja de ver en pantalla, porque siempre habrá algo más que lo reemplace.

Eso lleva a que el tiempo para comunicar sea cada vez más mínimo y que la única forma de estar en la memoria de las personas, sea mediante una buena historia (por ejemplo, la del hotel que ha circulado en los últimos días). 

Resumir para ganar

Como consecuencia de lo anterior, ha sido normal que aparezca el ahorro de tiempo para quienes leen entre los primeros usos que se le han encontrado a la inteligencia artificial (IA) en contenidos periodísticos. Sobre este tema hay exploraciones varias, como se puede evidenciar en el reportaje hecho por el medio Vergara 240 de la UDP (donde yo mismo hago clases) sobre el efecto de la IA en el periodismo.

Los ejemplos activos en esta línea están en la aplicación Artifact, de la que hablé hace un tiempo, que mejora títulos y ofrece resúmenes para apoyar la comprensión de lo que está ocurriendo en el menor tiempo posible.

Otro similar lo presentó la semana pasada el diario Clarín de Argentina. Se trata de UalterAI, un asistente basado en IA que ofrece varios servicios, incluyendo presentar la noticia en menos tiempo que la lectura completa (un texto condensado de una extensión aproximada del 20% del original, explican). Pero, además, entrega los números que puede incluir un artículo, la lista de las fuentes que son nombradas y presenta la información en formato de preguntas y respuestas.

Sin embargo, en la línea de buscar nuevas formas de contar historias no hay demasiado en los medios que siguen explorando lo habitual. Como el uso del audio vía podcast que se hace en medios como Cooperativa y Tele13 Radio o el video que se traslada de la TV hacia Youtube, con el único valor agregado que da verlo segmentado sin tener que buscar la parte que uno quiere ver.

Nuevas formas de contar

Quizás lo más interesante en cuanto a formatos está ocurriendo fuera de los medios, como el caso del periodista mexicano en TikTok, que di la semana pasada. 

Sin embargo, aún no llegamos a algo que se da en el ámbito del comercio electrónico en Asia, donde se está usando el concepto de live shopping con gran éxito. Comenzó en China y se ha extendido por diferentes países con resultados variables aunque coincidentes: hay muchas personas interesadas en conectarse y ver lo que alguien quiere contar, aunque sea un paseo por un supermercado o las características de un dispositivo a la venta. Lo interesante es que allí se dan los tres factores que mencioné al comienzo: scroll infinito (tanto como la persona quiera transmitir), contenido que dura lo que se desee pero que no está hecho para mantenerse allí y un “tap” como gesto para activar la compra.

¿Habrá que avanzar hasta inventar eso para ofrecer contenidos que sean de interés para las audiencias actuales?

P.D.: Esta es la semana de la Navidad y por eso les deseo que sea muy feliz, llena de aquello que le dé el mejor y mayor sentido. Un abrazo.

No quiero que me cuentes eso

Como la semana anterior hablé de botones que no existían en comercio electrónico, tengo la tentación de aplicar lo mismo al consumo de las noticias. 

Pero antes de eso, quiero darme una vuelta por un concepto que vi esta semana gracias a una publicación de elDiario.es que hace referencia a una conversación entre dos referentes del periodismo en español. Allí, Martín Caparrós responde una consulta de Gumersindo Lafuente y ensaya una nueva definición de periodismo. Ya no es “contar eso que alguien no quiere que se cuente”, sino que lo lleva más allá y dice: “periodismo es contar algo que muchos no quieren que les cuentes, porque no tienen ganas o no creen que les interese”.

Hay que juntar esta mirada con un dato que viene del estudio de las audiencias: “la cantidad de gente que evita las noticias, a menudo o a veces, permanece cerca de máximos históricos: es un 36% del total relevado. Notamos que este grupo se divide en dos: por un lado, quienes procuran evitar periódicamente todas las fuentes de noticias y por el otro, quienes tratan de restringir específicamente el consumo de noticias en determinados momentos o sobre ciertos temas”.

TikTok para informarse

Y, como si esto fuera poco, se lo debe mirar en conjunto con los datos que vienen desde EE.UU. donde se estudia a las personas que consumen información de manera muy habitual, y que permitió acceder al gráfico siguiente donde muestra cómo mientras casi todos los métodos para llevarle noticias a la audiencia joven caen, hay uno que sube. Ese es TikTok.

Gráfico de Pew Research acerca de cómo se usan las redes sociales para ver noticias. TikTok sube mucho entre jóvenes.

¿Habrá información parecida en Chile? Un trabajo reciente de la profesora Ximena Orchard (Periodismo UAH) reveló que “en los segmentos medios, medio bajo, bajo, y en audiencias más jóvenes, los consumos informativos son lejanos y presentan una “fatiga informativa” o evitación de noticias”. Es decir, lo que estábamos describiendo antes.

¿Algo sobre uso de TikTok para informarse? Sí, se usa, pero tiene bajo nivel de confianza. Dice el estudio: “La que genera mayor desconfianza es TikTok: un 67% de las personas encuestadas considera que la información que circula allí es poco o nada confiable. Y, a pesar de que se critica a los medios tradicionales, igualmente generan un poco más de confianza en términos de su contenido”.

