Algo salió mal, intente de nuevo

La continua incapacidad de Twitter para funcionar como solía hacerlo, me ha llevado a pensar en cuáles son las características que debe cumplir una red social para que funcione adecuadamente.

La forma del error que muestra Twitter y que lleva a pedir que te suscribas a Twitter Blue

Y no me refiero sólo al intercambio de mensajes entre quienes participan, sino que también a la forma de hacer el negocio para que sea sostenible en el tiempo.

Lo primero a considerar es que los contenidos deben ser gratis o tener un costo que las personas estén dispuestos a enfrentar. Hasta ahora ese precio que pagaba cada usuario consistía en generar publicaciones y entregar y datos, como lo hace habitualmente el grupo de aplicaciones de la empresa Meta. Luego, esas plataformas tienen permiso para reutilizar lo que se publica de todas las maneras posibles, incluso llegar a venderlo, sin tener que pagarles a los autores originales.

De hecho Instagram lo plantea así en los Términos y Condiciones: “Cuando compartes, publicas o subes contenido protegido por derechos de propiedad intelectual o industrial (como fotos o vídeos) en nuestro Servicio o en relación con este, de conformidad con el presente acuerdo, nos concedes una licencia mundial, no exclusiva, transferible, sublicenciable y libre de regalías por derechos de autor para alojar, utilizar, distribuir, modificar, mantener, reproducir, traducir y mostrar o comunicar públicamente tu contenido, así como para crear obras derivadas (de acuerdo con tu configuración de privacidad y de la aplicación)”.

Cuando esta condición básica de precio no se cumple, ocurre que quienes producen el contenido pueden decidir no seguir participando y buscar alternativas más adecuadas para dar a conocer sus historias. En eso hemos estado en las últimas semanas y la explosiva aceptación de Threads parece confirmar esta idea.

Lo segundo a considerar es que debe tener una experiencia de uso que simplifique compartir la información, de manera que sea posible crear grupos de interés ya sea en torno a personas o de temas. En una red no basta con la presencia individual porque es como una fiesta en que la actividad es colectiva o, simplemente, no existe. Por lo mismo, gran parte de la magia que tuvo Twitter ocurrió gracias a los hashtags que vinculan conversaciones. 

En casos como en Threads donde eso no existe, ha costado que exista tracción sólo en torno a una línea de tiempo de gente hablando y esa puede ser la razón para que en esta semana la actividad haya disminuido a la mitad, luego de su rápida irrupción. 

Un tercer aspecto es la oferta de contenidos apropiados que viene dada por la actividad de las personas, pero que también es apoyada desde los algoritmos que detectan tendencias y sugieren información adecuada a quienes vienen llegando. Es lo que ha hecho que TikTok haya logrado su situación actual: no sabes a quién seguir cuando entras, pero muy pronto es posible que estés mirando publicaciones interesantes. Su capacidad de recomendación es su mayor activo y permite ofrecer una parrilla de contenidos interesante sin importar a cuánta gente sigas o conozcas en la red.

Por último, la red tiene que ser un buen negocio. Tiene que generar dinero para la empresa que la desarrolla y ofrecer oportunidades de negocio para quienes participan. En ese sentido hay diferentes modelos: desde OnlyFans que permitió crear espacios de trabajo cerrados y pagados orientados a creadores de contenidos para adultos, hasta Spotify, que hizo lo contrario: contenidos gratuitos a cambio de que escuches publicidad y luego un sistema en que depende de lo que pagues es lo que recibes.

Bueno, todo lo anterior es lo que se le olvidó a Twitter. Ojalá recupere la memoria luego.

La necesidad de transparencia en los medios

Un par de experiencias de los últimos días han mostrado el rol que juega la transparencia de los medios de comunicación cuando están cumpliendo la tarea de ser quienes nos cuentan qué pasa en el mundo.

Cada vez que lo hacen se juegan la confianza que tiene en ellos la audiencia que los utiliza y, por lo mismo, cualquier error tiene un efecto inmediato.La primera y más cercana evidencia en este sentido es la tormenta que está viviendo por estos días The New York Times, debido al cierre de su sección de deportes para dejar la responsabilidad de esa cobertura al sitio The Athletic, que cubre deportes y que fue comprado por la empresa hace un año.

