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Temas relacionados con Inteligencia Artificial y Periodismo.

Arréglame ese título y otras capacidades

Entre las cosas que hago habitualmente se encuentra la búsqueda de nueva información y la revisión de las capacidades de diferentes tipos de productos y aplicaciones para estar al día y tener mejor acceso a los temas de los que me interesa saber más. Incluyendo, por cierto, aquellos de los ni imaginaba que quería conocer.

En ese sentido, sigo echando de menos Google Reader que cumplía con ambas características de manera simple y precisa. Pero, lo cerraron. Veo que han pasado 10 años y no he logrado encontrarle una alternativa.

Desde esta semana estoy mirando Artifact. Ofrece tres capacidades: encontrar las noticias gratuitas más informativas, remover los títulos engañosos (conocido como clickbait) y usar inteligencia artificial para hacer resúmenes instantáneos.

Pantallas de Artifact: a la derecha el título original y la izquierda el título “arreglado” por la IA.

En la imagen de este ejemplo, se puede ver parte de lo que hace la aplicación. Toma un texto, le crea un nuevo título gracias a que extrae la parte que se esconde en el texto y la muestra como elemento destacado. Es decir, titula como se debería haber hecho desde el principio. Debo decir que si voy a leer ese texto es porque me interesa el acontecimiento, no porque la curiosidad me lleve a dar un click para saber más.

¿Cuál debería ser la forma seguir? Aunque mi formación me lleva a decir que lo que importa es la experiencia y por eso pido que no me escondan la información, sé que hay mecanismos para determinar qué título rinde más. Por ejemplo, un test A/B ayudaría a zanjar lo del rendimiento, si lo que se busca es tratar de obtener más visitas. Pero si es por contenido y compromiso con el usuario, me quedo con el título informativo, aunque lo haya puesto la IA.

Capacidades esperadas

Todo lo anterior, me lleva a seguir en la tarea de entender cómo deberían ser los medios y qué deberían ofrecer para generar una mejor experiencia en torno a la necesidad de estar informado.

Lo primero es a nivel general: entender qué necesitas. Esto implica que deben buscar la forma de aprender de la audiencia, a nivel personal, para capturar necesidades y ofrecer el conjunto de información que sea el más adecuado. Uno no siempre busca lo último, muchas veces necesita entender el mundo o tiene necesidades más amplias que no se resuelven con saber lo último que ha pasado.

Lo segundo es el contexto. Llego a gran parte de las cosas que me interesan conocer a través de una nota que explica lo último que ha ocurrido o que entrega un dato adicional a lo medular del hecho que estoy leyendo. Por lo mismo, me encantaría que se ofreciera siempre un resumen de lo que haya ocurrido. De más está decir que eso es una tarea que se puede automatizar con IA.

Lo tercero, es que me deben ayudar a separar lo real de lo falso. Los nuevos medios deberían ejercer el fact-check de manera nativa. No sólo contar lo nuevo que haya ocurrido, sino ayudar a divulgar lo que se ha demostrado que es falso.

Lo último, es la interacción a nivel individual. A partir de la nota actual, me gustaría que hubiera herramientas de apoyo: líneas de tiempo, listado de los protagonistas y mini biografías e, incluso, mapas conceptuales en video, para entender mejor lo que me intentan contar. Todo eso actualizado al momento en que lo estoy viendo, es decir, más tarea para la IA.

¿Qué harían los periodistas en este mundo? Pues, lo mejor que saben hacer: buscar historias y contarlas. En eso ningún computador les va a ganar. Finalmente, un medio que cumpla con todo esto va a encontrar a su audiencia y, a través de ella, los negocios que lo sustenten.

Las reglas de la inteligencia artificial

Es cuestión de tiempo para que la inteligencia artificial generativa (IA) se integre a nuestros espacios de información y sea usada para generar los contenidos habituales que nos describen el mundo.

El pasado 9 de junio, a través de un tweet el director digital de la radio BioBio, Christian Leal, anunció: “comenzamos a producir de forma diaria nuestra primera serie de notas generada a través de Inteligencia Artificial (IA), sin que un humano intervenga en absoluto en su publicación”​​.