Puedo agregar que en una encuesta informal entre mis alumnos de primer año de periodismo (19 a 20 años de edad), TikTok seguido por Instagram, son los canales favoritos.

Contenidos sintéticos

Pese a eso, creo que es cuestión de tiempo para que este tipo de redes encuentren la forma de llegar a sus audiencias de la manera que se espera y se consiga ese factor de confianza y seguimiento que antes poseían los medios.

Lo primero es que debido al uso de inteligencia artificial y la presión por completar la tarea de tener contenidos a bajo costo, habrá cada vez más elementos producidos vía software. Contenidos sintéticos, era el nombre tentativo que le daba en un texto en que estoy trabajando, pero luego vi que esa denominación ya está siendo usada para describir ese tipo de información. Corresponde a la situación en que se entrena un modelo de lenguaje (LLM) con contenido exclusivo de un medio y luego se le pide responder preguntas y crear diferentes salidas de contenidos a partir de esa base de información: todo lo que produzca será adecuado y casi sin problemas.

Contenidos en el formato ideal

Lo segundo, es que ante un escenario de mucha información, comienzan a aparecer los buenos intérpretes que te ayudan a entender una situación. De hecho, ya se habla de DJs de noticias como tendencia. Lo explican así: “Los artículos que escriben los periodistas se convertirán en material de partida que se remezclará y ofrecerá en presentaciones hiperpersonalizadas. (Un ejemplo sencillo es que la mayoría de la gente prefiere leer las noticias en su lengua materna). La creación de productos informativos extremadamente personalizados no requiere una tecnología que vaya más allá de la que ya ofrecen los LLM actuales: Sólo falta liderazgo innovador y financiación para empezar a hacer crecer la idea”.

¿Cómo podría funcionar? Pues, creo que encontré un ejemplo perfecto. Es el trabajo de Carlos Allende, un tiktokero mexicano que colaboró con el sitio Fábrica de Periodismo para dar cuenta de una gran investigación sobre los vuelos de la muerte, un caso en que una dictadura mata a sus opositores y los arroja desde un avión en vuelo.

El director del medio, Ignacio Rodríguez Reyna, contó en una entrevista con Ismael Nafria: “Hicimos una investigación y armamos un video en su cuenta (@sirallende), porque no teníamos nosotros, y estuvo muy bien, tuvo un millón de vistas. Repetimos el experimento en abril con otra investigación. Hicimos dos videos, y en uno de ellos funcionó muy bien, con más de 600.000 vistas”.

Hay algo allí, ¿no? Hay un valor en entregar la información en el formato que se espera, en la dosis adecuada y en el lenguaje que se espera. Que lo veo como algo complementario al gran trabajo de juntar, recopilar, investigar y contar historias que hay que saber, como dice Caparrós. 

Tras ver toda esta evidencia que aparece, a su frase le agregaría: noticias contadas de la manera en la que estoy dispuesto a escuchar.

Mi primera clase con IA

Varias veces he mencionado que hago clases y por eso aprovecho este espacio para contar que ya tuve la oportunidad de hacer la primera usando las herramientas de conversación que ofrecen los modelos grandes de lenguaje (en inglés LLM) cuyas versiones hemos conocido extensamente en el último año.

De hecho, con la aparición de Chat GPT hace un año, este tipo de aplicaciones se hicieron muy conocidas y fueron integradas muy rápido en los procesos productivos de quienes trabajan en el desarrollo de contenidos. 

Los casos más habituales que he visto, se producen en equipos que crean elementos para redes sociales (aunque decir “equipos” es aventurado, ya que habitualmente es una persona trabajando con varias cuentas). Pero bueno, lo interesante para ellos es que la capacidad que se ofrece a través de estas aplicaciones para resumir textos, detectar frases clave para optimización de buscadores y producir ideas a partir del material existente, se integra muy bien con la rapidez que se necesita para ese nivel de producción acelerada y permanente.

Mi clase abordó estos temas y se basó en una prevención: no usarlo para crear redacciones nuevas. ¿La razón? Se gasta más tiempo verificando que lo que se produce es real y efectivo, que la eficiencia que se consigue.

Como dijo un ingeniero de software, tener a tu disposición un modelo de lenguaje en la actualidad es similar a tener un alumno en práctica que sabe mucho, es muy rápido y activo, pero no tiene idea qué está haciendo. En sus palabras:

Uno de mis vecinos, ingeniero de software, admitió que la IA es mejor y más rápida programando que él. Sin embargo, describió el uso de la tecnología como «tener un becario educado en Harvard que es muy, muy malo en lo que hace». Aunque la IA es muy capaz de hacer el trabajo de mi vecino, su defecto es no saber lo que hace, por qué lo hace o si lo hace bien.

El marco de trabajo

Para efectos de la clase que comentaba, utilicé y comparé los servicios gratuitos de tres sistemas. ChatGPT versión 3.5 de OpenAI, Bard de Google y Claude versión 2 de Anthropic. 

Mi primera consulta fue si entendían español; sólo Claude admitió que “mi conocimiento del idioma español tiene limitaciones en comparación con el inglés”. A mi segunda pregunta, los tres respondieron que eran capaces de revisar lo escrito, identificar palabras repetidas y generar resúmenes e ideas a partir de la información que yo les entregara.

