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Temas relacionados con las clases que dicto.

Lunes, otra vez

Una tarea habitual que me impongo es ir recolectando ideas, conceptos, ejemplos y herramientas que en algún momento podré usar en mi trabajo y, además de eso, incluir en alguna clase que me invitan a hacer. Este tiempo, no obstante, ha estado lleno de información novedosa que me parece que están rediseñando el paisaje y cambiando aquello que hacemos.

Por eso, para esta ocasión, me puse a hacer una breve lista de los temas en los que deberíamos poner alguna atención, ya que modificarán la manera de entender lo que sigue.

Algoritmos: cada vez sabemos más acerca de cómo funcionan, en particular el de Twitter. Luego de que el código de cómo hace recomendaciones fuera dado a conocer públicamente, su fallido líder máximo decidió dejarlo a la vista de todos. Hay análisis completos acerca de cómo funciona y por lo mismo, es interesante mirar todas las señales que se toman en cuenta para tomar decisiones acerca de qué se le presenta a cada persona. Ya había algunas ideas de cómo lo hacía Instagram y TikTok. Con la nueva evidencia, hay espacio para entender que poco de lo que ocurre en una red social está determinado por los personas que lo usan y lo que publican; casi todo está en manos de un software que toma decisiones basado en provocar las acciones que impulsen el negocio que hay detrás.

IA: las diversas aplicaciones de la inteligencia artificial generativa que se desencadenaron tras la presentación de ChatGPT en noviembre pasado llevaron a la aparición simultánea de múltiples herramientas que hay que probar, esperar y comprobar, para ver si vale la pena utilizarlas o sólo mirarlas antes de meterlas en un flujo productivo. Desde mi perspectiva, la ruta lógica es la que anunció Bloomberg esta semana: entrenar una herramienta con tu propio conjunto de datos para luego usarla para tomar decisiones acerca de qué hacer con ella. Es decir, si no la entrenas, no puedes confiar en lo que va a hacer o responder. Si estás en el segundo caso, tener una IA en el equipo es útil, pero hay que tenerla con supervisión cercana y orientada a ciertas tareas que ayudan al flujo productivo, pero no reemplazan personas (ya hay datos cuantitativos al respecto). Si lo hacen, lo más probable es que el prestigio del negocio en el que participen se verá afectado tarde o temprano.

Comportamiento: en los últimos meses me dediqué a leer acerca de la economía del comportamiento y creo que allí hay un tema que se debe cruzar con lo que hacemos en diseño de experiencia de usuario. Cuando hay tanta información acerca de cómo y por qué toman decisiones las personas, se hace necesario complementarlo con temas como la forma, el despliegue y el contenido que se ofrece, de manera de generar espacios donde la conversión ya no dependa tanto del color, la ubicación o el tamaño. Es una tarea interesante y creo que allí hay algún espacio en el que debería haber más investigación aplicada que saque provecho de los avances que se van haciendo en ambos campos.

EEAT: bajo esa sigla se encuentra lo que Google define como el contenido que las personas necesitan y que por lo mismo, es aquello que conseguirá por sus propios méritos llegar hasta la primera página de los resultados del buscador. En inglés significa Experience, Expertise, Authoritativeness, and Trustworthiness, lo que traducido se entiende como contenido que es desarrollado por alguien que puede exhibir Experiencia, Experticia, Autoridad y gracias a lo anterior, generar Confianza. Vale la pena estudiar la guía que publicaron (PDF).

GA4: para el final, los cambios que está produciendo la plataforma de Google Analytics en su paso de la medición Universal a la versión 4, que comienza a mediados de año. Con un foco en los eventos que se producen en cada página, cambia la mirada desde la revisión masiva de visitas, páginas vistas y sesiones, a la granularidad de entender cómo en cada página ocurren las conversiones que transforman las visitas en acciones.

Es lunes, otra vez, sobre la ciudad. Y hay que comenzar las clases.

El ying y el yang del estudio

Hace unos días me crucé con esta imagen en Twitter, en medio de muchos mensajes del dueño de la plataforma intentando que sus ocurrencias lleguen a más ojos (eso va de mal en peor, ¿no?).

La imagen muestra un gráfico que une las etapas de quien aprende: desde sabe poco y presume mucho hasta que sabe mucho y se da cuenta que le queda mucho por aprender.