¿Cómo nos enteramos? Además de lo que se conoce por muchas vías, lo supimos gracias a la cobertura del propio medio que lo informa como si se tratara de cualquier hecho noticioso ajeno a ellos. Por ejemplo, detalla que los periodistas le enviaron una carta al dueño, que se juntaron con él y, como corresponde, ofrece trascendidos de ese encuentro.

Además, a través de los comentarios del artículo, es posible llegar a más datos y avanzar en el conocimiento del hecho. Es decir, el artículo se transforma en el punto de partida para entender el contexto, incluyendo la discusión sobre el sindicato y las pérdidas financieras ligadas al negocio. Informan aunque les afecte hacerlo.

Otra experiencia similar fue cuando la Defensora del Lector del diario “El País” de España criticó a su propia aplicación móvil, por ofrecer una mala experiencia de usuario. Escribió al respecto:  “¿Es suficiente el esfuerzo para asegurar que el canal principal de lectura de los suscriptores sea una buena herramienta y se convierta en una vía de captación y fidelización en vez de en lo contrario? Esta defensora cree que no. A día de hoy, la aplicación no está a la altura de sus lectores”.

Esclavos en The Guardian

Un caso más extremo es lo que hizo el diario inglés The Guardian en marzo de este año, al publicar una serie llamada Cotton Capital que fue el resultado de una investigación histórica de dos años de duración para descubrir las relaciones entre los fundadores del diario y la esclavitud. Su foco fue la relación entre John Edward Taylor, que fundó The Guardian en 1821, con negocios ligados a la esclavitud o bien, con socios que hubieran sacado provecho de esa ella.

Imagen del reportaje de The Guardian sobre los lazos de sus fundadores con la esclavitud.

La Dra. Cassandra Gooptar, historiadora y especialista en el tema y quien estuvo a cargo del proyecto, concluyó que nueve de los 11 financistas iniciales del diario “tenían diversos vínculos con la esclavitud transatlántica, a través de la cual generaron su riqueza. Esta investigación se suma a un corpus cada vez mayor de trabajos en este campo. Espero que sirva de trampolín para otros estudios que tengan como eje central las vidas y las historias de las personas esclavizadas”.

¿Por qué decidieron investigar esto? Pues, porque como resultado del movimiento Black Lives Matter en 2020, muchas organizaciones decidieron revisar su pasado para entender su relación con la esclavitud y el colonialismo. En el artículo en que explican esto, añaden: “The Guardian estuvo a la vanguardia de la información sobre este extraordinario movimiento, pero no podía hacerlo sin mirarse también a sí mismo.”

Como resultado, la empresa dueña pidió perdón por su pasado y comprometió diversas acciones en relación con esa situación, incluyendo financiamiento para acciones concretas.

¿Cómo andamos por casa?

La verdad es que en Chile no hay mucho que mostrar sobre transparencia –en este estilo–, porque los ejemplos casi no existen; salvo Ciper que ofrece muchos datos acerca de cómo se financia y la manera en que trabaja, no hay otros casos de este tipo.

Ahora, si miramos la vara alta que deja el diario inglés, ni siquiera nos acercamos al necesario “pedir perdón” por el rol que los medios jugaron en su momento en la historia nacional.

Un artículo escrito por profesores de Periodismo de la UC para responder a la pregunta “¿Cómo contribuyó la prensa al quiebre de la democracia chilena?”, recoge una reflexión de la «Comisión de Verdad y Reconciliación», establecida en 1990 para investigar las violaciones a los derechos humanos en la dictadura:

«Finalmente, no puede olvidarse –en la descripción de la fase última de la crisis, 1970-1973– el papel jugado por los medios de comunicación. No en todos ellos, pero sí en algunos, especialmente escritos, de vasta difusión –y de ambos bandos–, la destrucción de la persona moral de los adversarios alcanzó límites increíbles, y se recurrió para ello a todas las armas. Presentada así en ambos extremos, la figura del enemigo político como despreciable, su aniquilamiento físico parecía justiciero, si no necesario, y no pocas veces se llamó a él abiertamente»

Dado que vamos a cumplir 50 años de ese período y que subsisten varios medios de comunicación de esa época, cabe preguntarse: ¿se ha avanzado por parte de los propios medios en entender la responsabilidad que tuvieron? ¿Se han planteado ellos mismos la responsabilidad actual que tienen respecto de la democracia? Hasta ahora su silencio responde a esa pregunta.