Lo relevante es que les puse dos condiciones: yo les entregaba el texto y sólo podían hacer las tres cosas que les pedí. En ese sentido, Bard y Claude son capaces de leer lo que le indiques desde Internet (la versión que usé de Chat GPT requiere que le copies lo que vaya a revisar).

Por último, para hacer las pruebas les di un marco de actividad que funcionó muy bien. Este consistió en hacer un prompt (petición) muy concreto, explicar qué necesitaba como respuesta de manera detallada, darles el contexto de lo que necesitaba revisar y pedirles no salirse de ese marco y finalmente, indicarles qué rol deberían asumir al responder. Vale decir, los traté tal como se trabaja con un estudiante en práctica. Casi funcionó.

¿Cuál lo hizo mejor? Para efectos de lo que pedí, Bard es muy seco (es decir, poco lírico), responde justo lo que se necesita, sin adornos. Chat GPT me pareció que se iba por las ramas y aunque hacía la tarea pedida, agregaba adjetivos para darle color al resultado. Claude fue el más simple y, para efectos de lo que estaba buscando, el que hizo mejor la tarea.

Sin embargo, eso no indica nada. En otras preguntas y con otros prompts, tuve comportamientos diferentes. Así que podemos decir que todo depende. Primero, de cómo consultes. Segundo, de la información que le entregues. Tercero, de lo que busques como formato de salida. Mientras más cerrada sea la formulación de la interrogante y el tipo de producto que busques, más seguro será lo que obtienes.

Si haces contenidos digitales, mi consejo es probar estas plataformas. Hay que incorporarlas al flujo de trabajo, tal como lo hemos hecho con otras tecnologías previas. A un año de su presentación, podemos afirmar que ya es tiempo de dar ese paso.

PD: una nota la final. Dije “casi funcionó” porque este mismo texto lo hice de la manera que relaté para mi clase. La IA le encontró fallas, claro. Pero mi editora humana fue mucho más certera. Por supuesto que la prefiero.

¿Cómo te lo explico?

El periodismo casi siempre sirve para comprender lo que pasa en el mundo. Pero hay una vertiente que se dedica sólo a eso y como cada vez hay mejores ejemplos de cómo se está haciendo, vale la pena dedicarle un tiempo a revisarlo. En particular, porque sus características se pueden exportar hacia otras áreas, en particular las de los contenidos digitales, a los que nos dedicamos los que hacemos y leemos este boletín.

A ese tipo de periodismo se le llama explicativo y su foco es entregar contexto acerca de la situación que se está mostrando, de manera simple y concisa, para ayudar a entender de qué se trata. Tiene características bien concretas y nada mejor que un libro que recién ha sido publicado sobre el tema (que incluye la siguiente imagen), para ayudarnos a abordar el tema.

La imagen muestra las 10 características del periodismo explicativo según lo que plantea Ros Atkins en su libro.

Se trata de “The art of explanation” de Ros Atkins, periodista de la BBC, quien se caracteriza por ofrecer unos productos audiovisuales muy atractivos. Usa muy bien su propia imagen en la pantalla para contar la historia que está desarrollando, pero hace un buen contrapunto con imágenes, textos y despliegues gráficos que ayudan a entender. Para ver a Ros en acción, sirve esta nota sobre la dificultad para salir de Gaza en medio del conflicto con Israel.

Algunos sitios de ejemplo

En la actualidad el periodismo explicativo está consolidando diferentes espacios. Desde sitios completos dedicados a la actividad (como es el caso de Vox.com, que se define como tal) hasta notas específicas en diferentes espacios que le sacan provecho a esta posibilidad.

Se trata de diferentes acercamientos al mismo concepto que llevan a que el periodismo como lo conocemos (con la novedad primero, antes que cualquier cosa) le ceda espacio a la necesidad  de comprensión, por parte de que quien lea, vea o escucha. Aunque lo que se esté explicando no incluya lo último que ha ocurrido, sino que se enfoque en lo más relevante.

En este sentido, todo tipo de ayuda es adecuada. Hasta de la audiencia y, por eso, Vox.com ofrece un formulario en el que pide a su público que les indique qué requiere explicación.

En relación con casos de medios con buenas explicaciones, se puede destacar lo que hizo el diario La Nación de Argentina en Instagram respecto de temas económicos. Su trabajo fue tan interesante que ganó un premio internacional gracias a sus explicaciones sobre la inflación.

En Chile hay varios en esta línea. Entre ellos, podemos mostrar la sección “Dato útil” de Mega dedicada a responder preguntas. De hecho, gran parte de sus textos son las respuestas a temas que las personas se van haciendo de manera habitual. Por ejemplo: ¿Cuál es la forma correcta de poner el papel higiénico en el baño? ¿Puedo cobrar el seguro de cesantía si renuncié al trabajo? 

Pero, no sólo los medios están en eso. Un buen grupo de influencers en redes sociales han logrado buenas audiencias e interesantes nichos de negocio gracias a esta forma de enfrentar los contenidos. Por ejemplo, en el ámbito del dinero hay que citar el trabajo de Javiera Quiroga o Francisco Ackerman, quienes avanzaron desde lo digital al formato de libro en papel, gracias a que describen, aclaran y ayudan a su público a entender. 

