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Posts sobre el diario The New York Times

Ofrecer noticias y hacer negocio con eso ¿Se puede?

Luego de hablar la semana pasada sobre The New York Times y su trabajo de 10 años en el mundo digital, planteamos algunas condiciones para que eso estuviera ocurriendo. Se resumen en estrategia, buenos contenidos, tecnología adecuada y foco en experiencia de usuario.

Aunque parece ser un proyecto que se puede hacer en cualquier parte, es claro que no se trata de un modelo fácil de repetir. De allí que no haya muchos otros casos. En español, los más publicitados con resultados similares son El País en España (casi 300 mil suscriptores digitales) y Clarín en Argentina (700 mil suscriptores digitales).

Aprovechemos que he logrado acceder a más información del segundo para revisar lo que ha hecho.

Isamel Nafria muestra la portada de su libro sobre Clarín en la nota de Fundación Gabo.

Ismael Nafria (en la foto), quien ya hizo un libro detallando el caso del NYT, ahora está publicitando un trabajo similar en torno a Clarín. Con acceso a información amplia de parte de la empresa, tiene la oportunidad de mostrar más allá de lo aparente.

Por eso es interesante lo que declara en una entrevista con Fundación Gabo, acerca del cambio de modelo de negocios del diario:

Una de las cosas que me explicaron para el libro y que me llamó mucho la atención era el cambio de filosofía de la compañía: antes era un negocio muy B2B, donde había unos clientes que eran los anunciantes. Ahora, es mucho más un negocio B2C, dirigido al consumidor, primero con el Club 365 y luego con el registro y las suscripciones. Han pasado, por así decirlo, de unos pocos centenares de clientes a centenares de miles, y eso es un cambio muy importante en la filosofía y en el día a día de la empresa.

Ese conocimiento lo han canalizado a través de un equipo especializado en análisis de big data, que les ha ayudado a entender cómo se consumen los contenidos. Agrega:

Fruto de ese conocimiento cada vez más detallado de los usuarios es la orientación que se ha hecho en la producción de contenidos, con dos planteamientos muy claros: por un lado, la producción de contenidos pensados para captar y retener a los suscriptores. Para eso hay equipos dedicados y trabajan con un concepto llamado “la nota decisiva”.

Habla el director operativo

Otra fuente para entender lo que ocurre en Clarín es Emilio Basavilbaso, director de Operaciones de AGEA, empresa editora de Clarín. Lo entrevistaron en Taipei a mitad del año pasado, ocasión en que la empresa recibió un premio mundial por su estrategia de suscripciones, entregado por WAN IFRA, la asociación que reúne a las compañías editoras de diarios y sitios de noticias más importantes del mundo.

Allí contó que estaban en el segundo año de un plan de tres, para llegar a 1 millón de suscriptores.

«Hace cuatro o cinco años, empezamos con un modelo de suscripción, y sólo el 20% de nuestros ingresos procedían del negocio digital. Ahora podemos decir que ganamos más dinero en el negocio digital que en el impreso. Y dentro de cuatro o cinco años, la unidad digital representará el 80% de nuestros ingresos», afirmó.

Su modo de trabajo es un muro de pago inteligente (smart paywall). Es decir, que se adapta a lo que la persona haya visto, la frecuencia de sus visitas y otros aspectos parecidos. Explica: “Pero sabemos que los artículos que convierten, que atraen suscriptores, son más largos. Tienen una media de 1.500 palabras. Sabemos que proceden generalmente de opiniones económicas y políticas. Sabemos que tienen que estar firmados. Pero estamos aprendiendo mucho con todos estos datos.”

Tal como en NYT, en el estudio de los datos que dejan quienes llegan al contenido está el secreto. Esa parece ser la clave para tomar decisiones que empujen el negocio.

¿Todos pueden ser como The New York Times?

En mayo de 2014, es decir hace casi 10 años, se filtró un documento que iba a ser clave en el periodismo digital. Se trató de Innovation y fue producido por un equipo de alto nivel dentro del diario The New York Times, con el objetivo de establecer una estrategia para avanzar en el camino no sólo de hacer un diario digital, sino de transformar la empresa en una de ese tipo.