Arréglame ese título y otras capacidades

Entre las cosas que hago habitualmente se encuentra la búsqueda de nueva información y la revisión de las capacidades de diferentes tipos de productos y aplicaciones para estar al día y tener mejor acceso a los temas de los que me interesa saber más. Incluyendo, por cierto, aquellos de los ni imaginaba que quería conocer.

En ese sentido, sigo echando de menos Google Reader que cumplía con ambas características de manera simple y precisa. Pero, lo cerraron. Veo que han pasado 10 años y no he logrado encontrarle una alternativa.

Desde esta semana estoy mirando Artifact. Ofrece tres capacidades: encontrar las noticias gratuitas más informativas, remover los títulos engañosos (conocido como clickbait) y usar inteligencia artificial para hacer resúmenes instantáneos.

Pantallas de Artifact: a la derecha el título original y la izquierda el título “arreglado” por la IA.

En la imagen de este ejemplo, se puede ver parte de lo que hace la aplicación. Toma un texto, le crea un nuevo título gracias a que extrae la parte que se esconde en el texto y la muestra como elemento destacado. Es decir, titula como se debería haber hecho desde el principio. Debo decir que si voy a leer ese texto es porque me interesa el acontecimiento, no porque la curiosidad me lleve a dar un click para saber más.

¿Cuál debería ser la forma seguir? Aunque mi formación me lleva a decir que lo que importa es la experiencia y por eso pido que no me escondan la información, sé que hay mecanismos para determinar qué título rinde más. Por ejemplo, un test A/B ayudaría a zanjar lo del rendimiento, si lo que se busca es tratar de obtener más visitas. Pero si es por contenido y compromiso con el usuario, me quedo con el título informativo, aunque lo haya puesto la IA.

Capacidades esperadas

Todo lo anterior, me lleva a seguir en la tarea de entender cómo deberían ser los medios y qué deberían ofrecer para generar una mejor experiencia en torno a la necesidad de estar informado.

Lo primero es a nivel general: entender qué necesitas. Esto implica que deben buscar la forma de aprender de la audiencia, a nivel personal, para capturar necesidades y ofrecer el conjunto de información que sea el más adecuado. Uno no siempre busca lo último, muchas veces necesita entender el mundo o tiene necesidades más amplias que no se resuelven con saber lo último que ha pasado.

Lo segundo es el contexto. Llego a gran parte de las cosas que me interesan conocer a través de una nota que explica lo último que ha ocurrido o que entrega un dato adicional a lo medular del hecho que estoy leyendo. Por lo mismo, me encantaría que se ofreciera siempre un resumen de lo que haya ocurrido. De más está decir que eso es una tarea que se puede automatizar con IA.

Lo tercero, es que me deben ayudar a separar lo real de lo falso. Los nuevos medios deberían ejercer el fact-check de manera nativa. No sólo contar lo nuevo que haya ocurrido, sino ayudar a divulgar lo que se ha demostrado que es falso.

Lo último, es la interacción a nivel individual. A partir de la nota actual, me gustaría que hubiera herramientas de apoyo: líneas de tiempo, listado de los protagonistas y mini biografías e, incluso, mapas conceptuales en video, para entender mejor lo que me intentan contar. Todo eso actualizado al momento en que lo estoy viendo, es decir, más tarea para la IA.

¿Qué harían los periodistas en este mundo? Pues, lo mejor que saben hacer: buscar historias y contarlas. En eso ningún computador les va a ganar. Finalmente, un medio que cumpla con todo esto va a encontrar a su audiencia y, a través de ella, los negocios que lo sustenten.

Cómo usan la interacción las redes sociales

¿A quién no le ha pasado que luego de decir algo en voz alta cerca del celular, comienza a aparecer publicidad relacionada con lo dicho? Historias similares han llevado a que desde las redes sociales se desmienta que están escuchando y almacenando información sin permiso. 

Lo que sí se puede afirmar es que el negocio de las redes sociales se sustenta en la capacidad de conocer a sus usuarios en un nivel superlativo, es decir, casi mejor que ellos mismos. Más de una historia hay para demostrarlo.