El resultado era un informe del tiempo que, al menos ayer, comenzaba diciendo: “Según el reporte entregado por www.meteored.cl, el día de hoy martes 20 de junio de 2023, las condiciones climáticas para distintas comunas del país son…”; luego enumeraba, región por región, lo que se esperaba para el tiempo. Muy predecible, muy aburrido, muy maquinal. En su presentación no hay evidencia específica acerca de cómo fue generada.

De verdad, se agradece que la tarea de escribir algo tan rutinario no la tenga que hacer una persona. Aunque en realidad, la pregunta es si una persona se merece leer eso.

La mirada de The Guardian

Pero, sigamos. Una semana después de esa publicación y también en un tweet, Chris Moran, director de innovación del diario inglés The Guardian, dio a conocer que la publicación comenzaría a usar herramientas de este tipo para su trabajo. Sin embargo, para hacerlo se definieron tres principios: que sea en beneficio de los lectores, que sea para el beneficio de la misión del medio, de sus empleados o de la propia organización y, por último, que tenga respeto hacia quienes crean y son propietarios de contenidos.

Un elemento interesante de su propuesta es que indican “si deseamos incluir elementos significativos generados por IA en una pieza de trabajo, sólo lo haremos con una clara evidencia de un beneficio específico, con supervisión humana y el permiso explícito de una editor experimentado. Seremos transparentes con nuestros lectores cuando lo hagamos”. Además, dan algunos ejemplos de cuándo podrían usarlo: ayudar a los periodistas a trabajar con bases de datos grandes, apoyarlos a través de correcciones o sugerencias, en la creación de ideas para campañas de marketing o para reducir la actividad manual en procesos de negocios que sean muy demorosos.

La visión de Baeza-Yates

Finalmente, también en un tweet, el departamento de Ciencias de la Computaciòn de la U. de Chile nos acercó a un artículo del profesor Ricardo Baeza-Yates referido a la creación de contenidos con IA y que se acompaña con esta imagen:

Imagen del artículo del profesor Baeza-Yates que muestra fotos falsas creadas con inteligencia artificial

Entre varios elementos, el profesor indica que la creación de imágenes y videos falsos mediante esta tecnología “cambia drásticamente como interactuamos con información multimedial y en poco tiempo no sabremos qué es verdad y qué es mentira. Será el fin de la verdad digital como la conocemos hoy y potencialmente puede ser un golpe muy duro a la convivencia política y por ende la democracia”.

Pese a los riesgos, Baeza-Yates se muestra contrario a normar el uso de la tecnología y por eso indica que “tenemos que regular los problemas independientemente de la tecnología que se use para resolverlos”. Además, entrega 10 puntos sobre qué revisar al respecto, que podemos sintetizar en: más transparencia, más respeto a los autores y más pruebas antes de comenzar su uso.

Como dije antes, es cuestión de tiempo para que la IA sea nuestra redactora principal; hay que tomar las precauciones necesarias para que no sea la causa de más problemas que los que intenta remediar.

Aprender a hablar con un robot

La semana pasada dicté una clase sobre habilidades digitales para un grupo de alumnos de primer año de Periodismo. A partir de lo que preparé, más las preguntas y reflexiones que emergieron, podría decir que llegué a una conclusión en relación con las habilidades que habrá que desarrollar para sacarle provecho a las herramientas de inteligencia artificial (IA) que han surgido y que lo seguirán haciendo.

El tema va por aquí: hasta ahora los robots con los que estamos interactuando dependen del lenguaje para recibir las instrucciones de lo que queremos que hagan. Por lo tanto, existe una directa relación entre la calidad de lo que planteamos a través de nuestras palabras y los resultados que se obtienen.

En las nuevas versiones de ChatGPT, Dalle-E 2 y Midjourney (que he probado), como en las de Bing (que estoy probando) y Stable Difussion, mientras más detallada sea la solicitud, más certera será la respuesta que se entregue. Como las peticiones se llaman «prompt» en inglés -que podríamos traducir como instrucciones- ha surgido una verdadera área de especialización llamada prompt engeenering que se refiere a la capacidad de hacer peticiones a un software de este tipo, para que complete una tarea. De hecho, ya hay incluso «torpedos» (busca el nombre adecuado según tu país) para preguntarle mejor a ChatGPT.