Lo interesante del gráfico es que hasta ahora no había visto que ambos estados formaban parte del mismo fenómeno. Por un lado está el efecto Dunning-Kruger que el autor del tweet describe como la “ultra confianza en tus habilidades, sin que haya evidencia de ellas” o, como lo define Wikipedia: sobreestimar la propia habilidad respecto de una tarea o área de conocimiento.

Por el otro lado aparece el síndrome del impostor que se entiende como la falta de confianza en las propias habilidades, pese a la evidencia en contrario. La misma enciclopedia lo describe como la situación en que “la gente se siente incapaz de internalizar sus logros y sufre un miedo persistente de ser descubierto como un fraude”.

Lo interesante del gráfico es que por primera vez los veo conectados en un plano que cruza la confianza y la experticia. Esta última palabra no me gusta, pero ahora que me veo en la necesidad de usarla, veo que es un americanismo y significa “cualidad de una persona o de una empresa en la que se unen la experiencia y la pericia en un campo”.

Hay que recordar que creer saber como creer que no se conoce lo suficiente son sesgos cognitivos, vale decir, son modos de ver la vida desde puntos de vista propios, que suelen estar afectados por la experiencia.

El viaje de aprender

Pienso en ambos conceptos, además, porque comenzando marzo debo dictar una clase que llevo preparando hace semanas y que me ha tenido preocupado. Porque es para personas de primer año, porque será un momento de transición respecto de la enseñanza media de la que provienen y antes de comenzar los ramos formales. Seguramente, quienes lleguen a ella estarán en alguna zona del gráfico.

Dado que es una clase para presentar muchas materias, aunque sin ahondar en ellas, me quedaré corto en algunos aspectos. Habrá quienes sentirán esas horas como una pérdida de tiempo. Y otras que, de seguro, verán cómo se abren ventanas hacia campos en los que les interesará entrar.

Mi promesa en varios cursos es que, al terminarlos, sabrás menos. Porque se habrá agrandado el espacio de lo que creías saber de un tema. Si logro eso, según el gráfico, disminuirá la confianza (al darte cuenta que lo que hay que conocer es más amplio de lo que pensabas) y aumentará la experticia (porque dominarás un área concreta). Aprender es como un salto hacia el vacío que se da al declarar “no sabía eso: cuéntame más”. Cuando eso pasa, mi función de profe queda cumplida.

Por mi lado, sigo en la parte baja de la curva en el gráfico. Porque sé algunas cosas de algunos temas, pero no me atrevo a calzar el título de experto. Sigo prefiriendo ser el maestro ignorante del que hablaba Rancière. Y aprender cada vez que enseño. Como lo estoy haciendo (y disfrutando) para esta clase.

¿De dónde sacar ideas para el periodismo de datos?

Una de las actividades más entretenidas que llevo a cabo como profesor en el primer semestre de cada año, es ser parte del Diplomado de Periodismo Económico que desarrolla la PUC en conjunto con AIPEF, la agrupación de periodistas que cubren temas de economía y finanzas.

Cada año adapto los contenidos para que sean lo más contingentes posibles y que les permita a quienes llegan a estudiar, generar nuevos contenidos que le saquen provecho a la información a la que tienen la oportunidad de acceder.

Uno de los principales temas que hay que atender es cómo pasar de los datos a la historia, es decir, cómo transformar los números que se logra obtener en una noticias que a las personas les interese y les importe. Creo que ese es el mayor desafío, además del hecho de que tienen que procesar muchos números y luego definir cómo presentarlos.

Por todo lo anterior, me pareció realmente asombroso lo que acaba de publicar el periodista de la BBC y profesor Paul Bradshaw en el sitio web de Data Journalism. ¡Es que está muy bueno! Se trata de un listado de métodos para generar ideas que lleven a crear historias que usen periodismo y datos.

Aunque los animo a ver el contenido original (en inglés), dejo anotados acá los métodos que propone:

  • Ideas que surgen de nuevas entregas de datos
  • Eventos noticiosos de los que surge una idea novedosa
  • Un ejemplo que se usa como formato para una idea
  • Una pregunta que inspira una idea.
  • Un dato interno que usa como fuente de una idea
  • Ideas que nacen de una exclusiva
  • Ideas que surgen de probar una tecnología

Gracias, Paul! Por supuesto que tu propuesta irá derecho a los contenidos del próximo curso 🙂

De vuelta a clases

Mis disculpas por la nota personal, pero acá vamos. Una de las deudas que tengo conmigo es tener un magíster. Por diversos motivos no tuve la posibilidad de hacerlo pero ya cumplidas las etapas que lo impedían, este año me lanzo.