Pase y vea. Hay explicaciones para todo.

IA para periodistas: límites y tareas

Si algo ha cambiado en el último año ha sido el panorama de lo que ofrece la inteligencia artificial (IA) para la generación de contenidos digitales. Desde la aparición de ChatGPT en noviembre pasado, ha habido una sucesión de anuncios, cambios y tomas de posición respecto de la tecnología que ha sido tan rápido, que vale la pena parar un poquito para entender dónde y cómo estamos.

Así que aquí vamos con ese intento.

Lo primero: estamos en la mitad de un proceso que comenzó hace muchos años. La IA no apareció este año sino que es una tecnología con historia, que ha evolucionado y que continuará haciéndolo. Marta Peirano ofrece un artículo en que narra este proceso de manera muy completa, por lo que aconsejo leerla para ver cómo avanza y lo que se espera hacia adelante.

Impacta lo que ella avizora:

Para liberar al mundo del trabajo pesado, la muerte prematura, las enfermedades autoinmunes y la crisis climática, la industria requiere sacrificios que no son compatibles con la sostenibilidad del planeta ni con el mantenimiento de los derechos fundamentales que caracterizan una democracia. Ese es el peligro existencial de la inteligencia artificial.

Marta Peirano.

Respecto de qué es la IA en este momento y la manera en que puede utilizarse, creo que lo mejor que ha salido es la guía de Prodigioso Volcán (PDF), una empresa de comunicaciones española, que logró entender qué hacer y cómo subirse a este tema. En “IA para Periodistas, una herramienta por explotar” (2020) ofrece explicaciones simples y directas.

Por ejemplo, su definición de la tecnología: «Inteligencia artificial” (IA) implica enseñar a las máquinas a desempeñar labores complejas que hasta ahora sólo podían hacer humanos.

En este video, el recientemente fallecido Mario Tascón explica la guía, durante una charla que dio para la Fundación Gabo en octubre de 2020.

Desafíos no faltan

Como todo se está desenvolviendo y expandiendo casi en simultáneo con la aparición de la tecnología, no queda mucho tiempo para entender qué es y, además, usarla y debatir sobre qué puede hacerse sobre ella.

Por ejemplo, desde septiembre pasado hay un curso en proceso para periodistas por parte de la Fundación Knight Ridder titulado “Cómo usar ChatGPT y otras herramientas de IA generativa en tu redacción”. Más de 3 mil personas están en clases (conmigo incluido) tratando de entender qué hacer y cómo sacarle provecho a las nuevas herramientas.

Mientras eso pasa, medios como The New York Times decidieron bloquear el acceso a los sistemas que recuperan información de manera automática, también conocido como scrapping, para evitar que su información se pueda usar para entrenar los modelos de lenguajes (ChatGPT, entre ellos). La idea es que si quieres usar ese tipo de datos, tienes que pagar, parece ser el mensaje. 

Quien consiguió un acuerdo con OpenAI fue la agencia AP, que en agosto pasado informó que permitirá que ChatGPT use sus contenidos. Previo a eso, en abril pasado la agencia de contenidos financieros Bloomberg anunció que también había llegado a un acuerdo para crear su propio modelo, al que llamó BloombergGPT. Ambas empresas han sostenido que seguirán trabajando con periodistas humanos.

También hay que decir que las mismas son las que más han automatizado la creación de contenidos, incluso antes de la aparición de la AI del último tiempo. Eso porque los contenidos ligados a las finanzas, fueron los primeros candidatos a ese proceso. Ejemplos en ese camino son los que venía entregando la empresa española Narrativa desde hace años.

Por lo tanto, tenemos que hacernos cargo de que habrá impacto; no se puede desconocer.

La publicación Gizmodo en Español, dedicada a diversos temas incluyendo tecnología, anunció a comienzos de septiembre pasado que estaba comenzando a usar IA para traducir, al incluir un aviso al final de los textos que indica: «este contenido ha sido traducido automáticamente del material original».

Quienes se dedicaban a esas tareas fueron despedidos (por ejemplo, así lo explicó Matías, un ex-redactor: una IA me quitó el trabajo, literalmente).

Va a seguir ocurriendo. Por eso hay que prepararse. En un buen artículo sobre el rol de los periodistas ante la IA, Jordi Pérez de El País, lo explica de la forma más clara que he leído hasta ahora:

Sería conveniente que cada periodista piense en cuál es el grueso de su trabajo y valore cuánto de ese contenido puede empezar a automatizarse. Cada periodista y cada redacción deberá decidir sus límites. Los ajustes serán inevitables.

Jordi Pérez.

Estamos avisados.

Para entender los datos necesitamos metadatos

Creo que una cosa ha llevado a la otra y no me he logrado sustraer de ese ritmo. Me refiero a que en las semanas pasadas he abordado un tema que me ha movido a tratar otro adicional que está cerca y relacionado. Así que vamos de nuevo con esta explicación de datos y metadatos, que para efectos de lo que ha pasado en las últimas semanas se vuelve relevante.

Comencemos con los datos. Nos referimos con este nombre a cualquier objeto que está publicado y de lo que podemos ver sus características. Por ejemplo, de una foto tenemos datos concretos como su fecha, su contenido, su autor. Podríamos decir que los datos en este caso corresponden a lo visual.