En esa época dije que era una tarea imposible si no eras ese diario. Creo que con los años se ha demostrado eso.

La imagen muestra la entrevista publicada en el sitio web del Reuters Institute, con una foto de A.G. Sulzberger.

El líder del equipo que creó ese documento, Arthur Gregg Sulzberger, fue entrevistado por Eduardo Suárez del Reuters Institute. Allí revisa el hito de los 10 años y responde qué funcionó, qué falló y qué sigue para ese diario que ya tiene casi 10 millones de suscriptores en el mundo (me incluyo), números operativos azules, prestigio como medio de prensa internacional y va por más.

Algunos puntos relevantes de la entrevista (en inglés y en español):

  • Sulzberger fue reportero. Le preguntan qué es lo extraña de esa actividad. Explica: “el reporteo tiene ese equilibrio mágico entre aprendizaje y enseñanza. Te sitúa en el mundo, hablando con la gente, empapándote de la complejidad del mundo y comprometiéndote con las fuerzas que le dan forma. Y luego te sumerge en un proceso más solitario y creativo para encontrar la mejor manera de compartir lo que has aprendido”.
  • Sobre Innovation – “La gente pensaba que era un documento que miraba al futuro. Pero era un documento cultural y se trataba simplemente de intentar crear las condiciones para que la gente dejara de decir no al cambio”.
  • ¿Errores? – “Me equivoqué en muchas cosas. La mayor, sospecho, es que nos inclinamos demasiado hacia las redes sociales”.
  • Gente que paga contenidos – El aumento de las suscripciones no fue sólo por la elección de Donald Trump, sino porque Netflix y Spotify “convencieron al público mundial de que estaba bien sacar la tarjeta de crédito para pagar un servicio en lugar de bienes”.
  • Cobertura imparcial – “Así que no creo en ese viejo adagio que dice ‘si ambas partes están enfadadas, significa que estás haciendo algo bien’. Es demasiado simplista y rebuscado. Pero sí creo que en un conflicto como este, cualquier cobertura independiente, justa y completa inevitablemente enfadaría a ambas partes, y nuestro trabajo consiste en tratar de ignorar eso en la medida de lo posible y, en su lugar, trabajar cada día para asegurarnos de que cubrimos toda la historia de la forma más completa y justa posible”.
  • Trump a la justicia y Biden muy viejo – “Pero ambas cosas son ciertas y el público necesita saberlas. Y si se exagera a una parte o se resta importancia a la otra, ninguna parte tiene motivos para confiar en ti a largo plazo”.
¿Qué se necesita para ser NYT?

Si uno mira el documento a diez años plazo y toma en cuenta esta entrevista, desde mi perspectiva hay un par de lecciones que se mantienen ciertas. 

  1. Para cambiar necesitas una alta dirección que crea en transformar el negocio, no sólo en hacer un medio. Que ellos obliguen a todos alinearse en el nuevo rumbo.
  2. Lo digital es tecnológico. Muchos de los cambios en NYT surgieron porque hubo personas que entendieron de tecnología y estaban en los puestos que les permitieron adoptar caminos concretos apoyados en software y procesos.
  3. La experiencia de usuario es una herramienta clave y hay que ponerla al centro, para entender las necesidades de la audiencia y desde allí tomar las decisiones. Lo demás llega como consecuencia, incluso los buenos negocios.

Creo que esas tres decisiones son la clave y explican lo que estamos viendo. En los casos locales de medios que he conocido y que han explorado este camino, no han logrado juntar esas determinaciones para hacer el cambio. De allí sus magros resultados.

Redes sociales con signos de advertencia

Hace una semana en el Senado de EE.UU. hubo una audiencia pública sobre el efecto de las redes sociales, con los principales representantes de ellas en la sala. Asistieron familiares de personas víctimas de su actividad e, incluso, hubo públicas peticiones de disculpas (En el NYT hay videos de ese momento).