En verano fui aceptado en el Magíster de Edición de la UDP que entrega los conocimientos necesarios para aprender a hacer libros, abarcando el proyecto completo desde el trabajo con el manuscrito hasta la impresión y venta. En mi caso ya he escrito algunos libros, por lo que conozco algo de lo que hay que hacer.

Pero, por lo mismo, creo entender que me falta mucho para entender el negocio del libro de manera integral. Más aún, cuando uno de mis planes es desarrollar una editorial de libros técnicos. Así que se vienen dos años intensos, comenzando por el efecto del Covid que ha hecho que el inicio de los cursos se haya aplazado. Pero hoy comenzamos.

Los medios enfrentan un fin largamente anunciado

Buscando vía Google, se define un evento catastrófico como un “riesgo que tiene su origen en sucesos extraordinarios e improbables pero que, por su magnitud, implican una elevada cuantía de los daños que ocasionan”. Más allá se explica que es una situación de “baja probabilidad y de muy alto impacto”, aunque se incluyen entre ellos los terremotos, maremotos, tsunamis, ciclones, huracanes, erupciones volcánica y ahora, un virus de alcance mundial.

Si uno mira la situación de los medios de comunicación, un ámbito en el que me desempeño como profesor de una escuela de Periodismo, es claro que estamos ante un escenario en que se están conjugando una serie de circunstancias para configurar un evento de este tipo.

Audiencia y confianza

El primero es la pérdida de audiencia y junto con eso, de validación pública. Para eso, hay que mirar la encuesta de Cadem (Estudio Medios de Comunicación Post Crisis) de enero pasado. En una línea resumen lo mal posicionados que quedaron tras los eventos el 18/O en Chile:

Sobre el rol de los distintos medios de comunicación, un 80% cree que la televisión es quien más se ha centrado en la violencia y los destrozos de las movilizaciones y un 61% considera que representa más los intereses de la elite. Asimismo, 90% cree que a los medios de comunicación les importa más mostrar las noticias que convienen para tener más audiencia y mejores resultados económicos.

Negocios a la baja

Durante el verano fuimos testigos cómo, nuevamente, varios medios se vieron afectados por las mermas que están experimentando en sus negocios. Cierres y despidos fueron parte de las malas noticias. Por ejemplo, el 3 de febrero de 2020 el grupo Copesa anunció el cierre definitivo de las versiones impresa y digital del diario La Hora.

Durante noviembre y luego en febrero e incluso esta misma semana, una serie de medios despidieron parte de su personal. La razón para ello: los números de los negocios no dan.

El gerente general de Copesa, Andrés Benítez, lo explicó así: “Lo sucedido se enmarca en el complejo escenario que enfrentan los medios de comunicación en el mundo, del cual todos estamos conscientes. Esto no sólo está produciendo una transformación importante en la industria, sino también ha estado acompañado, lamentablemente, del cierre de muchos medios tradicionales”. Por su parte, Patricio Hernández, director ejecutivo Megamedia, informó que la medida se debía “exclusivamente por razones económicas y por el grave deterioro de los ingresos de la industria de la televisión”.

Redes Sociales como reemplazo

Una dato que recoge la encuesta de Cadem y que tiene su símil en los estudios hechos en EE.UU. es que las personas están prefiriendo las redes sociales para informarse. No es que les crean más que a los medios, pero como pasan allá más tiempo, poco les queda para confrontar lo que ven en las redes respecto de lo que informan los medios. Eso lleva a que les crean poco, pero que igual reemplacen el rol que cumplen los medios como canales de información y comunicación con la sociedad.

Esto se ve reforzado con la aparición de personajes relevantes de los medios, como Ascanio Cavallo, quien usó una entrevista en el Diario Financiero el viernes 7 de febrero, para detallar su crítica contra el rol de las redes sociales. Junto con decir que las redes sociales “están cumpliendo un papel fascista” (porque sus críticas generan funas que llevan a los periodistas a callar), indica que si bien tienen “inmensas virtudes para la comunicación interpersonal”, tienen un “efecto negativo que hay que controlar, atencuar y demarcar”.

