La última novedad en diarios online es un servicio que aún está en etapa de pruebas, pero que funciona sin problemas.
Se llama NewspaperDirect y ofrece imágenes de cada página de los diarios impresos, de varios países del mundo, desde El Líbano hasta Nueva Zelandia.
La idea es que hoteles y otras entidades de este tipo, se suscriban y puedan ofrecer a sus clientes, la impresión del diario del día, no importando en qué país estén, ni qué diario pidan para mirar a la mañana siguiente, ya que se ofrecen en 23 idiomas.
Para verlo, la conexión debe ser rápida, para no morir en el intento.
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Sí, son terroristas
En el último capítulo de las aclaraciones de CNN sobre su contenido, la que hizo ahora es extraña. En una página especialmente creada para decirlo, plantean que ellos sí han tratado de terroristas a quienes atacaron las Torres Gemelas y el Pentágono.
Y que lo que se diga en contrario, es falso.
Salon.com ya no será gratuito
El e-zine de Salon.com, que está enfrentando serios problemas económicos derivados de la baja publicidad y altos costos para producir contenido, decidió convertirse en un sitio al que sólo se podrá acceder mediante suscripción. Aunque no se dio a conocer la fecha de vigencia de la medida, se supone que será próxima.
Según The New York Times (02-oct-2001), el editor del sitio, David Talbot, espera obtener de esta manera alrededor de la mitad de su presupuesto para el 2002, que es de 7,5 millones de dólares. La suscripción a Salon.com será de 30 dólares anuales y 50 por dos años.
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¿¡Cómo quiere su anuncio!?
¿De dónde sale el dinero que mantiene vivos a los sitios de Internet? La respuesta normal debería ser “de los anunciantes”… pero así como van las cosas, comenzarán a surgir otras respuestas en el corto plazo.
Vamos desde el principio. Poner un sitio web “interesante” es caro. No sólo está el gasto en diseño y puesta en marcha, sino que además si se quiere tener un sitio con muchas visitas, se requiere actualización permanente de los contenidos y acceso rápido a sus páginas. Para lograrlo, se necesitan profesionales que mantengan esa información al día y además, una plataforma tecnológica que permita mostrarlos al mundo en forma rápida y eficiente.
El modelo usado hasta ahora ha consistido en que los sitios tengan buenos contenidos para que mucha gente vaya a visitarlos; y a esos visitantes se les muestran los anuncios de compañías en la forma de botones y banners en las páginas. Luego los usuarios, haciendo clicks sobre ellos, pasan a ver la oferta correspondiente en el sitio de ese cliente y todos quedan contentos.
No obstante, la efectividad de esas piezas publicitarias ha caído dramáticamente: en estos días, un banner recibe un solo click por cada 100 personas que lo ve. Y por lo mismo, los anunciantes están cada vez más reticentes a seguir gastando en banners.
Como reacción a esto, se han dado dos formas en que los sitios se las han ingeniado para poner los anuncios.
La primera es la invasiva, que se expresa en que los anuncios invaden la pantalla junto a las noticias o a través ventanas adicionales (también conocidos como pop-up y pop-under, dependiendo dónde se ubican respecto de la página que los llama). Su ventaja es que han aumentado en casi cien veces la tasa de efectividad de los banners tradicionales. Por ejemplo en Weather.com se permitió que un aviso de cine ocupara por algunos segundos –justo cuando la página terminaba de cargar- prácticamente la mitad de la pantalla. Era un anuncio de una película de guerra y por momentos, aparecían sobre la pantalla decenas de paracaidistas cayendo. Y en algunos medios en línea, aparece un anuncio cada vez que uno cierra la ventana de sus contenidos.
La otra vertiente es la coercitiva y el mejor ejemplo es el que está desarrollando ahora Salon.com. Consiste en que cuando se pulsa un enlace para ingresar a una historia, necesariamente se pasa a una página que contiene sólo un aviso. Allí se debe buscar el enlace, para poder acceder a la otra página, en la que está la historia respectiva. Gracias a esto, se puede asegurar a cualquier avisador, de que literalmente todos los usuarios de un sitio verán la publicidad que se contrate.