¿Cómo lo hacen? Procesando lo que en la industria se conoce como “señales” que son los datos que se van guardando a partir del registro de la interacción de las personas con las aplicaciones. En este sentido, el diseño de la experiencia de las personas con las pantallas y la propuesta de contenidos activos es clave para lograr una reacción y, gracias a ello, hacer el registro y enriquecer el perfil respectivo.

Se podría decir que para una red social cada persona es una suma de datos y metadatos. Datos incluye quién eres, la información que entregas acerca de ti (por ejemplo, tu foto y la biografía) y lo que publicas. Metadatos abarca lo que se va anotando acerca de ti e incluye desde qué teléfono usas hasta el lugar y hora desde dónde publicas, pasando por todas las reacciones que tienes frente a lo que ves en la pantalla.

Pero aún hay más

Como en los programas de televisión, aún hay más. Porque cada red social informa -aunque no con la transparencia que uno espera- en qué se fija para ir capturando las interacciones de los usuarios.

Imagen del sitio web de Instagram en que explican su uso de las señales.

Por ejemplo, el máximo ejecutivo de Instagram, Adam Mosseri publicó en junio del año pasado que se fijaban no sólo en lo que hacías en la aplicación, si no también en cómo lo hacías. Es decir, era relevante cuánto tiempo estabas mirando cada publicación, si tocabas la foto de perfil o hasta dónde hacías scroll. La empresa actualizó la información en un nuevo post a fines de mayo de este año para detallar la manera en que funciona el algoritmo por tipo de actividad y negó, pese a la evidencia, que exista el shadowbanning (censurar el contenido de perfiles).

Las señales también son capturadas en Twitter. En un post de marzo pasado se dieron a la tarea de comentar cómo se establecen las recomendaciones que se hacen a las personas que utilizan esta red social. Aunque no es fácil decirlo en simple, declaran que el objetivo es ofrecer contenido relevante, mostrar publicidad adecuada y destacar autores cuyo contenido te pudiera interesar. 

Por último, para TikTok podemos revisar dos fuentes. Uno es un artículo del NYT del 2021 en el que se explica que lo que busca la aplicación es “que permanezcas en ella el mayor tiempo posible” y da alguna evidencia sobre cómo lo hace. Por otro lado, a través de un video de Lidia Infante, una conocida consultora de SEO, se da cuenta cómo y cuáles son las señales que se registran. Además de los contenidos (TikTok logra descifrar qué muestra el video), importan los textos que se incluyen y hasta los sonidos que se integran.

Más transparencia

No hay toda la transparencia que uno esperaría de cómo funciona cada parte relevante de sus algoritmos porque, de seguro, corresponde a esa esfera que se protege bajo el nombre de “secretos comerciales/industriales”. 

Por la relevancia que tienen y por el impacto que están causando en las personas (por ejemplo, lo que dice APA), es relevante que se precise la forma en que trabajan con las señales que capturan y que se informe con más frecuencia y detalle lo qué hacen y con qué datos lo ejecutan. 

Si no, cabe la posibilidad de que en el futuro deban tener sellos como todo producto que afecta a quien los consume. Hay evidencia de que funcionan.

Las reglas de la inteligencia artificial

Es cuestión de tiempo para que la inteligencia artificial generativa (IA) se integre a nuestros espacios de información y sea usada para generar los contenidos habituales que nos describen el mundo.

El pasado 9 de junio, a través de un tweet el director digital de la radio BioBio, Christian Leal, anunció: “comenzamos a producir de forma diaria nuestra primera serie de notas generada a través de Inteligencia Artificial (IA), sin que un humano intervenga en absoluto en su publicación”​​.

El resultado era un informe del tiempo que, al menos ayer, comenzaba diciendo: “Según el reporte entregado por www.meteored.cl, el día de hoy martes 20 de junio de 2023, las condiciones climáticas para distintas comunas del país son…”; luego enumeraba, región por región, lo que se esperaba para el tiempo. Muy predecible, muy aburrido, muy maquinal. En su presentación no hay evidencia específica acerca de cómo fue generada.

De verdad, se agradece que la tarea de escribir algo tan rutinario no la tenga que hacer una persona. Aunque en realidad, la pregunta es si una persona se merece leer eso.