“Si no controamos las redes, los medios de comunicación van a desaparecer. Y la lógica indica que la gente necesita información en la que pueda creer. De cara a los procesos que vienen en Chile -todos tan delicados, que dependen tanto de la opinión plural, en medio de un proceso de polarización galopante-, los únicos que pueden ofrecer información segura para tomar una posoción razonada son los medios profesionales. No es Facebook ni Whatsapp, porque en estos espacios sólo te escuchas a ti mismo”.

Escenario futuro en jaque

Volviendo al comienzo, cuando comienzo un año de clases lo hago con una advertencia para los alumnos: se tienen que preparar para un escenario en el que las personas seguirán necesitando información (más análisis y contexto), pero en el que probablemente no habrá medios para atenderlos. Habrá que buscar soluciones que sean digitales (por el costo), personalizadas (por el alcance) y segmentadas (por el interés) que sean entregadas en el tiempo y la forma en que los usuarios lo requieran. Agreguemos también, por un precio adecuado. ¿Cómo se hace? ¿Alguien lo ha logrado?

Sí, varios. Probablemente el más relevante es The New York Times.

En una charla de enero pasado ante la INMA (International News Media Association), Mark Thompson, CEO del The New York Times tuvo que responder a esta pregunta: ¿Qué factores señalaría en el crecimiento y el éxito del New York Times durante su mandato?

Hace cuatro o cinco años descubrimos que primero deberíamos ser un servicio de suscripción. Lo más importante que teníamos que vender era nuestro contenido y la calidad de lo que el periodismo de The Times puede hacer. Deberíamos empezar a pensar en nosotros mismos más como un servicio de suscripción de calidad, como un HBO o un Netflix.

Como él ha sido el CEO desde 2012, por lo que le podemos acreditar a su desempeño la exitosa estrategia digital que ha llevado adelante la empresa, es interesante ver que entienda que el medio tiene esa característica.

Otra de sus frases, esta vez acerca del diario:

“Tenemos muchas plataformas, la impresa es una de nuestras plataformas. Nos encanta nuestro producto impreso, vamos a estar imprimiendo por otros 15 años o más, pero no hay ningún crecimiento que se pueda tener allí. Con el tiempo, el número de suscriptores se reducirá, los anunciantes disminuirán, y en última instancia, la economía de esa plataforma fracasará. Esa es nuestra opinión. El viejo barco se va a hundir al final”.

Por eso plantea que se debe poner en primer lugar lo digital (de hecho, enfatiza que hay que ser capaces de vender suscripciones en el celular):

No dejes el teléfono inteligente al final. Tiene que ser al revés. Los editores deben comenzar con lo digital, de allí obtienen su sitio web, y luego eligen de allí lo que se publica en el periódico impreso físico. Lo básico para las empresas con estructuras antiguas, y psicológicamente es muy duro, es que tenemos que poner lo nuevo primero y lo viejo segundo, aunque lo viejo siga siendo la mayor parte de tus ingresos. Esto representa una enorme dificultad interna para la mayoría de las empresas.

Aunque todos tenemos claro que sólo hay un diario como The New York Times y su modelo, haciendo compleja la imitación, las tareas que ellos han enfrentado son similares para todos los medios, sin importar su tamaño o situación. La forma de resolverlas, es donde está la dificultad.

Lograr que los lectores paguen

A través del Reuters Institute una serie de expertos han desplegado ideas acerca de cómo hacerle frente al futuro de los medios. En enero (en inglés) y a fines de febrero (en español) entregaron su visión y recomendaciones a través del documento “Periodismo, medios y tecnología: tendencias y predicciones para 2020” que publican como parte del Digital News Project.

En su resumen ejecutivo plantean que la última década estuvo marcada por os teléfonos móviles y las redes sociales que “fragmentaron la atención, socavaron los modelos de negocio basados en la publicidad y debilitaron el rol guardián del periodismo”, afectando “la confianza en el periodismo y en varios países provocaron ataques contra medios independientes”.

Ellos ven que la próxima década “será definida por la creciente regulación de internet, más los intentos de recuperar la confianza en el periodismo y una conexión más cercana con las audiencias. También sufrirá el impacto de la siguiente ola de disrupción tecnológica, desde la automatización mediante inteligencia artificial, big data (reunir y analizar grandes volúmenes de datos) y nuevas interfaces visuales y basadas en la voz”.