Si se mira con atención, la publicidad está haciendo que cambie el paisaje de los sitios de Internet, puesto que muchos sitios se modifican para aceptar nuevos formatos provistos por los anunciantes y aceptados rápidamente por el Internet Advertising Bureau (http://www.iab.net/iab_banner_standards/bannersource.html).
Ahora, si se agregan hechos tales como una economía en recesión, con la tragedia de Nueva York apenas comenzando a desplegar sus efectos, y el cuestionamiento que se hace de la efectividad de la publicidad en Internet, cuya inversión cayó casi un 8% en el primer semestre de 2001 según el IAB, lo que viene para los sitios web, no es precisamente buenos tiempos.
A los usuarios finales, los cambios que se vendrán en los sitios que buscan financiarse, les afectará directamente, puesto que verán como sus sitios favoritos se modifican para admitir ciertos tipos de publicidad, mientras que otros simplemente desaparecerán por no poder seguir el ritmo de la economía.
Lecciones del Once
Las terribles noticias de la isla de Manhattan llegaron a muchos usuarios de computadoras en todo el mundo, a través de la Internet. Ya sea porque estaban suscritos a servicios de alertas noticiosas o porque vieron cómo los sitios se actualizaban para entregar las primeras noticias del mega atentado, en la mañana del 11 de septiembre de 2001.
Desde entonces comenzó la carrera por conseguir las últimas actualizaciones, especialmente de quienes no tenían aparatos de televisión a mano, y sobrevino la natural recarga de los servidores encargados de mostrar los sitios. Varios de ellos se vinieron al piso porque no estaban en condiciones de enfrentar la llegada de tantos usuarios simultáneos.
En esta situación se constataron dos realidades. Por un lado, se demostró que Internet cumplió con sus capacidades de comunicación, puesto que el uso que se le dio a través del correo electrónico y la mensajería instantánea, permitió a muchos estar comunicados y adoptar las decisiones correctas en un momento de emergencia. Por otra parte, los autores de los sitios noticiosos de Internet se dieron cuenta, con sorpresa, que sus páginas, habitualmente cargadas de imágenes, sonidos y animaciones –propias o de los gentiles auspiciadores- generaban una carga tan fuerte en sus servidores debido al aumento inusitado en el número de visitas que recibían, que hacían imposible la misión de presentar sus portadas de noticias a los usuarios.
Debido a lo anterior, las decisiones fueron drásticas. Los principales diarios de Estados Unidos, es decir, The New York Times y The Washington Post, junto con la cadena de televisión CNN, simplemente eliminaron sus portadas habituales y sacaron de ellas cualquier elemento que las hiciera más pesadas y por lo tanto, más lentas en su acceso. El primero de ellos llegó a una decisión más compleja aún, ya que eliminó de la portada su logotipo y se puso en su lugar el nombre del sitio en letras más grandes que las usadas en el titular. La página recordaba los inicios del web, cuando todo era texto.
En este mismo sentido llamó la atención que el área de noticias del sitio Yahoo se mantuviera tal cual, ya que allí se caracterizan por tener páginas bastante simples, en las que se privilegia la velocidad de acceso por sobre cualquier recarga que las haga más lentas de mirar para sus usuarios.
Como lección de este episodio en el área que comentamos, quedó el hecho claro de que la Internet ya se agregó a los medios de comunicación tradicionales en el papel de generar información creíble, a tiempo y con la profundidad necesaria. Y, para los autores de estos sitios, quedó el gran desafío de seguir aumentando la sofisticación de su trabajo, sin agregar elementos innecesarios a sus páginas, que si bien las mejoran, al mismo tiempo limitan el número de usuarios que accede a ellas.
La última pantalla
Qué triste debe ser escribir la última pantalla de un sitio de Internet! Esa que dice… “hicimos lo mejor, pero no fue suficiente. Lo sentimos… pero al menos, lo pasamos bien mientras duró. Gracias y adiós”.