Junto a eso, aparecen los metadatos que habitualmente se producen y entregan información de apoyo. Los metadatos de una foto son su tamaño, la descripción de su contenido (en varias redes sociales eso lo genera un algoritmo), la fecha de publicación, el texto con el que se acompaña, el tema del que se trata ese texto y así en adelante. Podemos decir, por lo mismo, que  los metadatos son aquellos elementos que acompañan y describen al dato.

Por ejemplo, si se trata de una red social, los metadatos que se agregan son aquellos que ayudan a explicar las principales interacciones que se generan a partir de una publicación. En un post anterior describí algunas de ellas y corresponden, como en el caso de Instagram, el tiempo que el usuario estuvo detenido ante una foto, si la agrandó para verla con más detalle, si hizo click en la foto de perfil para ver a quien la publicó. Todo eso queda registrado y ayuda a definir qué más se le muestra a continuación a la persona que está haciendo esas acciones.

Como se entenderá, la recopilación de metadatos es lo más relevante porque permite registrar los intereses y a partir de eso, es posible perfilar a la persona con ciertas características que ayudan luego a mostrarle publicidad y ligar a nuevos contenidos que le sean relevantes y adictivos.

La velocidad de respuesta

Lo que viene asociado a esto es algo un poco más interesante. Es el hecho de que a medida que se cuenta con más metadatos, es posible que se puedan programar respuestas automáticas que se gatillan cuando se cumplen determinadas condiciones. En este sentido, en la medida que se obtengan más de este tipo de “anotaciones” sobre los contenidos, será más directa la acción de los algoritmos disponibles.

En este tiempo que estamos viviendo, en que cada vez tenemos más datos pero peor información debido a la existencia de noticias falsas que se producen a propósito para desviar la atención de las personas, queda más en evidencia la necesidad de que se puedan generar metadatos que ayuden a separar lo real de lo falso mediante procesos automáticos.

Por ejemplo, si hubiera un metadato tipo “huella digital” de lo que se produce por inteligencia artificial, sería más simple marcar ese tipo de contenidos para separarlo de lo real. Un paso simple y concreto que ayudaría en la entrega de información que por estos días es rápida y sin demasiado espacio para la verificación.

Basarse en metadatos no es una solución simple, pero tengo la sensación de que es un camino real que puede ayudar en esa tarea.

Algunas ideas sobre negocios a partir de contenidos

Hacer clases de cómo crear contenido digital en un tiempo en que los algoritmos deciden lo que los usuarios están mirando, se está volviendo una tarea difícil. Es como enseñar modales a un grupo de personas que se tratan mal y consiguen lo que quieren en base a la fuerza. ¿Para qué portarse bien si con rudeza llegas a la meta? Esto se traduce en el hecho de que un contenido puede ser viral por la magia del algoritmo, más que por su calidad propia.  Entonces, ¿para qué molestarse en hacerlo de manera correcta?

Aún así, sigo adelante. Creo que hay una gramática inherente a lo digital, es decir, una forma de hacer las cosas que lleva a que se trabaje de manera adecuada y se utilicen los materiales de que se dispone en la forma correcta.

De las certezas acumuladas en estos años, podríamos citar las siguientes:

  • Los banners son invisibles. Hay evidencia acumulada al respecto desde comienzos de este siglo y aún así se siguen haciendo y vendiendo, como si funcionaran. Lo que sí logra su objetivo es un  mensaje contextual adecuado; es decir, si tu audiencia tiene interés comercial el aviso será contenido; de lo contrario, nadie lo verá. Por eso, hay que saber dónde utilizarlo.
  • El video tiene un tiempo de retención bajo, lo que implica que luego de los primeros 10 segundos habrás perdido a gran parte de la audiencia que lo comenzó a ver. Lo terminarán los convencidos del tema, lo que obliga a preparar mensajes audiovisuales con esa condición: lo relevante debe ir al comienzo. A menos que la historia sea tan buena que igual la quieras ver.
  • La conversión es una tarea compleja, por lo que hay que enfocarse en los números. Las cifras internacionales y las locales muestran que alrededor del 3% de los que llegan a un momento de decisión terminan comprando. Ese dato ayuda a entender que se trata de un esfuerzo complejo en el que hay que poner entusiasmo y dedicación. Y que si tienes números superiores, lo estás haciendo muy bien.
  • Hay que reunir la audiencia y luego vender. Se trata de dos tareas diferentes que se pueden hacer simultáneamente, pero desgasta a quien la emprende. Entonces, primero los juntas y luego les ofreces. No son esfuerzos que se puedan unir de manera simple ya que no siempre logras cubrir las necesidades de las personas en el minuto en que estás sólo buscando que te compren lo que tengas para ofrecer. 
Pensar en negocios

Lo otro que tenemos que tener en cuenta (de nuevo, basado en mi experiencia) es que a quienes hacen contenidos les cuesta pensar en negocios. Y puedo decir también lo contrario, quienes están sólo en los negocios habitualmente se enfocan en la venta más que en cualquier otro aspecto. Prueba de ello es la poca dedicación que se le da a la descripción de los productos en los sitios de comercio electrónico (podemos volver a ello más adelante).