La mirada de The Guardian

Pero, sigamos. Una semana después de esa publicación y también en un tweet, Chris Moran, director de innovación del diario inglés The Guardian, dio a conocer que la publicación comenzaría a usar herramientas de este tipo para su trabajo. Sin embargo, para hacerlo se definieron tres principios: que sea en beneficio de los lectores, que sea para el beneficio de la misión del medio, de sus empleados o de la propia organización y, por último, que tenga respeto hacia quienes crean y son propietarios de contenidos.

Un elemento interesante de su propuesta es que indican “si deseamos incluir elementos significativos generados por IA en una pieza de trabajo, sólo lo haremos con una clara evidencia de un beneficio específico, con supervisión humana y el permiso explícito de una editor experimentado. Seremos transparentes con nuestros lectores cuando lo hagamos”. Además, dan algunos ejemplos de cuándo podrían usarlo: ayudar a los periodistas a trabajar con bases de datos grandes, apoyarlos a través de correcciones o sugerencias, en la creación de ideas para campañas de marketing o para reducir la actividad manual en procesos de negocios que sean muy demorosos.

La visión de Baeza-Yates

Finalmente, también en un tweet, el departamento de Ciencias de la Computaciòn de la U. de Chile nos acercó a un artículo del profesor Ricardo Baeza-Yates referido a la creación de contenidos con IA y que se acompaña con esta imagen:

Imagen del artículo del profesor Baeza-Yates que muestra fotos falsas creadas con inteligencia artificial

Entre varios elementos, el profesor indica que la creación de imágenes y videos falsos mediante esta tecnología “cambia drásticamente como interactuamos con información multimedial y en poco tiempo no sabremos qué es verdad y qué es mentira. Será el fin de la verdad digital como la conocemos hoy y potencialmente puede ser un golpe muy duro a la convivencia política y por ende la democracia”.

Pese a los riesgos, Baeza-Yates se muestra contrario a normar el uso de la tecnología y por eso indica que “tenemos que regular los problemas independientemente de la tecnología que se use para resolverlos”. Además, entrega 10 puntos sobre qué revisar al respecto, que podemos sintetizar en: más transparencia, más respeto a los autores y más pruebas antes de comenzar su uso.

Como dije antes, es cuestión de tiempo para que la IA sea nuestra redactora principal; hay que tomar las precauciones necesarias para que no sea la causa de más problemas que los que intenta remediar.

¿Estamos frente a un nuevo iPhone?

Así ve la persona la interfaz cuando está usando el nuevo dispositivo (Image: video de Apple en Youtube).

Apple Vision Pro es el nombre del nuevo producto que presentó Apple la semana pasada. Se trata de un dispositivo parecido a lentes de buceo que tiene la capacidad de ofrecer una interfaz a pocos centímetros de los ojos y que usa como espacio todo el ambiente que la persona tiene frente a ella. 

Dadas esas características, la empresa ha buscado crear una categoría nueva para declararse como su líder. Le llama “computación espacial«. El mensaje de marketing escogido es: un revolucionario ordenador espacial que combina a la perfección los contenidos digitales con el mundo físico, al tiempo que permite a los usuarios permanecer presentes y conectados con los demás.

Con un precio muy alto, promete una serie de capacidades interesantes, tales como usar la voz, los dedos y las manos como elementos de trabajo para darle órdenes; a eso suma una gran capacidad de imagen y audio como medios para dar respuesta. En los videos que se muestran se refleja cómo esas prestaciones ayudan a una experiencia de usuario novedosa.

Alguien que conoce de este tipo de dispositivos comenta algunos detalles, que aunque están en el video, no se notan si no tienes esa mirada experta; los lentes funcionan siempre que se cumplan algunas condiciones: que la persona esté sola, que esté en un lugar oscuro y que no tenga que hacer tareas complejas. 

La difícil tarea de innovar

Quienes creemos en Apple -aunque no usemos habitualmente sus productos- mantenemos la esperanza en su capacidad de innovar.

Escribí cuando sacó el iPod, iPhone, el iPad y cuando Steve Jobs partió. Siempre con la fe puesta en ellos. Pero, ahora, no les creo.