Google también lo hace

Si bien Google echó a andar sólo ayer su participación en los chat con IA en Estados Unidos y Reino Unido, la empresa no es nueva en el uso de sistemas automatizados que aprenden. De hecho, desde el 2015 hay registro de que la está usando para apoyar la búsqueda y los resultados.

Esto me llevó a recordar que el uso de las palabras (es decir, saber preguntar) es una habilidad requerida para lograr que Google llegue a donde uno lo necesita. De hecho su modo de búsqueda avanzada consiste en un formulario en el que se pueden incluir o excluir palabras, además de usar filtros para hacer la búsqueda dentro de un mismo dominio, región geográfica, idioma o tipo de documento, por dar un par de ejemplos. Es decir, el propio buscador ofrece las herramientas para ayudar a preguntar mejor.

Incluso, uno de los consejos habituales es buscar la respuesta en lugar de escribir una pregunta. Así se conseguirá que Google ofrezca entre sus hallazgos, aquellos documentos que tengan escrita la frase a la que se necesita llegar (lo que se conoce), con la esperanza de que irá acompañada por el resto que se quiere obtener (lo que se desconoce). A eso el buscador, gracias a la IA, sumó capacidades como el apoyo contextual, las repuestas directas sin visitar el sitio que tiene la información y la revisión de lo que busca la comunidad que se interesa en el mismo tipo de consultas.

Palabras que dibujan

De acuerdo a lo que he visto, la mayor parte de los prompts se está aplicando en el caso de los modelos que generan imágenes a partir de instrucciones escritas. De allí que haya libros que recogen los mejores textos y las mejores formas para mejorar la interacción con Midjourney v5, Dalle-E 2 y Stable Diffusion.

Siguiendo esta misma línea de pensamiento, ¿se podría usar algo parecido para definir, por ejemplo, los mejores colores en torno a una emoción o una sensación, que de esa manera se conectara mejor con una audiencia? ¿Pedirle apoyo para elegir las palabras correctas para motivar a una audiencia específica y aumentar la conversión? ¿Sería una buena estrategia para producir una experiencia de usuario que ayudara a que las personas usuarias tuvieran mayor confianza en lo que se le muestra en un espacio digital?

Y dado que ya se hizo el experimento de pasar desde un wireframe a que ChatGPT-4 genere un sitio web, ¿será otra cosa que dejaremos de hacer a la antigua? ¿Estamos cerca de pasar de un concepto emocional a un producto funcional a través de la IA y que nuestro papel sólo sea hacer retoques y enmendar los errores visibles?

Para terminar, debo decir que las respuestas a estas preguntas llegarán a su debido tiempo. Estamos recién comenzando este camino y hay que darle tiempo para ver cuál es el mejor uso de estas herramientas. Pero que prometen, prometen.

Junten miedo, llegaron los robots

Llega marzo, empieza con toda seriedad el año en Chile. Así que vamos con un tema al que hay que ponerle atención porque tiene efectos que están dejando huellas. Se trata de la automatización de los trabajos, es decir, el reemplazo de las personas por tecnologías.

No hay que pensarlo exclusivamente como que hay robots en los puestos de trabajo, sino que el uso de diferentes tipos de mecanismos automáticos, permite que ciertas tareas sean realizadas mediante software y, gracias a eso, se gane en eficiencia. Esto ya ha pasado a lo largo de la historia, como el ejemplo que dimos hace unos boletines atrás: el uso de los semáforos en las intersecciones de las calles, en lugar de personas dirigiendo el tránsito.

El tema es que este cambio es tan silencioso, que casi no se nota. Un ejemplo que está escondido a plena vista es el de los bancos. ¿Hace cuánto que no vas al banco? En mi caso, desde antes de la pandemia, al menos. De hecho, cada vez hay menos personal y oficinas aunque el tamaño del negocio financiero se duplicó y un de las actividades típicas de una sucursal, como la petición de saldos y cartolas, se multiplicó por tres en ese período. Las cifras muestran que en diciembre de 2022 había 1.481 sucursales y en ellas trabajaban 55.467 personas, en 17 bancos. Para el mismo mes del año 2012 había 2.344 sucursales y 58.181 personas trabajando, para 24 bancos.