Si nos enfocamos sólo en las personas que hacen contenidos, lo que sugiero es que si quieren comenzar pongan la mayor parte de su esfuerzo en entender el flujo que va desde que la persona ve un producto hasta que lo compra. Normalmente se lo representa con la figura de un embudo (ancho arriba y angosto abajo, como se ve en la siguiente imagen) ya que son muchos los que llegan y poco los que compran.

El embudo de conversión en la versión de Damián Romero.

Ese proceso de conversión debe ir acompañado de una experiencia de uso que se propone desde el área de contenidos. Sin embargo, lo que sugiero es que vaya junto a  aquellos elementos que ayuden a las personas interesadas a encontrar la información que les ayude con su decisión. Si es un producto, medidas, peso, colores; si es un servicio, características y formas de usarlo; si es una idea, conceptos y personas que le otorgan atributos.

Pero no hay que parar allí. Hay más que agregar. Si la persona toma la decisión y compra, esa acción sale de lo digital y pasa a lo físico, por lo tanto hay otras áreas involucradas, tiempos de respuesta, personas que intervendrán. Y, junto con todo ello, hay costos asociados, de los que hay que enterarse. Por último, hay lo que se conoce como retorno de la inversión (ROI), es decir, aquello en lo que siempre está pensando la persona del negocio: en cuánto tiempo lo que se invirtió en poner en marcha todo este proceso podrá entregar resultados que hagan rentable todo lo que se ha gastado.

Si llegaste hasta aquí no queda más que decir que el proceso es árido: todo esto hay que ponerlo en la ecuación para entender que no basta con el contenido. Hay que sumarle el flujo de trabajo (las personas que participan), la experiencia de uso (la UX) y lo que se muestra en la pantalla (la UI) para lograr que el contenido digital cumpla con lo que se puede lograr a partir de él. Complejo, sí, pero abordable.

Tiempo de hacer memoria

Uno de los elementos más interesantes que trajo el 50º aniversario del golpe de Estado en Chile fue la aparición de una gran cantidad de nuevos materiales de información que estaban dispersos y fueron recuperados o bien, organizados para ser presentados mediante diversos productos digitales.

En las últimas semanas fueron muchos los que aparecieron y que tuvimos la oportunidad de revisar. Sin embargo, son más de los que es posible acceder en este corto tiempo, por lo que hice este recuento de los que me parecieron más notables. Es de esperar que puedan seguir disponibles para dar la oportunidad de revisarlos.

Audio

En el espacio sonoro destaca por lejos el trabajo de Proyecto 50, que fue transmitido como podcast diario por diversas plataformas y por radio Universidad de Chile, entre el 23 de julio y el 11 de septiembre, con guiones de Andrés Kalawski y Ximena Jara. Su narración permitió entender lo que pasó antes y después del golpe, uniendo clips sonoros con narraciones de lo que contaban los medios. Especialmente fuerte es escuchar los nombres, edades y filiaciones de quienes fallecieron.

También en audio, Ciper volvió a publicar el trabajo de las periodistas Patricia Verdugo y Mónica González, quienes en 90 minutos recopilaron los principales momentos sonoros de la época. Se trata de un “documental sonoro” con sucesos previos al golpe y el minuto a minuto del 11 de septiembre de 1973. Allí se cuenta que este trabajo se presentó en 1986 y que ambas periodistas “pasaron siete meses cortando y pegando audios recopilados por el locutor Ricardo García, para confeccionar una pieza periodística precursora del podcast”.

Video

Como trabajo audiovisual aparece en un lugar importante el trabajo hecho por Vergara 240, sitio de estudiantes de Periodismo de la UDP en conjunto con TVN. Se trata de un recuento minucioso de lo que ocurrió cada uno de los 50 días previos al 11, a partir de lo que decían y mostraban los medios. Una recopilación que ayuda a entender visualmente lo que se veía y sentía en esos días.

Otro espacio de interés es el que ofrece la Cineteca de Chile del Centro Cultural La Moneda con su espacio de los 50 años. Allí es posible encontrar una colección de 86 películas (incluyen registros, documentales y ficciones) que abarcan diferentes visiones de lo que estaba ocurriendo en la época y permiten construir una historia visual de la época.

Documentos

En otro espacio digital que vale la pena revisar se encuentra la recopilación de diferentes tipos de documentos sobre la época que fueron organizados y puestos a disposición de los interesados por Ciper. Mediante un buscador y colecciones ordenadas, en “Papeles de la Dictadura” es posible consultar y revisar todo tipo de elementos, desde cartas a mensajes presidenciales, pasando por reportes judiciales.

En un tono similar, aunque mucho más simple, vale la pena revisar los documentos presentados por el Archivo Nacional en relación con lo que fue rescatado desde el Palacio de La Moneda, tras el incendio posterior al ataque.

Reportajes

Aunque hubo mucho y de diverso tipo, creo que lo más novedoso vino de los medios “nuevos” en el país. Vale decir, de aquellos que se instalaron en el último año a reportar en forma habitual acerca de lo que nos pasa. De allí, probablemente las miradas diferentes.