Las veces anteriores se encontraba el Sr. Jobs, lo que ya daba alguna garantía de que había una brújula y una estrategia. Estaba además la capacidad técnica de entregar dispositivos que, sin duda, se adaptaban a la experiencia de la persona usuaria y le entregaban herramientas que hacían más rica su integración con el espacio en el que estaban insertas. Agregaban elementos a la experiencia y no la suplantaban.

Sin ir más lejos, el Sr. Jobs nunca dejó que sus dispositivos tuvieran un lápiz para apuntar o escribir porque él sostenía que para eso estaban los dedos que eran más exactos y simples de usar. Tras su partida apareció el “Apple pencil” que, por precios que van desde algunas decenas de miles de pesos chilenos, permiten hacer lo mismo.

Cómo saber cuál será el destino de este nuevo artefacto que acaba de aparecer. Hay que darle tiempo al tiempo pero tengo la esperanza que a futuro lo miremos como un dispositivo que no prendió, aunque quizás sirva como modelo para lo que aparezca más adelante. Ya que sí creo que la “computación espacial» será algo que fructificará, pero con máquinas que sí contribuyan a conectar y mejorar la experiencia de la persona y su entorno.

El raro arte de esconder la información

En las últimas semanas me ha tocado revisar en clases los conceptos de estrategia y diseño de contenidos, que son tan centrales para quienes trabajan en las tareas de generar información para espacios digitales. Gracias a las enseñanzas de Halvorson y Winters, se busca vincular lo que se muestra y entrega en la web y redes sociales, con los objetivos que tiene el negocio del que habla la información.

Con tanta evidencia y enseñanza a la vista, cuesta creer cuando se ve esta tendencia (que amenaza con ser algo permanente) consistente en esconder la información mediante un mensaje críptico que da la idea de que hay algo importante para ver. Luego, sólo si la persona interesada cumple con una serie de condiciones puede acceder: tiene que ver un mensaje en una red social, seguir un enlace, despejar la serie de publicidades y ofertas de suscripción a las alertas hasta, por fin, llegar a la zona con la información en que se responde a la inquietud inicial. Muchas veces sólo para descubrir que tanto esfuerzo no valió la pena.

Todo lo anterior ha llevado a una suerte de trabajo doble por parte de quienes crean contenidos: no sólo tienen que ser interesantes, sino que deben perfeccionar el arte de esconder la información para tentar a quienes pudieran estar interesados. Es decir, se gasta más tiempo en producir el engaño que en la misión central: ayudar a la audiencia a llegar a su destino y posicionarnos como quienes les proporcionaron ese apoyo.

¿Cuál es la tarea?

Hay un desafío al informar porque se produce un acuerdo entre personas. Por un lado hay quien tiene información y es considerado como una fuente adecuada por alguien, que decide obtener de sus manos lo que necesita saber. Ambos se juntan y llegan a un pacto tácito: me das un dato y te pago con atención. Si el dato es más valioso, es posible que pueda dar algo más, como mis datos personales. Ambas partes entienden que hay un valor en lo que entregan.

Sin embargo, si ocurre lo de esconder la información que mencionaba antes, parte del acuerdo deja de funcionar. Si me ofreces algo que no tienes, a través de un título que sugiere algo que no se cumple, puede que caiga la primera vez. Si lo repites, pongo en duda la credibilidad que tenía hacia ti. Y, al estilo de Pedrito y el lobo (a propósito, esta versión es de lujo), te dejo de creer y decido no visitar lo que me ofrezcas, porque para qué perder el tiempo contigo.

Estamos en momentos en que el tiempo de las personas es clave, por lo que hay que evitar ofrecerles una experiencia que sea una pérdida en ese sentido. 

Manu Chatlani, un especialista en contenido digital lo dice fuerte y claro: “lo que vende es un buen contenido, y para hacer un buen contenido hay que saber contar una buena historia“. La forma de hacerlo depende de muchos factores que van desde tipos de plataforma hasta métodos de redacción. Para no ir más lejos dos aportes para lograrlo: lo que TikTok entiende por estrategia de contenidos y la mirada que ofrece Axios acerca de cómo escribir mejor.

Como se aprecia, esconder contenidos no es el camino. Contar buenas historias, sí. Esa es la tarea: construir confianza a través de contenidos útiles y usables.