El estudio de la UDP

Hace unas semanas, en febrero, los investigadores José Acuña y Juan Bravo, del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales, desarrollaron un estudio titulado “Automatización: nuevas estimaciones para Chile” (PDF), donde calculan el riesgo de automatización para los ocupados de la economía chilena. Lo interesante es que analizan la evolución del empleo según riesgo de automatización en los años 2015, 2017 y 2020 (ver nota del DF).

Gráfico de DF.cl con los datos del estudio del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales.

Las malas noticias primero: “en los años 2015, 2017 y 2020 se repiten como relevantes dentro de los ocupados en alto riesgo de automatización ocupaciones como conductores de vehículos motorizados; vendedores de tiendas, almacenes y puestos; encargados del registro de materiales y transportes; operadores de instalaciones fijas y máquinas; y, vendedores de entradas y cajeros”.

¿Qué más encuentran?

Hay nuevos empleos: “se corroboran los patrones esperados asociados al proceso de avance tecnológico que sustituye tareas humanas, pues se destruye empleo en alto riesgo de automatización y se crea empleo en bajo riesgo de automatización”.

La rutina es un problema: mientras más rutinario es un trabajo, más alto es el riesgo de que sea automatizado.

Hay que seguir estudiando: “un funcionamiento eficiente del sistema de capacitación, formación continua y reconversión laboral es indispensable para evitar que los trabajadores se queden anclados en ocupaciones altamente reemplazables y sin las capacidades necesarias para poder adaptarse y seguir trabajando.”

Para cerrar, los números: es estudio indica que en 2020 el 25,6% de los ocupados estaba en alto riesgo de automatización, cifra ligeramente mayor al 24,8% observado en 2017, aunque menor al 29,7% exhibido en 2015.

No le creas

Imagen creada por inteligencia artificial: se nota en la mano del policía que aparece con seis dedos.

La imagen inicial luce real, pero es falsa. Ni siquiera porque sean actores tratando de entregar algún mensaje ideológico. Si miras la mano enguantada del policía, a la izquierda de la imagen, verás que tiene seis dedos. Fue creada con inteligencia artificial (AI).

Al momento actual la AI aún tiene problemas para producir imágenes en que aparezcan manos (suele poner más dedos o posiciones no humanas) y por eso es posible detectarlo. Este hecho fue destacado en una publicación por Nina Lamparski, jefa de AFP Factual, un servicio de verificación desarrollado por la agencia de noticias France Press. Aunque quien publicó la foto dio por hecho que se trataba de fotos reales, la periodista capturó el detalle y dio la alerta.

El uso de una nueva tecnología trae ventajas y problemas. El pasado 14 de febrero, en el diario El Mercurio venía un recuerdo de hace 100 años: en Punta Arenas le comunicaron a una mujer que su esposo había muerto en Santiago y que debía enviar dinero para el funeral. La estafa se hacía usando el telégrafo.

Ese recuerdo me lleva a uno personal: a fines de los 60 instalaron un teléfono en la casa de mi familia en Rancagua. Mi mamá nos reunió en torno al aparato para instruirnos sobre cómo contestar: qué responder y qué no decir nunca (por ejemplo, que los adultos no estaban en la casa). La razón era clara: alguien allá afuera nos quería hacer daño y con la información que entregábamos se hacía posible. 

Nuevas conversaciones

Pienso ahora en cuántos adultos tuvieron esa conversación respecto del computador y luego del celular.

Es complejo, porque la diversidad de actividades que se puede hacer con ambos, la cantidad de usos posibles y el volumen de información que se administra, representan un desafío mayor para la confianza y credibilidad respecto de quienes nos rodean.

Hay un rol personal a jugar aquí. Por un lado hay que tomar precauciones; lo básico es no compartir claves y cambiarlas con una frecuencia razonable; no entregar datos sensibles por redes sociales o en persona (por ejemplo, no dar el RUT); respaldar la información para enfrentar la pérdida, entre otras. 