Como usuario de muchos sitios en la red que han vivido la experiencia, duele encontrarse con algo así porque uno siente que detrás de esa pantalla hay una cantidad de sueños y esfuerzos que quedaron frustrados, porque no resultó lo que se pensaba cuando se comenzó con la experiencia de hacer el sitio.
Y eso nos lleva a pensar un poco más allá y sacar conclusiones respecto de la forma en que estamos usando la Internet para comunicarnos, entretenernos y hacer negocios.
Lo primero que queda claro, es que estamos en un movimiento pendular. Primero todo el mundo creyó que se podía hacer rico usando esta nueva tecnología y por eso el dinero cayó a raudales sobre quienes se estaban atreviendo a usarla. Luego vino el movimiento del péndulo hacia el otro lado y estamos en el estado en que quien está emprendiendo una empresa en Internet, es un aventurero que no sabe dónde va a llegar y para el cual no hay mucho capital disponible.
Y en este estado de cosas, los que se encuentran débiles, sufren lo indecible y tienen que tomar medidas, como por ejemplo, llegar a cerrar operaciones. Ya lo hemos visto tanto en Estados Unidos como en países de Latinoamérica, donde la debacle de la tecnología se ha sentido con fuerza, a través de reducciones de personal y hasta cierres de compañías.
Lo segundo, es que la tentación de tomar “otras medidas” –así, entre comillas- crece de manera tal, que ya he conversado con varios encargados de sitios en Internet, que están sacando cuentas respecto de cómo cobrar por lo que hasta ahora es gratis: sus contenidos.
En este sentido, este no es un movimiento que sea sólo de nuestra región, sino que es mundial. De hecho en Suecia hay un grupo de sitios que está realizando un lobby frente a las compañías que proveen el servicio de Internet a usuarios finales (ISP por su sigla en inglés), para que sean ellas las que paguen por el contenido. La idea es simple: si los usuarios usan la red para ver los contenidos y sólo los ISPs hacen un buen negocio porque son los únicos que cobran, pues parte de esa ganancia debería ir a quienes proveen esos contenidos.
Creo que los dados están lanzados y van dando vueltas en el aire en estos momentos. Habrá que ver cómo caen y qué apuesta es la que favorecen. No obstante, queda claro que estamos asistiendo al fin de la Internet gratis y sin compromisos que caracterizó a sus primeros cinco años de vida. Y que viene otra diferente, que se caracterizará por algo que aún no está definido en su forma, pero que ya tiene claro su fondo: nunca más ver (o usar) sin pagar.
De ganadores y perdedores
La anunciada compra de Compaq por parte de Hewlett Packard parece sólo tener contentos a los que llegaron con la idea al mercado y a quienes les dieron el paso para anunciarla públicamente. Porque ni en Wall Street, ni en las publicaciones especializadas y menos entre la competencia, la noticia causó la sensación de que se estaba ante algo positivo.
“Dos perdedores no hacen un ganador”, fue uno de los más suaves comentarios que se dieron a conocer entre los analistas financieros, al día siguiente del anuncio.
Y la razón de tanta mala voluntad –por llamarlo de alguna manera- ante la idea de juntar estas dos empresas que son líderes mundiales en la computación personal y en el ámbito de servidores y computadores industriales, es que no aparecen a simple vista las ventajas de una operación conjunta. De hecho, hasta parece que se van a estorbar más que a ayudarse.
Las alianzas y esto lo hemos aprendido en los últimos días gracias al juicio de tanta gente conocedora del tema que ha salido a la palestra, es juntar a dos que se complementan. Si lo vemos en términos deportivos, uno que defienda más uno que ataque, mejoran la capacidad de un equipo. En cambio, si juntamos a dos que defiendan, fallará el ataque. Y por el contrario, si unimos a dos que ataquen, naufragará la defensa.
Pues bien, parece ser que en el caso de Compaq y HP, ocurre esto. Como tienen fortalezas similares, lo único que va a ocurrir es que las marcas van a seguir peleando por un mismo grupo de usuarios y potenciales clientes, en lugar de abrir su oferta a nuevos grupos que se verían beneficiados con la alianza.