Aprender del buscador

Lo interesante no es el destino, sino el viaje. Esa frase, que muchas personas asocian con un poema de Kavafis, es la que quiero usar de partida para hablar respecto de algo que me obsesiona y que he mencionado antes en estas columnas, que es lo que se puede aprender a partir de lo que muestran las páginas de resultado de Google. Que pasaron de ser simples listados de diez enlaces, a un método de cautivar y dirigir la atención de quienes llegan al buscador.

La primera respuesta de Google es ofrecer alternativas de destino.

En esas páginas ya está establecido que una parte importante de la audiencia no sigue ninguno de los enlaces que se ofrecen (estrategia de cero clicks), sino que se queda revisando lo que aparece desplegado y se conforma con esa respuesta. Por ejemplo, si preguntas la hora, el tiempo o la fecha, Google va a responder de manera contextual con el dato concreto que corresponda. No hay para qué ir más allá.

Si preguntas algo más complejo, el buscador ha ido afinando la experiencia de usuario y hoy entrega una respuesta que se forma con dos elementos. Primero muestra un resumen que obtiene gracias a que rescata unas líneas provenientes del sitio que tiene la respuesta (lo que se conoce como snippet), pero agrega algo interesante. Un poco más abajo muestra lo que los demás buscaron en relación con lo que se busca. Muestra cada pregunta con una interacción que se activa con un click y que permite ver un párrafo y seguir el enlace respectivo; pero si no lo sigues y cierras esa zona interactiva, hay un premio: preguntas adicionales y sus respuestas, que te permiten profundizar.

Lo que enseña la interacción

Lo que empieza a ocurrir es que la pregunta inicial, sin importar cuál sea, se ve rodeada de atributos y descripciones que provienen de las palabras que se van agregando gracias a la capacidad del buscador de ofrecer contexto. 

En este sentido, lo atractivo del modelo es que Google va enriqueciendo la oferta de resultados, ya que te mueve desde la idea inicial, hacia los elementos relacionados y si tienes la paciencia necesaria, existe la posibilidad de mejorar tu primera consulta con los elementos necesarios para que de verdad veas el fondo de lo que quieres preguntar. Google se comporta como un creyente del método socrático, en el que a través de preguntas te ayuda avanzar en el conocimiento.

¿Qué podríamos aprender de esta capacidad del buscador? Creo que lo primero es que hay que partir desde la noción de que es necesario establecer la capacidad de ofrecer contexto cuando cualquier persona llega a un contenido. Si es una noticia, ofrecer explicar mediante una línea de tiempo de eventos (cada uno con su enlace) para entender cómo llegamos a la situación novedosa que se reporta o establecer, mediante un despliegue de rostros, una explicación convincente de quién es quién y de qué manera se relacionan con la historia que contamos. Si es un producto, explicar en simple para qué sirve, con qué se complementa, de qué manera se usa (además de lo básico como precio, dimensiones o colores, por ejemplo). Si es un servicio, en qué consiste, cómo se pide, con qué y para que se utiliza.

No se trata de considerar a las personas usuarias como poco conocedoras o incluso ignorantes, sino que lo que propongo es que todo contenido sea visto como parte de una experiencia, de un viaje hacia una mejor comprensión, Y que cada elemento que se muestre, sea parte de un aprendizaje en lugar de tratarse como un destino concreto y final con el que se cierra la búsqueda.

Google nos muestra que el aprendizaje es permanente y que siempre nos interesa saber un poco más; hay que aprovechar esa circunstancia a nuestro favor y ayudar a quienes nos visitan en su camino a entender mejor el mundo sobre el que quieren saber un poco más.

El cliente de Babilonia

Llegué a esta historia esta semana, a través de un hilo de Twitter. La encontré tan interesante, que decidí dejarla por escrito para recordarla.

La tableta de arcilla del museo con los reclamos del cliente.

El año es el 1750 antes de la era cristiana, el lugar es un pueblo en Mesopotamia. La gente usa uno de los primeros lenguajes (la escritura mediante cuñas o cuneiforme) para dejar registro de lo que quiere contar. Eso es lo que hace una persona llamada Nanni que usa una tablilla de arcilla para registrar un mensaje: un reclamo en contra de Ea-nasir, un proveedor de lingotes de cobre que trabaja en un puerto del golfo Pérsico. El producto que entrega no cumple con el estándar de calidad requerido. Pero además, trató mal a su mensajero. Todo eso por escrito y la tablilla, era que no, es parte de la colección del Museo Británico (ese lugar que le debe algo a casi todo el mundo).

