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¿Por qué los enlaces son azules?

Me encantó esta historia que apareció esta semana en el blog de Mozilla y que responde la pregunta del título.

Mediante una investigación larga y con muchas pantallas como ejemplo, la diseñadora de interacción Elise Blanchard revisa la historia de diferentes aplicaciones para descubrir de dónde y cuándo apareció se tomó la decisión de que los hiperenlaces debían ser de color azul.

Por ejemplo, cuando nace el navegador Mosaic en enero de 1993, el primero que se usó para navegar la web, los enlaces ya eran azules. Por lo mismo, relata que «para entender realmente el origen y la evolución de los hipervínculos, hice un viaje a través de la historia de la tecnología y las interfaces para explorar cómo se manejaban los enlaces antes de los monitores en color y cómo las interfaces y los hipervínculos evolucionaron rápidamente una vez que el color se convirtió en una opción».

Con ejemplos de pantallas, con los nombres y fechas de las aplicaciones (alerta de spoiler desde aquí) llega hasta las aplicaciones de los años 80 para descubrir que en el Windows 1.0 de 1985 se subrayaban los enlaces, se usaba el color azul para destacar objetos de la interfaz y el hover para ciertas acciones.

La imagen muestra dos pantallas de Windows 1.0, con las ventanas de la zona de Ayuda.
La imagen muestra la zona de Ayuda de Windows que se creaba con un lenguaje de marcado.

En una nota personal puedo contar que uno de mis primeros trabajos relacionados con el mundo de las publicaciones digitales ocurrió a comienzos de los años 90 cuando tuve que documentar software y escribir sus manuales; como derivación de lo mismo, aprendí a desarrollar el espacio de Ayuda que se desplegaba al presionar F1. Ese fue mi primer encuentro con algo equivalente al HTML, en el que comenzaría a trabajar en el 95.

Volviendo al relato de Elise Blanchard, cuando sale Windows 3.1 en abril de 1992 se emplea el azul para diferentes aspectos relacionados con la interacción, como por ejemplo, para marcar el color del ícono que hubiera sido seleccionado.

Por ello, el momento exacto llega en abril de 1993, cuando en una nota a la versión 0.13 de Mosaic se informa:

La imagen muestra la información de la bitácora de cambios de Mosaic se refiere a los colores de enlaces.
La información de la bitácora de cambios de Mosaic se refiere a los colores de enlaces.

Desde allí en adelante y hasta la llegada del CSS y su reinterpretación de cómo mostrar la interacción, el azul fue un elemento normal para los enlaces, tal como el hecho de que estuvieran subrayados y que cambiaran de color una vez que la acción se había producido, para marcar el cambio de estado.

En su conclusión, ella explica:

Creo que la verdadera razón por la que tenemos hipervínculos azules es simplemente porque los monitores en color se estaban haciendo más populares en esa época. El producto Mosaic también se hizo popular, y los hipervínculos azules le acompañaron. Mosaic apareció en una época importante en la que el soporte de los monitores en color estaba cambiando; el estándar era que los hipervínculos utilizaran texto negro con algún tipo de subrayado, estado hover o borde. Mosaic optó por utilizar el azul, y eligió portar su navegador para múltiples sistemas operativos. Esto ayudó a que Mosaic se convirtiera en el navegador estándar para el uso de Internet, y ayudó a consolidar su interfaz de usuario como el lenguaje por defecto para interactuar con la web.

Sólo Internet permite hacer esto

Usando.info, el sitio que ustedes tienen la amabilidad de visitar y que yo tengo la alegría de mantener, se hace gracias a Internet. Aunque suene obvio, déjenme explicar algo de la forma en que trabaja este sitio. Primero, el sitio se escribe en Santiago de Chile. Para publicar empleo dos administradores de contenidos: Blogger que está en algún lugar del mundo donde Google lo ha puesto y un segundo que está instalado junto a una base de datos, en Miami donde está el servidor web de 1Patagonia.com que es mi proveedor de hosting, cuyas oficinas están en la calle Bilbao de Coyhaique, XI Región (el sur de verdad, en Chile). Por eso digo que sin Internet, esta mezcla no sería ni posible, ni viable.