Además hay que sospechar de cualquier información sin fuente de origen (por ejemplo, la foto del inicio de este boletín) ya que existe la posibilidad de que sea falsa. No importa si es demasiado buena o demasiado mala como para creerla; los algoritmos están diseñados para conseguir reacciones, por lo que siempre buscarán ofrecer aquello que te gusta o te molesta: si respondes, se cumplió el objetivo de la red social. En este mundo no hay casualidades, todo está programado. Por lo mismo, se hace necesario estar al día acerca de cómo funciona, para tratar de “educar al algoritmo” para que sea lo que uno quiere.

Una tarea a aprender en estos días es cómo verificar lo que vemos. Gracias a la iniciativa de diversos interesados, cada vez hay más espacios. Ya nombramos el de AFP, que incluso recibe peticiones para verificar noticias; en Chile sigo lo que hace Mala Espina y, en Argentina, miro habitualmente lo de Chequeado.

Todo lo anterior, cobra mayor importancia en esos días, cuando las empresas están anunciando que a partir de un futuro muy cercano sólo si pagas podrás acceder a la seguridad más completa de las aplicaciones, como anunciaron en la última semana Twitter y Meta.

Por lo anterior, es evidente que hay que educar(se) en tecnologías y mantener un sano escepticismo: no creer lo que sale en pantalla si no hay una fuente que lo verifique. Este es un llamado a sospechar de cada propuesta, como si fuera el telégrafo de hace un siglo o el teléfono de hace 50 años.

Siempre necesitas un sherpa

Pasé parte de mi niñez arriba de los cerros. Nada heroico, ninguna cumbre o recorrido memorable, pero me quedó el recuerdo de esa vida al aire libre. De mi papá aprendí nombres de plantas, pájaros y traté de hacer lo mismo en mi turno.

Recuerdo una vez en la orilla del río Claro, un poco más abajo de las 7 Tazas cuando, en una tarde soleada, un niño del lugar —un poco menor que nosotros— nos advirtió a mi hermano y a mí, que esa noche llovería fuerte. ¿Y cómo sabes eso?, preguntamos. Es que el río está sonando, explicó. La razón era extraña, especialmente porque cuando estás a la orilla de un río cordillerano, que baja rugiendo entre piedras, no logras escuchar nada más que el ruido del agua. Entonces, ¿qué sonido escuchaba él? No le creímos.

Esa noche una tormenta sorpresiva para nosotros, se llevó nuestra carpa flotando y escapamos ilesos, por poco.

Hacia el Everest

El próximo 29 de mayo se cumplirán 70 años desde que Edmund Hillary, un apicultor de Nueva Zelandia de 33 años que luego sería nombrado Sir, y el sherpa Tenzing Norgay llegaron a la cima del Everest. Lo que no sabía hasta que investigué para este boletín, era que el guía ya había participado en seis expediciones previas que intentaron subir, desde 1935 en adelante, y que el año previo había estado apenas a 250 metros de la cumbre con una expedición suiza.

Foto de The Guardian con los montañistas tras bajar del Everest.

No obstante, el nombre de Hillary es el más recordado en Occidente. El de Norgay, en Oriente. Tras la hazaña, él siguió en India, abrió una escuela de guías y se mantuvo fiel a la montaña, llevando grupos hacia las alturas.

Necesitamos sherpas

Como en mi pequeña historia en el río o en la gran historia del sherpa Norgay, aparece alguien que por los motivos que sean, ayuda a quien llega hasta el límite de lo que conoce y le permite entender lo que hay más allá, los riesgos y las posibilidades. Queda en manos de quien recibe el dato hacerse cargo de la información y tomar las medidas adecuadas.

Claro que para hacerlo, hay que estar atentos a las señales, a las advertencias y a los pequeños cambios que pueden servir como evidencia de lo que está por pasar.