Asimismo queda claro que lo que sigue hacia adelante es buscar que los lectores paguen por lo que consumen:

Los editores siguen apostando fuerte por los ingresos que vienen de los lectores: la mitad dice que esa será su principal fuente. Alrededor de un tercio (35%) piensa que la publicidad y los ingresos vía lectores van a ser igualmente importantes y apenas uno de cada siete (14%) centra sus esperanzas exclusivamente en la publicidad.

En este sentido, creo que es muy pertinente leer la columna que escribe Eduardo Suárez como parte de este reporte: “Lograr que los lectores paguen”.

El giro hacia un modelo de pago será duro para cualquier medio y no dará resultados a corto plazo. De acuerdo con el Digital News Report, la mayoría de la gente no está dispuesta a pagar por la información y mucho periodismo de calidad sigue siendo gratuito. Sin embargo, los editores deben ser pacientes. Esta carrera no es un sprint sino una maratón.

En resumen de lo ocurrido y de lo leído en estos meses, el desafío para los medios es mayor y es definitorio acerca de su permanencia en el tiempo. Es posible y muy real, que muchos no logren seguir, por lo que hay que actuar con urgencia y con sentido crítico. Ya no hay que hacer productos que sólo informen, sino que lo hagan y sean sostenibles.

No hay recetas, sólo hay certezas. La principal, es que seguir como estamos, sin cambios y sólo recortando costos, será equivalente a esperar que la suerte nos salve del evento catastrófico.

Una historia digital antigua

Algo que hago habitualmente en clases de Periodismo Digital es preguntarle a las/los alumnos qué estaban haciendo en 1995. Eso lo hago cuando me estoy presentando y sirve para contarles algo de mi experiencia y para que se den cuenta cómo ha evolucionado la tecnología y para que se imagen cómo lo hará en el futuro.

La respuesta habitual que obtengo es “no había nacido en esa fecha, profe“. Son personas nacidas en el 98, 99 y más adelante.

En estos días, La Tercera me ayudó a recordar una de las historias digitales que recuerdo con más ganas por el vértigo, el compromiso y la novedad que generó. Fue en junio de 1997, cuando nos saltamos una prohibición judicial de informar en Chile creando un sitio web en Estados Unidos. Fue la primera vez que se hacía y tuve la oportunidad de aprovechar todas las capacidades del periodismo digital de la época para hacerlo.

Foto de un aviso de La Tercera anunciando un servicio de noticias en Estados Unidos.
Con este aviso en el diario de papel, La Tercera publicitó la edición en Internet en Estados Unidos.

Los invito a leer el reportaje de Sebastián Rivas, publicado con motivo de los 70 años del diario: La prohibición de informar que dio origen a latercera.com

Vuelvo a escribir regularmente

Desde que lancé mi segundo libro, no había vuelto a escribir. Varias razones me retuvieron, pero quizás la principal, fue que necesitaba parar un rato en proponer ideas y temas y quería escuchar y leer de todo, lejos de mi permanente obsesión e interés por los contenidos digitales.

Así lo hice, me puse al día con una pila de libros que estaban al lado de mi cama, me dediqué con más ganas a la carpintería y salí de camping.

La foto está compuesta de tres imágenes: Libros, carpintería y camping, las tres tareas a las que me dediqué en estos meses.
Libros, carpintería y camping, las tres tareas a las que me dediqué en estos meses.

Lo que sigue ahora es parecido a lo que he hecho. Seguiré escribiendo, haciendo clases y, algo nuevo, muebles. Simples y útiles, nada muy sofisticado, mientras aprendo a usar las herramientas 🙂

Además, volveré  a escribir, ya que se vienen desafíos interesantes en este primer semestre: un curso de periodismo digital, el tradicional diploma de AI+UX este año en la PUCV (que nos ha acogido de maravillas), otro diploma de periodismo económico donde hablaré de datos y por último, un par de cursos en contenidos digitales. En cada uno hago un par de horas de clases, no crean que mo lo paso en la sala.

Así que a darle con alegría no más.

Un ejercicio de memoria a propósito de nuestro 11

Quiero hablar de algo diferente de lo habitual en este blog por esta semana, a propósito de la fecha.