En este sentido me pareció muy atinado el trabajo de “Revista Anfibia” para mostrar de manera detallada al “Primer civil de la Dictadura” con la revisión de lo que hizo Alvaro Puga tras el golpe. Con textos de Juan Cristóbal Peña, ayuda a entender mucho del entorno político de los civiles apoyando a los militares que estaban en el poder.

También me pareció muy adecuado lo de “El País” para pedirle a 50 figuras nacionales que nos ayudaran a pensar sobre los tiempos que vienen, mediante “una idea para mejorar la convivencia democrática en Chile”. Bien elegidas, estas personas ayudan a entender las diferentes visiones del país que nos toca vivir.

Columnas de opinión

Para terminar, un par de opiniones. No las mías sino las columnas que me causaron la mayor impresión. “El asesinato de Chile” escrito a días del golpe en 1973, revela la visión de su autor (el historiador Eric Hobsbawm) sobre lo que iba a ocurrir y deja de lado esa extraña idea de que el golpe era inevitable.

Por su parte, la ex presidenta Michelle Bachelet hace muy buenas afirmaciones. Por ejemplo: «El mayor aprendizaje que podemos rescatar de esta conmemoración es que no se puede abandonar la labor de construir memoria y desarrollar políticas para garantizar el nunca más». Y, precisamente, acerca de lo que no puede volver a ocurrir, se refiere el escritor Pablo Azócar en «Frivolidad«.

Como todo lo que he reseñado antes, vale mucho la pena darse el tiempo y revisarlo. Para entender estos 50 años, hay que aprovechar la oportunidad de hacer memoria.

Delia, la Comisión y la desinformación

En pasadas columnas he abordado el tema de la desinformación porque creo que no lo tratamos como un fenómeno relevante, que afecta todos los esfuerzos que se hacen en la actualidad para dar a conocer lo que está ocurriendo. En todos los ámbitos y sin distinción de ideologías o tecnologías. 

Por ese motivo, lo incluyo siempre dentro de los temas que enseño ya que sin importar de lo que se trate, cuando hay que ofrecer información al público, es muy relevante saber que esas mismas personas que están recibiendo mi mensaje, actuarán con escepticismo frente a lo que les planteo. Por lo mismo, tengo que ofrecerles razones para que me crean y para que desconfíen de comunicaciones que contradigan la evidencia que les estoy entregando.

En este empeño estoy haciendo una acción mínima, que es ofrecer mi punto de vista acerca del problema. Creo que el primer paso es tomar conciencia de que es una situación real, que está vigente y que afecta a cualquier espacio de información: medios tradicionales, mensajes corporativos, publicaciones en redes sociales, lo que estamos comentando con amigos en nuestra aplicación de mensajería habitual.

La desinformación —entendida como información falsa creada o compartida deliberadamente con la intención de engañar, según MediaWise— está aquí entre nosotros.

Delia Vergara, entrevistada en la Escuela de Periodismo UDP.

Por eso, me gustó escuchar lo que tenía que aportar acerca del tema la conocida periodista Delia Vergara (una de las motivadoras para que yo estudiara esa carrera), que fue entrevistada hace unos días por Paula Escobar en la UDP. Hablando de las noticias falsas, las calificó como “un arma letal” y planteó la necesidad de que las personas sepan distinguir “lo que es verdad y lo que es mentira”.

“En este momento se usan las noticias falsas como un arma, es un acto de guerra con la democracia, de guerra con la convivencia (…) estoy a favor que se estudie y se entienda de qué se trata”, dijo.

El trabajo de la Comisión

Por supuesto al comentar que se debía estudiar, ella hacía referencia al trabajo de la Comisión contra la desinformación que fue levantada desde el Gobierno con el objetivo de revisar el fenómeno. Su sola aparición (a través de un decreto) motivó una serie de reacciones, dado que se la vinculó con las ideas de censura y cancelación, por decir lo más simple.

En comparación, la entrega de su interesante primer informe la semana pasada estuvo rodeado de silencio. ¿Qué dice? Básicamente describe la investigación académica en torno al tema y explica que “en los últimos cinco años varias investigaciones en el contexto chileno dan cuenta de altos niveles de exposición, credibilidad y propensión a compartir información que resulta ser falsa”.

Destaca hallazgos tales como que “en estos estudios la exposición y la credibilidad en informaciones factualmente falsas fue más alta en personas con uso más intensivo de redes sociales, sobre todo entre aquellos que reportaban usar estas plataformas para informarse, y en personas más jóvenes, sobre todo los menores de 25 años”.

Lo relevante del problema es que gran parte de lo que ocurre en las redes se genera en plataformas que no son controladas localmente. Es lo que indica Claudio Huepe, científico chileno que trabaja en Estados Unidos, estudia el fenómeno hace mucho tiempo y, de paso, critica la forma en que se instaló ese tema en Chile.

Sobre las redes sociales señala que “no van a cambiar sus políticas por lo que diga Chile. En ese sentido, Chile no existe en esta conversación y no tenemos mucho poder para cambiar las tendencias”.  Por lo mismo, su llamada es que nuestro país “tenga una postura a nivel internacional” sobre el tema, y la Comisión ayuda en ese sentido.