Se llegó a frases grandilocuentes, como cuando se le dijo a Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta, que tenía sus manos manchadas con sangre lo que fue seguido por aplausos en las tribunas. «Usted tiene un producto que está matando gente», le dijeron en su cara.

Pero después, no pasó nada.

Mark Zuckerberg aparece en las páginas del diario The New York Times.
Mark Zuckerberg aparece en las páginas del diario The New York Times.

La idea es que en ese país se apruebe la llamada «Kids Online Safety Act«, una ley que busca la protección de niños que usen redes sociales, aunque hay una discusión abierta de cómo afectaría la libertad de expresión. Al menos en la audiencia, a la que asistieron los ejecutivos de las empresas Meta, TikTok, Discord, Snap y X, los representantes de las dos últimas estuvieron de acuerdo en apoyar la ley. Si es que llega a promulgarse.

Denuncia

Hay que recordar que todo el movimiento en relación con el rol de las redes sociales en niños y adolescentes tiene gran parte de su fundamento en las propias investigaciones hechas al interior de las empresas que las desarrollan. De hecho, Frances Haugen consiguió recopilar esa información mientras trabajaba al interior de Facebook; su denuncia del 2018 aún está siendo investigada y llevó a una causa judicial impulsada por varios estados.

La evidencia está y, al parecer, queda tiempo para que se tomen decisiones. Sin embargo, pareciera ser que a futuro el consumo de este tipo de contenidos deberá hacerse bajo advertencia, como las del alcohol y el cigarrillo.

Consumir redes sociales puede ser peligroso para la salud. Lo más seguro es que la aparición de los sellos de advertencia sean un primer paso adecuado.

Avísame que eres un robot

No es algo que esté pasando todos los días y de manera habitual, pero sí hay señales que llevan a pensar que llegaremos a un momento en que se logre distinguir lo que está hecho por humanos respecto de aquello que es producto de un software. 

Pero esto no va a ocurrir gracias a nuestras habilidades, sino que porque creo que avanzamos a un espacio en que el contenido sintético tendrá marcas distintivas.

Hay que reconocer que pasamos hace mucho rato la barrera de pensar en que podemos distinguir lo artificial con solo verlo.

De hecho, en el NYT hay una prueba para distinguir rostros de personas (ver imagen siguiente). Te muestran 10 imágenes y debes adivinar si estás frente a una foto hecha por una persona o por un software. No acerté en 7 casos. Y eso que traté de agudizar todos los sentidos posibles.

La imagen muestra el test de The New York Times para decidir si la imagen fue creada por un humano o una máquina.

Por ese motivo están comenzado este tipo de acciones que buscan un cambio. Por ejemplo, a comienzos de mes se anunció en Japón que Nikon, Sony Group y Canon (90% del mercado) están desarrollando una tecnología para cámaras fotográficas que incrusta una firma digital en las imágenes, con el objetivo de que puedan ser distinguidas de otras creadas sólo por software, sin intervención humana. En la misma noticia se indicaba que Google comenzó a hacer algo parecido con las imágenes que genera su inteligencia artificial.

Soy humano y lo muestro

En este mismo camino se puede leer lo que presentó ayer el diario The New York Times, que se suma a lo que han hecho otros en el pasado. Destacar que las personas que escriben sus noticias son humanos, con historias y experiencias propias, que han recorrido el mundo y que llegan a contarlo.

Para eso desarrollaron un sistema que permite mostrar el curriculum de quien escribe. Eso se destaca de manera amplia junto a las noticias y se apoya con una página para cada autor, con detalles interesantes, la forma de tomar contacto, sus redes sociales y el listado de noticias previas que haya publicado. Por ejemplo, Motoko Rich, la jefa de la oficina en Japón (varias de sus notas están en español).

Hay quienes comentan que esta nueva característica busca estar en línea con las nuevas directrices de SEO de Google (llamadas EEAT), que premia el contenido original y a los creadores especializados. Puede ser, pero también quiero creer que este gesto de relevar lo humano es importante.