Rodgers y Vanessa posan en una foto tomada en el Queulat
Rodgers y Vanessa posan en una foto tomada en el Queulat.

Bueno, todos estos datos llegan a raíz de varios cambios de infraestructura que ha tenido el hosting y este sitio en las últimas dos semanas. Quien ha logrado que el cambio sea sin mayores contratiempos es Rodgers Hermosilla (en la foto junto a su novia Vanessa, con la que planea casarse el próximo febrero), ingeniero en Gestión Informática en Inacap Temuco, quien hace 11 años vive en el sur del sur y que siempre está atento a lo que hacemos. Nos hemos visto una vez al año gracias a las iniciativas de Pato Astorga (esperamos la siguiente) y siempre está listo para ayudar, así que, desde acá, gracias Rod.

Una mirada hacia el futuro

Gordon Moore era director de una empresa que hacía procesadores cuando describió en 1965 la ley que llevaría su nombre. Esta indicaba que cada año los procesadores doblarían su capacidad de procesamiento. Luego la revisó y predijo que cada 18 meses ocurriría este fenómeno. Al poco tiempo, junto a sus colegas Robert Noyce y Andy Grove fundó Intel y desde allí comenzaron a hacer circuitos integrados con los que dieron origen al primer computador. Tras eso, la historia es más conocida.

Los hechos le han dado la razón a Moore y su ley y eso fue una de las causas por las cuales el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, le otorgó en julio pasado la “Medalla Presidencial de la Libertad”, el más alto reconocimiento del gobierno a un civil.

No obstante, en una entrevista, tras haber asistido a la ceremonia en la Casa Blanca, Moore fue cauto al hablar del futuro.

“Doblar el número de procesadores es un proceso que se hará lento con el tiempo, porque uno se topa con el hecho de que los materiales están hechos de átomos”, explicó.

Y al dar esta explicación, Moore metió de lleno a la computación en otro ámbito que ha ido avanzando silenciosamente, pero no por eso menos rápido. Se trata de la nanotecnología, o la tecnología de fabricar objetos cuya dimensión se mide en átomos.

Para entenderlo, hay que ir por partes. Primero pensemos en un milímetro, que es la milésima parte de un metro. Si dividimos ese milímetro en mil partes, cada una se llamará micrón. Y si dividimos el micrón en mil partes, obtendremos un nanómetro… es decir, la millonésima parte de un milímetro. Así de chico. Tanto, que en un nanómetro apenas caben entre 3 y 5 átomos.

Si medimos con estas unidades lo que ocurre dentro de un procesador de computador, veremos que los Pentium trabajaban a 0.35 micrones, es decir, a 350 nanómetros. Actualmente se trabaja en 100 nanómetros e Intel anunció el pasado 19 de septiembre que había comenzado a trabajar en la tecnología 3-D que funciona en 30 nanómetros y que mostrará sus primeros resultados en siete a ocho años más.

Lo interesante de este descubrimiento se da en dos ámbitos. El primero es que la tecnología 3-D funciona en tres dimensiones, por lo cual los transistores tienen volumen y por lo tanto pueden transportar señales por arriba y por ambos costados, a diferencia de la tecnología actual en que lo hacen sólo por la parte superior. Y eso significa que esos dispositivos sólo pueden enviar señales por un lado, mientras que los 3-D lo harán por tres lados, triplicando su capacidad y dándole razón nuevamente a Moore.

El segundo ámbito es que al llegar a esa época –hablamos del año 2010- se estará trabajando ya a escala atómica, donde, hasta ahora, es imposible hacer divisiones que permitan seguir generando más espacios de crecimiento.