En el mundo digital en el que vivo, estamos en ese momento. Viene un cambio enorme en la forma en que nos relacionamos con los computadores Esta semana, por ejemplo, ha estado llena de anuncios. Google y Bard. Bing y ChatGPT. Meta y su AI. El paisaje está a punto de cambiar y necesitamos entender por dónde sigue el camino. Más que nunca necesitamos de un sherpa que nos guíe. Mi consejo, abrir los ojos y buscarlo. También estoy en eso.

Por fin llegó el futuro

Hay tres leyes que rigen a los robots, según Asimov. Sobre ellas levantó un conjunto enorme de textos que vale la pena leer (por ejemplo, el cuento «La última pregunta«).

Esto va a propósito de una entrevista que dio hace unos días Sam Altman, el director ejecutivo de OpenAI —la empresa estrella de la inteligencia artificial por estos días—, en la que se refirió con detención a lo que está haciendo y al futuro de aplicaciones como ChatGPT, de la que hablamos hace poco.

Allí planteó un tema novedoso: las inteligencias digitales que se vayan programando en el futuro deberían tener la posibilidad de que se les entregue un marco de referencia de lo que pueden hacer; fuera de eso, no deberían actuar. Dijo: «las sociedades se tendrán que poner de acuerdo y generar leyes respecto de lo que las inteligencias artificiales nunca podrán hacer». Añadió que por tratarse de modelos de lenguaje, pueden entender un texto que les ponga reglas, bordes y límites. «Podemos decirles , estos son los valores a los cuales queremos que se apeguen», agregó. Sin embargo, también dijo que habrá diferentes sistemas en el mundo, cada uno con sus reglas.

O sea, lo de Asimov, puede quedar en un cuento.

Nuevas herramientas

En la misma entrevista, Altman aseguró que trabajarían para ofrecer herramientas que permitieran determinar si algo estaba escrito con un sistema automatizado.

De hecho, hoy mismo lo dieron a conocer. Lo probé de inmediato con el texto que usé en el post en el que hablé de esta tecnología y, lo reconoció como propio.

La pantalla muestra una imagen del sitio de Open AI ChatGPT que reconoce si un texto fue escrito por una AI.
ChatGPT reconoce su texto como escrito por una AI.

Ha pasado poco tiempo pero hemos vistos muchos cambios. Las alternativas que proveen los nuevos sistemas van a seguir apareciendo y así como nada, el futuro que esperábamos que apareciera se va a ir concretando de manera reconocible. Alcanzaremos a vivir el futuro que soñamos cuando niños, probablemente. Lo que a esta altura, no sé si será para bien o no. Habrá que ver.

Ideas millonarias

Imagen generada opr Dall-e2 con la instrucción: a painting of a fox sitting in a field at sunrise in the style of Claude Monet

Hablamos de AI no porque sea un tema especialmente entretenido (aunque lo es) sino porque su aparición y el análisis de lo que representa nos ayuda a arrojar luz sobre cómo la tecnología nos afecta y deja huella en nuestras vidas.

Lo primero que hay que decir es que todas las grandes corporaciones tecnológicas tienen sistemas basados en IA. TikTok la usa para recomendar videos y basa allí su éxito, que la llevó a superar a YouTube en número de visualizaciones. Meta la usa para generar videos, hacer traducciones y ofrecer mejores recomendaciones en Facebook e Instagram. Google ha mejorado permanentemente su buscador usando ese tipo de algoritmos. Microsoft la incluye en todos sus productos y desde 2019 es inversionista en OpenAI.

Por lo tanto, digamos que casi todo el mundo que usa un computador, ya usa la IA.

Miremos ahora al “nuevo” en este mundo que es la empresa OpenAI. Gracias a Dall-E, Whisper y ChatGPT ha llegado a estar en boca de todos por la simpleza de activar el sistema y llegar a resultados mediante un par de instrucciones entregadas en lenguaje natural, es decir, de la manera en que hablamos con “alguien”. Como si dentro del sistema hubiera una persona escuchando.

OpenAi es una empresa sin fines de lucro que se creó en 2015 para crear productos basados en inteligencia artificial de código abierto que permitieran que cualquier persona pudiera usarlos. Sin embargo, en 2019 decidieron crear un área de negocios para generar ingresos que les permitieran seguir invirtiendo en las plataformas que han presentado en los últimos años. Las mismas que ahora pretenden licenciar y vender.