Reclamos 2023

Un salto a este fin de semana. El medio ahora es una columna de opinión y la escribe una economista que narra un par de historias con proveedores, que tienen en común el maltrato. Compara su experiencia en Alemania donde vivió siete años y donde “los prestadores de servicios facilitan la vida a sus usuarios” con lo que ocurre en Chile, donde “a veces da la sensación de que nos hacen la vida imposible”.

Anota ella: “¿Cuánto tiempo destina uno a la semana a reclamar? ¿Cuánta plata botamos porque no tenemos tiempo o energía para reclamar? La ineficiencia, inoperancia, displicencia predomina en parte importante de los prestadores de servicios y ello revela finalmente un desprecio no solo por el propio cliente, sino por el ser humano. Cambiar el trato, modernizar los servicios, no son asuntos netamente económicos, sino también éticos. Si no se entiende esto, no entenderán jamás que es más importante responder por los servicios comprometidos que seguir vendiendo”.

Cierro con una historia de la que fui testigo, también este fin de semana, en el aeropuerto de Santiago. Una pareja de señoras intenta infructuosamente recuperar unas maletas que no llegaron en el vuelo. Tras mucho averiguar reciben el consejo de un guardia: si va a reclamar, hágalo enojada. Llegue enojada y reclame la solución, no la pida, exijala.

La experiencia es la historia

En estas columnas habitualmente hablamos de experiencia de usuario, la que se genera y prepara a través de pantallas cuidadosamente orquestadas. 

La lección que nos traen estas historias (incluyendo la primera) es que lo relevante no es la tecnología, sino el proceso.

Es hacer lo que se debe: responder a tiempo, entregar lo que corresponde, resolver las diferencias. De lo contrario, habrá una persona contando la historia y planteando el reclamo que corresponda. Porque eso también es parte de la experiencia.

Notas al margen

Durante mucho tiempo he andado a la busca de formas de contar historias en formatos digitales que le saquen provecho a las capacidades que ofrece una pantalla. No es fácil ni simple, requiere habilidades diferentes de parte de quién cuenta la historia y más concentración de quien la lee. Prero vale la pena.

Hace algún tiempo mostré un par de ejemplos que valía la pena tener a la vista, explicando que se trataba de casos en los que se entregaba contexto a quien usa un contenido y le ayudaba a aumentar su confianza en la información que está recibiendo.

Ahora llegan más ejemplos y los agrego a mi lista de buenas prácticas, para ayudar a entender que hay más formas de contar historias. Naturalmente, no necesariamente son para las noticias en desarrollo (hay también ejemplos para eso), pero sí estarían interesantes para ir comentando lo que ha ocurrido con un poco más de contexto.

Un fallo comentado y otros métodos

En el caso de la imagen que acompaña este texto, se muestra el trabajo que hizo el diario The New York Times, para explicar una acusación judicial en contra de un parlamentario que tras ser elegido, se descubrió que mentía en (casi) todo lo que decía. La forma de hacerlo me parece interesante: se recorre el PDF de la acusación y, en el margen derecho, se explica lo que se dice en términos judiciales. Una explicación rápida y más que bienvenida.

La imagen del NYT permite ver una manera de anotar una historia.

Buscando otros casos en que esto podría hacerse de manera similar (incluso con menos tecnología), llegué a la Wikipedia, cuyos artículos se caracterizan por tener muchos enlaces, internos y externos, notas al pie y un sistema de visualización rápido cuando el mouse pasa por determinadas zonas. No apto para el celular, pero es muy eficiente en el escritorio.

Por último, con más creatividad que tecnología, se puede llegar a casos como el que muestra Infobae sobre el último video de Shakira, donde, a punta de imágenes (al estilo de un hilo de Twitter), muestra referencias con sus trabajos anteriores y su propia historia de vida.

Como se ve, la tarea de explicar se puede abordar de diferentes maneras y, por lo mismo, es una de las tareas que está íntimamente ligada con comunicar y contar.