¿Habremos llegado entonces al fin de la ley de Moore? Probablemente. Pero, y he aquí lo interesante de esto, el propio Moore creía que no se podría avanzar a un nivel más fino de 300 micrones. Pero la investigación probó lo contrario.

Entonces, tiempo al tiempo, que la innovación tiene aún mucho que decir.

¿Quieres saber más?

En defensa de la Nueva Economía

Discusiones más o menos, la Nueva Economía es un concepto que no recibe demasiado análisis en los días que vivimos, por dos motivos principales. Uno, porque ya se considera algo superado debido a que no supo mantener el valor que había generado en la Bolsa de Valores. Y, dos, como consecuencia de lo anterior, trae demasiados malos recuerdos a tantos que se ilusionaron en torno a él, que más vale dejarlo atrás, como el día que barre con las pesadillas de la víspera.

Pero es interesante volver a este concepto, para entender si algo de valor le queda. Lo primero es partir por la definición. Se entendió por Nueva Economía, al conjunto de compañías ligadas a la explotación comercial de Internet (las punto-com), que mediante su cotización en la Bolsa de Valores Nasdaq de Estados Unidos, generaron fortunas por la especulación en torno al precio futuro que alcanzarían. El nombre se anteponía a la Vieja Economía, compuesta por empresas que transaban productos “físicos”, es decir, que se podían ver y tocar, que generaban flujo de caja y a las cuales se podía ir a fin de año para ver cuántas utilidades habían generado.

Las punto-com en cambio, sólo eran máquinas montadas en torno a una buena idea –casi siempre-, a las cuales un par de inversionistas habían dotado de capital operativo y de las que se esperaba flujos futuros. No estaba claro el modelo de negocios que permitiría alcanzar esas utilidades, pero todo el mundo suponía que en su momento llegaría. Como se demoró y la paciencia comenzó a fallar, los inversionistas pararon el capital y las empresas comenzaron a cerrar. Y como ellas lo hicieron, quien dependía de esos ingresos –medios de comunicación, proveedores de computadores y tecnología, la bolsa en último término-, siguieron la caída.

Visto lo anterior, hay que ser bastante optimista para suponer que de eso, es decir de la Nueva Economía, se puede extraer algo positivo. Pero, aunque no quiero pecar de optimista, sí lo hay. Para demostrarlo, sólo hay que ir a la base de esas compañías y entender cuál era la apuesta que hizo a muchos poner más de lo que tenían, para levantar esas compañías. Además del legítimo afán de tener estacionado un Lamborghini en la puerta de la casa, era la confianza de saber que Internet provee una serie nueva de herramientas, que facilita la comunicación entre las personas y que la plataforma tecnológica que encabezan los computadores y que continúa más allá, con las redes y otros elementos físicos de comunicación, corresponde a una forma más barata y asequible de estar en contacto e intercambiar bienes y servicios, ya no dentro de la ciudad o el país, sino más allá de las fronteras físicas o mentales de cada comunidad. Y más aún, esta serie de herramientas que llegaron de la mano de las compañías basadas en Internet no cayeron junto con ellas, sino que se han quedado, completamente validadas por sus beneficios.

¿Enfrente de qué estamos entonces? Pues de algo parecido a la máquina a vapor, o a la electricidad. A la primera le tomó 100 años en ser adoptada globalmente e influir directamente en una mayor productividad. A la segunda, más de 80. Porque en ambos casos, se tomaba la forma de trabajo anterior y se le aplicaba la nueva tecnología, con lo cual no se obtenía el máximo provecho que generaba el cambio, sino que sólo una parte de él.

Pues la Nueva Economía, que nace de esta nueva tecnología la estamos comenzando a ver. Cuando declaramos impuestos desde la casa o la oficina, sin movernos. Cuando vamos al banco, compramos o regalamos desde una pantalla, ganando tiempo e información a un menor costo. Es decir, cuando cambia el paradigma. Eso es lo que está pasando en esos días y desde este momento hay que estar atento a los negocios que surgirán. Porque en esas compañías, sí se debe invertir.

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