Este cambio obliga a mirar hacia el pasado y preguntarse si antes hubo tecnologías relevantes que se entregaran sin cobrar algo a cambio. La respuesta es sí. La Web y el GPS son buenos ejemplos.

Volvamos: ¿existe riesgo al usar tecnologías como las que estamos comentando? Prefiero responder con las razones que se dieron para crear OpenAI: “Si todos tienen los poderes de la IA, entonces no habrá una sola persona o grupo de personas que puedan tener el superpoder de la AI”.

Y aquí es donde me preocupo. Estamos en ese momento. Imaginen esto: si la AI se incluye en un buscador, lo más seguro es que en lugar de recibir un grupo de enlaces entre los cuales elegir la mejor respuesta a la búsqueda (como es Google ahora), tendremos un párrafo con información en la que creeremos (al estilo de lo que hace ChatGPT). ¿Cómo saber si ese texto es la mejor respuesta o incluso, si es la correcta?

No es que haya que evitar la AI, pero creo que hay que revisar cómo estamos usando la tecnología. Como siempre, los avances tecnológicos son buenos pero hay cosas que es mejor no inventar. 

Así que a poner ojo en las novedades que surjan de mano de la AI.

Hablemos de alegría

La primera la podemos usar para los resultados de la encuesta del dueño de Twitter. Para usar otra expresión, esta vez española y muy antigua, fue por lana y volvió trasquilado.

La encuesta en Twitter sobre si Elon Musk debe seguir como CEO de la empresa.

Si existiera la segunda, la usaría hoy para hablar de los argentinos en general. Ayer y según el relato periodístico, varios millones salieron a las calles de Buenos Aires para esperar a su Selección de fútbol, que al mando de Lionel Messi, se tituló campeona del mundo en el Mundial de Qatar. Como dijo su entrenador, si Messi debía algo, ya quedó todo saldado. Tuve el privilegio de ver jugar (por TV) a Pelé en el Mundial del 70, a Maradona y ahora a Messi. Siento que todo lo que me dé el fútbol hacia adelante, será de yapa (palabra que en Chile y Perú significan algo añadido y por encima de lo que esperaba).

Lo que provoca TikTok

Siguiendo con esta misma idea, la mayor alegría es la inesperada y si me permiten seguir un hilo de ideas encadenadas, cuando llevamos ese concepto a los contenidos digitales (uno de los temas que me interesan), no hay nada mejor que descubrir gente interesante hablando de sus temas. Durante muchos años, desde el 2007 para ser preciso, he practicado eso a través de Twitter. Conocer ideas, tendencias, personas es el fuerte de la plataforma gracias a la tarea de curatoría que cada persona puede realizar. Es decir, elegir cuidadosamente entre muchas, aquellas voces que tienen algo para contar y que vale la pena escuchar. O, desde la perspectiva de este boletín, las huellas que es necesario seguir.

Sin embargo, leyendo un artículo de The New York Times que apareció ayer en la edición online y que saldrá recién el domingo en la impresa (así de «primero digital» actúan en ese diario), hay varias ideas acerca de TikTok, la red social de videos que está cambiando el panorama que parecía estar dominado sin contrapeso por las redes de Meta (Facebook e Instagram).

La portada del artículo sobre TikTok de The New York Times.

El foco de este reportaje es la historia de Zhang Yiming, fundador de ByteDance hace 10 años, la empresa china creadora de TikTok. Aunque mucho de lo que cuenta es acerca de temas políticos internos de Estados Unidos, me interesó el amplio reporteo acerca de cómo llegó a las soluciones que vertió en las plataformas que creó.

Desde su perspectiva, el usuario no quiere buscar datos y nuevos contenidos, quiere algo casi «mágico» (palabras mías) que le muestre lo que necesita ver en ese momento. ¿Cómo hacerlo? Vía inteligencia artificial preparada para recibir muchas consultas y entrenarse a partir de las elecciones de las personas. Más visitas, más datos, mejores sugerencias. Lo hizo primero con noticias a través de la app Jinri Toutiao y, con lo aprendido, puso el mismo esfuerzo detrás de TikTok.