En marzo del ’80 entré a estudiar Periodismo en la PUC, en Santiago. En junio, tras vivir los primeros meses en una escuela que intentaba guiarnos por el camino de ser comunicadores, nos estremeció una noticia terrible. Uno de nuestros compañeros de los años superiores, había fallecido. José Eduardo Jara, era su nombre.

Creo haberlo visto una vez, no lo conocía. Su muerte, no obstante, abrió ante nosotros la realidad que en esa escuela y en la propia universidad no se trataba. Lo habían torturado y la causa de muerte fue un paro cardiaco producido debido a los golpes recibidos. Pero, lo que nos dijeron entonces, era otra historia. No había nada claro, no se sabía mucho y era mejor no preguntar.

Hoy, 11 de septiembre de 2018, en la entrada de la Facultad de Comunicaciones de la UC y gracias a un trabajo apoyado por la FEUC, se instaló una placa en su recuerdo y en el de otros ex compañeros de estudios, víctimas de la dictadura.

La placa que recuerda a José Eduardo Jara en Periodismo UC.
La placa que recuerda a José Eduardo Jara en Periodismo UC.

Es bueno que haya memoria, que recordemos, que volvamos y entendamos lo que pasó, por qué pasó, cuándo, dónde y quienes participaron. Saber quiénes reaccionaron bien, mal, indolentemente. Porque siempre hay que buscar la forma de aprender de lo vivido. La memoria hace bien.

Por eso, creo que también es bueno replicar acá la Carta Abierta que entonces firmaron tres alumnos y un profesor (nuestro maestro de fotografía), en recuerdo de José Eduardo Jara. Dice:

Carta abierta a José Eduardo Jara

Ciertamente no podríamos decir, Eduardo, que eras el mejor alumno de la Escuela… pero sí el con mayor ilusión y el de mayor esfuerzo. Y casi nos acostumbramos, Eduardo, a verte de repente en esa dulzura que pocas miradas pueden transmitir. Llegabas a la escuela sembrando pan entre quienes te rodeábamos. Y luego de ibas con apenas unos pesos y un pan en el bolsillo para visitar Villarrica en lo álgido de tu triste enfermedad. Con un apretón de manos te sabíamos de nuevo cerca. Hoy no podemos conformarnos. Tu viaje es demasiado trágico, tu partida demasiado injusta. El dolor que hoy nos une a tus profesores y compañeros es tu propio dolor que ahora es nuestro, amigo de la mirada tan dulce.

Encerando, haciendo pequeñas clases, fotografíando, mantuviste a tu mujer y a tu hijo con la ilusión de un título que te alejaría de los vidrios y cera. Y nos duele a los que te quisimos, Eduardo, que te traten de “mujeriego” ya sabemos que le duele a tu esposa y algún día le dolerá a tu hijo. Y tú que vivías y estudiabas para ellos. Nos duele que digan que siempre llegabas tarde. ¿Cómo no hacerlo cuando se anda a pie y no quedan todos los vidrios limpios? A tu muerte llegaste tan temprano. Nos duele que se te trate de extremista porque jamás hubo en tu boca palabras de odio. No fue fácil tu vida, Eduardo; y a un semestre de terminar, un monstruoso equívoco, uno más de la violencia, la segó para siempre.

Tu muerte, Eduardo, que no sea en vano, que nos aclare la conciencia, que el mensaje escrito con ella sea el editorial más profundo que nos despierte a la paz. Porque no puede ser, porque el silencio y la palabra que se quiebra nos invita este oscuro amanecer de invierno a gritar por la vida, simplemente por la vida, la misma que te quitaron.

Es tan profunda la huella que deja tu herida porque pareciera que tu bondad causó menosprecio; y tus gritos, golpes. Y una vez más los hombres nos equivocamos. Para Eduardo no habrá vengadores porque tu vida no se paga con la de nadie.

Andrea Vial

Cecilia Serrano

Juan Domingo Marinello

Liliana Martínez  

La instalación fue destacada además por la publicación de la Facultad de Comunicaciones, a través de su red social:

Anoche, alumnos de @fcomuc y @feuc, inauguraron una placa que recuerda a Diana Arón, Carmen Bueno y José Jara, todos víctimas de la dictadura y exalumnos de esta Facultad. Sala COM 104, frente al patio de Comunicaciones. pic.twitter.com/3iJtaAjYKA

— Comunicaciones (@fcomuc) September 11, 2018

Finalmente, más información de esta historia se puede ver en Memoria Viva, Wikipedia y el Colectivo Memoria UC.