Y es aquí donde interesa poner el punto de reflexión. ¿Gana o pierde el usuario que está en su casa, cuando a estas mega compañías se les ocurre que es mejor estar juntos que separados?
Si tomamos como parámetro el hecho de que un usuario siempre querrá obtener más por su dinero, la respuesta obvia es que cualquier movimiento del mercado que mejore los productos o servicios que se ofrecen a cambio de igual o menos dinero, siempre será beneficioso. Y creo que por allí está la respuesta para la pregunta: si dos empresas juntas pueden hacer eso, la alianza es buena. En cambio, si lo que las dos empresas es bajar sus costos para entregar los mismos productos, el que pierde es naturalmente, el consumidor.
Ahora, si analizamos más finamente la alianza, a nivel de usuario hogareño, ambas empresas tienen una oferta similar en cuanto a computadores personales, por lo que por esta vía no habría demasiada mejora. En otras líneas de productos hay ventajas de HP (como en impresoras y scanners) tanto como de Compaq (computadores portátiles y servidores). Por ello, si lo analizamos sólo desde el punto de vista del consumidor hogareño, unir a ambas no representa ventajas ya que lo único que pasará, será que habrá un competidor menos en la permanente guerra de precios que típicamente se da con Dell e IBM.
Pero ya sabemos que el mercado tiene sus leyes que dice que lo que manda son los números finales. Sin embargo, apuesto a que la alianza o compra que estamos comentando, no quedará en nada. Cóbrenme la palabra.
¿Dos millones de qué?
En torno a los microprocesadores, es decir, los cerebros de los computadores, han aparecido dos noticias dignas de mención en los últimos días. Y ambas tienen que ver con el hecho de que las compañías que desarrollan estas máquinas, se las han arreglado para hacerlas crecer y mejorar, aumentando sus capacidades con el paso del tiempo.
En la misma semana en que Intel presentó formalmente su Pentium 4 que desarrolla 2 Gigahertz (o sea que procesa dos millones de ciclos por segundo), IBM anunció la creación del primer transistor que tiene el tamaño de una molécula, gracias al uso del carbono como el metal de soporte de la nueva tecnología. Gracias a ello, ya se ve un camino hacia el futuro, cuando sea el momento de reemplazar el silicio como el material básico de la computación.
Pero, para comprender cabalmente estas informaciones, vayamos por parte. Los computadores son máquinas que trabajan con información binaria, ya que al usar electricidad para operar, sólo pueden basarse en unos y ceros, es decir, encendido o apagado. Y esa es la actividad que generan los transistores. Por lo tanto, mientras más transistores se puedan utilizar, mayor capacidad de procesamiento habrá a disposición del sistema operativo que se utilice.
Cuando Intel sacó al mercado su primer procesador, el 4004 en el año 1971, la tecnología permitió poner en su interior la asombrosa cantidad de 2.250 transistores. Y cuando el año pasado presentó el Pentium 4, logró incorporarle 42 millones de transistores. De allí que ese procesador pudiera llegar a realizar un millón de datos por segundo. Es decir, un gigahertz. Y que, luego de agregarle más transistores y realizar varios cambios en su estructura, alcanzara los dos gigahertz.
Es importante considerar que este aumento en el número de transistores ha estado regido por la llamada “Ley de Moore”, definida en 1965 por Gordon E. Moore (uno de los fundadores de Intel), al afirmar que el número de transistores por circuito integrado se duplicaría cada 18 meses, y que al mismo tiempo, su costo bajaría. Esto se ha cumplido sin excepciones, con la única diferencia de que a medida que se ponían más transistores en el procesador, éstos debían ser más chicos para poder acomodarlos en el espacio disponible. Además, daban problemas secundarios, como que generaban más calor y había que poner sistemas disipadores que a su vez, consumían más energía.