Viendo lo que allí se cuenta, de nuevo aparece la inteligencia artificial como un factor de ventaja en el área de los contenidos digitales. Cada vez con más fuerza y como el elemento de cambio.

Para cerrar y a partir de los números que muestra TikTok, tengo la certeza de que la actitud predominante a futuro será confiar casi sin dudas en lo que una app pueda hacer por uno. Es decir, crecientemente dejaremos en manos de una plataforma el acceso a la alegría que esperamos recibir.

Hablar de alegría viene bien en esta semana que cierra en Navidad. Por eso me parece adecuado hacerlo compartiendo mi certeza de que no será una app la que nos reconforte cuando lo necesitemos. Como usuarios de las plataformas debemos tener claro que ese mecanismo, antiguo por cierto, de conversar y conectar frente a frente con las personas será más duradero y más interesante que lo que una pantalla pueda dar.

Pese a ello, aprovecho que conectamos a través de una pantalla para desearte una Feliz Navidad.

Lo que dejaremos de hacer (vía Newsletter)

Nota: esta es la versión para el newsletter del post de ayer.

Que las máquinas ocupan espacio designados antes a los humanos es algo que no debería mirarse con sorpresa, porque lleva mucho rato ocurriendo. El ejemplo más cercano son los semáforos, ¿no? esas máquinas tan básicas y que trabajan sin descanso en tanto haya electricidad han logrado generar confianza en las ciudades y, aunque con altibajos, logran ofrecer viajes seguros. Mucho mejor que si el tráfico lo dirigiera una persona sujeta al cansancio, el enojo y las inclemencias del clima.

A propósito de esto, abordé el tema en una charla que di durante la semana pasada a un grupo de personas que trabajan en colegios. Ellos se quedaron asombrados ante la explicación de lo que puede hacer ChatGPT, porque de manera simple escribe en español acerca de lo que preguntes.

Para revisar cómo lo hacía, hice y publiqué un par de pruebas acerca de información de escritores chilenos y creo que se abre un espacio nuevo que nos lleva a plantearnos qué cosas dejaremos de hacer debido a la inteligencia artificial. ¿Será la redacción una de ellas?

La imagen muestra la nota de The Guardian sobre ChatGPT.
La mejor nota

Mis pruebas se suman a muchas otras. Por ejemplo el diario The Guardian recoge las historias de profesores que declaran que si un alumno les hubiera entregado respuestas escritas por esa aplicación no sólo habrían sido incapaces de determinar si habían sido generadas de esa manera, sino les habrían puesto la nota máxima. Así de bien escribe.

El algoritmo te dirige

Todo esto nos deja frente a un futuro para el que no tenemos muchas pistas. Como lo anoté la semana pasada, aprender a manejar algoritmos será una tarea que todos deberemos realizar, ya que gran parte de nuestra relación con el mundo será a través de lo que nos presente un software en una pantalla.

Por ejemplo, luego de leer el libro «El enemigo conoce el sistema«, de Marta Peirano, me di cuenta que cada vez que entraba a una red social me encontraba con algo que me motivaba a reaccionar. Era como si a propósito me hiciera enojar o indignarme.

Ella lo explica así: «La indignación es la heroína de las redes sociales. Es más viral que los gatitos, más potente que el chocolate, más veloz que el olor a galletas, más intoxicante que el alcohol. Genera más dopamina que ninguna otra cosa porque nos convence que somos buenas personas y, encima, de que tenemos razón. (…) Es un sentimiento que nos define como personas buenas y que demanda justicia, venganza y mucha atención. Queremos compartir la llama con todas las personas del mundo para que sus sentimientos validen los nuestros con comentarios, likes y retuits».

Hay inteligencias artificiales allá afuera (Google, Meta, Apple y Microsoft, más OpenAI, tienen su propia versión) que van a intentar hacer lo mejor para ti. Y me parece que cada vez más, tendremos que tener cuidado de esas buenas intenciones.

Hasta aquí por hoy. Gracias por seguirme y nos vemos la semana próxima.