Periodismo: hablemos de modelos de negocio

En las clases que he estado dictando en este comienzo de semestre, he vuelto desde diferentes ángulos a un tema central para la actividad del periodismo y los medios: cómo financiarlo.

Entre los ejemplos que he entregado, hay uno que ya es un hecho: la publicidad digital en los mercados más avanzados está siendo “acaparada” por Google y Facebook. Tanto que ya les llaman el “duopolio“, que aunque ha declinado, sigue siendo dominante.

Según emarketer, el 63% de la inversión publicitaria hecha en medios digitales en Estados Unidos durante el año pasado, fue desplegada en sitios que pertenecen a alguna de esas compañías y que el 27% restante se fue a otros medios digitales. En ese mismo país, la inversión publicitaria en medios digitales ya sobrepasó a la TV (41% contra 35%) en 2017.

En Chile aún falta para que los medios digitales sean líderes en cuando a inversión, pero de seguro que ya viene. La ACHAP informó que a 2017, la TV se sigue imponiendo y su porcentaje de participación en el total de la inversión es de un 35% versus un 20,2% de la prensa escrita y un 19,7% de la industria online (ver informe en PDF). Para tener algo de perspectiva, los números de hace cinco años (2013) eran 42,7%, 24,2% y 9,3%, respectivamente.

No hay datos de cuánto de esa inversión va para Google-Facebook y cuánto para los medios. Quienes saben del negocio hablan de un porcentaje similar al de Estados Unidos o incluso más allá. Pero, queda claro que de la torta publicitaria, queda cada vez menos para repartir entre los sitios web dedicados a las noticias (los traidicionales y los nuevos). De allí que muchas de las soluciones que están ofreciendo hasta ahora todos los medios digitales noticiosos para mostrar publicidad sea la de poblar de avisos cada página disponible: la necesidad obliga.

¿Hay otra forma?

Para conseguir financiamiento para sus operaciones, la solución en todo el mundo ha sido la publicidad y/o la suscripción. Vale decir, mostrar avisos y cerrar el acceso a los contenidos a quienes no pagan. En Chile esto ya se está viendo en varios medios de nicho, aunque los masivos siguen con las puertas abiertas.

Miguel Paz, amigo, colega y, por este tiempo, profesor en la Escuela de Periodismo CUNY, escribió recientemente un documento hablando de de ćomo hacer un nuevo medio. Allí plantea más opciones:

Para ser independientes no se puede hacer medios que sólo dependan de la publicidad sino que deben contar con un modelo de financiamiento o negocios mixto. En el cual sus lectores sean actores clave. Que sean socios y cómplices.

Algo por el estilo es lo que ha hecho eldiario.es en España, pidiendo a sus lectores que sean socios de la empresa y participen de la tarea de hacer mejor periodismo.

Por otra parte, un colega de Miguel y además profesor de la misma CUNY, Jeff Jarvis, aparece hablando de este tema en la última edición de la revista Dossier de la UDP, donde plantea que los medios deben plantearse de nuevo su rol, para llegar a las personas con lo que necesitan:

Mi precepto fundamental es que lo que Internet mata es el modelo de negocios de los medios de masas. Y con ellos la idea de una masa, que es invento de los medios; es decir, la idea de que hay un público indiferenciado que tratamos por igual. Alcanzar a la máxima cantidad de gente con el mismo producto, eso hacíamos porque es lo único que podíamos hacer. Pero así es como perdimos la confianza. Porque yo no soy lo mismo que el resto. No hay un público sino muchos públicos y comunidades. Ahora, gracias a Internet, esas comunidades pueden hablar y encontrarse, y darse cuenta de que nunca nadie les prestó atención. Tenemos que servir a la gente como individuos y como miembros de una comunidad, con relevancia, valor y empatía. Y para hacer eso, primero tenemos que escuchar.

Invertir en tecnología

Desde mi punto de vista, lo que está faltando en nuestra mirada de cómo financiar lo digital, es la tecnología.

Google y Facebook tienen una oferta de interés para quienes publican avisos, porque desde ambas plataformas se ofrece la capacidad de segmentar a la audiencia y mostrar avisos a quienes realmente están interesados en verlos. Eso permite que ellos puedan hablar de “conversión”, vale decir, de cuánta gente ha hecho click en los avisos y ha llegado hasta los avisadores para consultar, informarse o comprar.