Agreguemos que la misma preocupación está instalada en muchos países. En el medio Vergara 240 (también de Periodismo UDP), se publicó esta entrevista a Luis Botello del Centro Internacional para Periodistas. No vacila en describir que “el escenario de la desinformación en Latinoamérica es grave” y que “la desinformación está creando desconfianza no solamente en los medios de comunicación, sino también en las instituciones democráticas”.

De lo que dice se pueden sacar varias lecciones. La que más me gusta: “es un momento para estudiar periodismo porque cuando hacemos esta profesión en tiempos de incertidumbre, tenemos la capacidad de ser innovadores. Pero si no innovamos, no estudiamos, o no experimentamos; definitivamente la profesión morirá”.

De allí que me interese escribir de este tema y que me lleve esa tarea a clases. Es el momento adecuado para hacerlo.

Llueve información falsa

Mi señora me muestra un video que muestra cómo una persona se desliza en un flotador sobre una calle anegada por la lluvia: eso es en Talca, me cuenta. Le creo.

Lo interesante del caso es que la información no viene de un medio de comunicación que habla de la tormenta que en estos días afecta al país, sino que de la publicación de una persona en una red social. Sigo pensando en el flotador y en cuánta información irá a moverse por las pantallas en estas jornadas, declarando una u otra emergencia y quedará instalada en el recuerdo, aunque no haya ocurrido.

Fenómenos masivos de información como los que generan este tipo de eventos son momentos especiales para que se despliegue gran cantidad de noticias sin lograr que se pueda establecer si es real, falsa, adulterada, preparada para la ocasión o vaya uno a saber qué.

¿Cómo saber qué es cierto y qué no? Esta semana el profesor Ramón Salaverría destacó la publicación de una investigación sobre los efectos que tuvo en España un curso para personas mayores de 50 años, en el que se les enseñó cómo distinguir información verdadera a partir de publicaciones de Whatsapp. 

El curso fue preparado por MediaWise del Poynter Institute de Estados Unidos y allí se explica que mientras “la información errónea es información falsa que se comparte aunque no se tenga la intención de engañar”, la desinformación “es información falsa creada o compartida deliberadamente con la intención de engañar”. O sea hay mala intención de por medio.

Sin embargo, hay más. Porque como explica Claire Wardle, que ha estudiado el tema, “hay siete tipos distintos de contenido problemático colocado en nuestro ecosistema de información. Se sientan en una escala, que mide con bastante flexibilidad la intención de engañar”. En la siguiente imagen está la tipología que desarrolló:

La imagen muestra la tipología de tipos de información a la que hay que prestar atención.

Ella explica además que las redes sociales se hacen parte del problema por su capacidad de difusión. “Una vez que sin darse cuenta se difunde un artículo, imagen, video o meme engañoso o fabricado, la siguiente persona que lo vea en sus redes sociales probablemente confíe en el afiche original y decida difundirlo. Esos “átomos” luego suben vertiginosamente a través del ecosistema de información a gran velocidad, impulsados por redes de par a par”.

Como las imágenes que de seguro pasarán por los celulares de los chilenos preocupados de lo que ocurre con las lluvias en el país.

¿Qué hacer entonces?

Estamos frente a una situación real. La información problemática seguirá fluyendo e inundando los espacios informativos de la gente interesada en saber qué pasa en su comunidad.

Quizás lo único que haya que hacer por ahora, en tanto no haya otra forma, es adoptar una actitud crítica con lo que se ve. A nivel personal y por cuenta propia. Tener una mirada crítica con lo que recibe y comenzar a evaluar: ¿procede de una fuente conocida? ¿Lo que muestra está en las noticias y es validado por algún medio que nos dé confianza? ¿Hay alguien chequeando esta información de manera independiente? De más está decir que en el país hay varios sitios haciendo este trabajo, como Mala Espina y Fast Check. por citar algunos de ellos

Lo otro, es tomar el curso online de MediaWise (está en español) que es el mismo que se usó en el estudio del profesor Salaverría. En ese reporte se concluyó que “se puede apreciar que haber realizado al menos 5 de las sesiones de curso tiene una incidencia positiva en la capacidad de los participantes de identificar si los titulares son verdaderos o no lo son”, así que podemos decir que funciona.

Para terminar, me remito a un breve párrafo del libro “El desafío digital” de María Laura García y que tuve el privilegio de presentar justo ayer en la UDP (y que recomiendo).

Ella escribe: “En las redes sociales, la información que nos hace sentir cómodos, aquella que viene a reforzar nuestras creencias, prejuicios y expectativas, nos es presentada casi en bandeja; mientras que a la información que nos incomoda y nos obliga a cuestionarnos nuestras ideas y convicciones hay que buscarla y esforzarse para encontrarla”.

Por eso nos pide: “Todos y cada uno de nosotros tenemos que crear y organizar nuestro menú informativo. La base de un buen menú informativo está en la variedad, en la capacidad de ampliar nuestra mirada, de sorprendernos y de poder cuestionar nuestra propia manera de ver las cosas. De esta forma, nos aseguramos de estar bien informados, nos tornamos más tolerantes e inclusivos, y reducimos la posibilidad de convertirnos en lectores o consumidores radicalizados”.

Vale la pena invertir en buscar mejor información porque eso garantiza construir una sociedad mejor.