Por lo mismo, queda claro que hasta comienzos de este año, los chips estaban llegando a un punto peligroso, puesto que se estaba alcanzando el límite físico para integrarles más transistores. De allí que la información sobre el uso del carbono y la investigación de IBM –que lleva 10 años de desarrollo- ofrezcan tranquilidad en un camino que no parece tener fin. Especialmente ahora, que el PC ya no sólo es una máquina de escribir o de calcular, sino que gracias a la Internet, se ha transformado en el nuevo aparato para comunicar.
En defensa de la Nueva Economía
Discusiones más o menos, la Nueva Economía es un concepto que no recibe demasiado análisis en los días que vivimos, por dos motivos principales. Uno, porque ya se considera algo superado debido a que no supo mantener el valor que había generado en la Bolsa de Valores. Y, dos, como consecuencia de lo anterior, trae demasiados malos recuerdos a tantos que se ilusionaron en torno a él, que más vale dejarlo atrás, como el día que barre con las pesadillas de la víspera.
Pero es interesante volver a este concepto, para entender si algo de valor le queda. Lo primero es partir por la definición. Se entendió por Nueva Economía, al conjunto de compañías ligadas a la explotación comercial de Internet (las punto-com), que mediante su cotización en la Bolsa de Valores Nasdaq de Estados Unidos, generaron fortunas por la especulación en torno al precio futuro que alcanzarían. El nombre se anteponía a la Vieja Economía, compuesta por empresas que transaban productos “físicos”, es decir, que se podían ver y tocar, que generaban flujo de caja y a las cuales se podía ir a fin de año para ver cuántas utilidades habían generado.
Las punto-com en cambio, sólo eran máquinas montadas en torno a una buena idea –casi siempre-, a las cuales un par de inversionistas habían dotado de capital operativo y de las que se esperaba flujos futuros. No estaba claro el modelo de negocios que permitiría alcanzar esas utilidades, pero todo el mundo suponía que en su momento llegaría. Como se demoró y la paciencia comenzó a fallar, los inversionistas pararon el capital y las empresas comenzaron a cerrar. Y como ellas lo hicieron, quien dependía de esos ingresos –medios de comunicación, proveedores de computadores y tecnología, la bolsa en último término-, siguieron la caída.
Visto lo anterior, hay que ser bastante optimista para suponer que de eso, es decir de la Nueva Economía, se puede extraer algo positivo. Pero, aunque no quiero pecar de optimista, sí lo hay. Para demostrarlo, sólo hay que ir a la base de esas compañías y entender cuál era la apuesta que hizo a muchos poner más de lo que tenían, para levantar esas compañías. Además del legítimo afán de tener estacionado un Lamborghini en la puerta de la casa, era la confianza de saber que Internet provee una serie nueva de herramientas, que facilita la comunicación entre las personas y que la plataforma tecnológica que encabezan los computadores y que continúa más allá, con las redes y otros elementos físicos de comunicación, corresponde a una forma más barata y asequible de estar en contacto e intercambiar bienes y servicios, ya no dentro de la ciudad o el país, sino más allá de las fronteras físicas o mentales de cada comunidad. Y más aún, esta serie de herramientas que llegaron de la mano de las compañías basadas en Internet no cayeron junto con ellas, sino que se han quedado, completamente validadas por sus beneficios.
¿Enfrente de qué estamos entonces? Pues de algo parecido a la máquina a vapor, o a la electricidad. A la primera le tomó 100 años en ser adoptada globalmente e influir directamente en una mayor productividad. A la segunda, más de 80. Porque en ambos casos, se tomaba la forma de trabajo anterior y se le aplicaba la nueva tecnología, con lo cual no se obtenía el máximo provecho que generaba el cambio, sino que sólo una parte de él.
Pues la Nueva Economía, que nace de esta nueva tecnología la estamos comenzando a ver. Cuando declaramos impuestos desde la casa o la oficina, sin movernos. Cuando vamos al banco, compramos o regalamos desde una pantalla, ganando tiempo e información a un menor costo. Es decir, cuando cambia el paradigma. Eso es lo que está pasando en esos días y desde este momento hay que estar atento a los negocios que surgirán. Porque en esas compañías, sí se debe invertir.
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