En cambio, hasta ahora, los medios sólo han sido capaces de tener plataformas para mostrar el mismo aviso a todos quienes visitan el sitio web. De allí que lo que más hacemos quienes no usamos el ad-blocker de turno, sea buscar la forma de “saltar” o “cerrar” el aviso.

A eso se suma la necesidad de las agencias de vender “páginas vistas“: quién ofrezca más visitantes, más avisos se lleva. Eso, sin discriminar si lo que muestra son noticias reales o bien, historias con fotos de gatos (hay varias buenas) o recuentos de lo mejor o lo que no sabías de algo que no te interesa.

Es claro que se requiere hacer algo diferente, que mantenga la importancia del medio y permita hacer ofertas de valor a la audiencia que lo visita. Así como vamos, los medios están perdiendo relevancia y los usuarios la paciencia. Es necesario invertir en tecnología que ayude en la tarea. Es importante creer en la capacidad propia del medio. Y es muy relevante hacerlo luego.

¿Deben aprender a programar los periodistas?

La respuesta corta es: sí.

La respuesta larga es la misma, pero va con una historia. Soy periodista, pero no alcancé a usar computadores en la universidad porque me titulé en 1984, cuando aún no eran usados en las salas de clases (ni casi en ninguna otra parte). Aprendí a programar a fines de esa década. Cosas mínimas, realmente mínimas, pero que funcionaban a nivel de texto. Por ejemplo, trabajando en una empresa que hacía software, yo me encargaba de los manuales de usuario. Allí, entre programadores, aprendí a hacer el trabajo que se requería para que un texto apareciera en la pantalla correcta de cada aplicación (incluía programar y luego compilar).

¿Cómo aprendí? Leyendo manuales de usuario en inglés y dedicando tiempo a probar, con mucho ensayo y error. A mediados de los 90s, esas mismas dos habilidades (más tener acceso a Internet)  me permitieron hacer páginas y luego sitios web, usando editores de texto (incluso vi).

Gracias a todo lo anterior, salté a hacer otras cosas, aprendí a leer código, a entender y trabajar con bases de datos y a contar historias usando herramientas digitales, de manera bastante autónoma. Aunque (todavía) no sé programar de cero, tengo los elementos suficientes como para hacer lo que necesito, amigos a los cuales preguntar y toda la Internet que se pueda para aprender.

Sin embargo, aunque lo he considerado, hasta ahora no he tomado un curso para aprender formalmente a programar. Puede ser porque, aunque puedo programar algunas cosas, no quiero reemplazar a la persona que trabaja en equipo conmigo dedicado a construir software. Esa persona siempre me ofrecerá algo que complementará lo que quiero hacer y, por lo mismo, me parece que su aporte es crucial.

Pese a ello, a los periodistas (y diseñadores y otras profesiones que trabajan con contenidos) debo decirles que ustedes deben saber lo suficiente como para explicar qué necesitan, cómo lo necesitan y cuáles son los elementos de entrada y de salida, de lo que hay que programar. Si tienen eso claro, además sabrán a qué atenerse cuando reciban la respuesta habitual que da un programador ante una petición fuera de lo habitual: “eso no se puede hacer“.

Sí, siempre se puede. Claro, que depende de cuánto tiempo y de cuántos recursos estemos hablando.

Resumiendo: un periodista debe saber programar. De lo contrario, perderá oportunidades porque la tecnología permite hacer cosas, pero si se la conoce bien, las posibilidades de su uso se multiplican.

A propósito

En el horizonte hay una buena oportunidad para aprender algo interesante que mezcla programación y periodismo.

Es el curso “Building Bots for Journalism: Software You Talk With” que comienza el 12 de febrero y dura un mes (gratis y en inglés). Lo dictará John Keefe, de Quartz y quien ya ha trabajado en ese entorno y tiene el cargo de “Bot developer and product manager“. Su objetivo es enseñar a los alumnos a crear robots que “conversen de noticias” usando la voz, o sea, software que conversa. Es decir, y guardando las proporciones, la misma oportunidad que tuve hace casi 25 años cuando empezaba una tecnología nueva y que luego sería popular y conocida como “la web”.

Así que, a puro darle. Yo, al menos, estoy inscrito.

Imagen del curso para aprender a programar software que conversa
Imagen del curso para aprender a programar software que conversa