Sigo en esto con la idea de que es mejor destacar el trabajo de las personas y que los medios, especialistas en adaptarse a las circunstancias de un mercado que le es adverso, van a surgir si logran contar historias que las personas de la audiencia quieran seguir. 

Creo que allí está el desafío. Todo lo demás que se genere por medios automáticos será producción amplia y vacía, como ese scroll infinito que vas a ver hoy en tu red social favorita y que luego de mantenerte muchos minutos muy ocupado, no te dejará más que la sensación de perder el tiempo. Allí es donde hay que trabajar. Hay tiempo disponible en las audiencias; sólo hay que provocar el interés para ofrecerles algo que valga la pena mirar e interactuar.

Para cerrar, espero que a futuro las notas que veamos tengan marcas claras. Esto fue hecho por fulano o mengana, humanos. Esto por la máquina “aquella”. A cada uno su mérito, su atención y el tiempo que merece.

Viejito pascuero acuérdate de mí

Sigo en la tarea de estudiar cómo se cuentan las historias en los nuevos medios digitales que vamos utilizando por estos días.

Pero, debido a un par de ejemplos que me llegaron durante la época de la Navidad, creo que vale la pena hacer una detención para pensar un poco en las palabras que usamos para contar esas historias.

Comencemos por este gráfico que doy por verdadero, que muestra que sólo en Chile se le llama con el nombre de “Viejito Pascuero” a Papá Noel. Es decir, somos únicos en el mundo en esta denominación, que según reviso, viene de una mención comercial:

¿Por qué se le llama Viejito Pascuero en Chile? Según historiadores nacionales, el nombre tiene su origen en 1905, tras una campaña realizada por una juguetería llamada Bazar Alemán. La figura del personaje de barba blanca y traje rojo estaba en las vitrinas del local, uno de los primeros en hacerlo en aquella época. Debido a que en Chile la Navidad también es conocida como Pascua, el personaje recibió el apodo de «Pascuero», lo que sumado con su avanzada edad, le significó el apodo de «Viejito Pascuero».

Sigamos por los chilenismos. Como desde hace algunos días he vuelto a escuchar 31 minutos, me hizo sentido que hace algún tiempo ese gran medio que es Pictoline publicara un verdadero homenaje a los 20 años del programa infantil, con esta imagen que desmenuza las palabras que se usan en las canciones  (como taco, curao o pololo) y que, por un tiempo, sólo los chilenos podían entender.

Imagen de una publicación de Pictoline que destaca los chilenismos usados en el programa infantil 31 Minutos.

En todo caso, el completo sitio web de 31 minutos ya se había hecho cargo del tema, con su propio diccionario de chilenismos, disponible desde 2021. Aunque allí se explica que, por supuesto, “no son necesariamente son todas las acepciones que existen de cada expresión, así que tenga cuidado”. O sea, use con precaución.

Usabilidad internacional

¿Por qué me interesa el tema? Pues porque desde hace mucho tiempo  (por ejemplo,este artículo publicado por Nielsen en 1996) hay una preocupación general por hacer que los contenidos  que se publican puedan ser entendidos por personas de otras áreas del mundo. Es decir, quienes no comparten el contexto de obviedad que representa compartir el lugar de origen del autor.

Por ejemplo, para acercarlo a un medio que utilizo habitualmente como ejemplo, como es el diario The New York Times, en esta época suele ofrecer una gran cantidad de datos  de todo tipo para personas que deben enfrentar el frío del invierno del hemisferio norte. Pero, si parte  de la audiencia ya no está en el país de origen del medio, ¿sigue siendo válido usar esa referencia de temparatura para todo?

El idioma del autor

Otro caso para darle más fuerza a este concepto es que en muchos casos hay libros, sitios web o incluso newsletters, escritos en el idioma local del autor, lo que obliga a buscar explicaciones más allá de lo que uno está leyendo. Sí, aumenta el léxico de quien se esfuerza, pero pone a prueba la paciencia de quien busca la información.

Esta semana, por citar tres ejemplos latinoamericanos, encontré en un libro esta frase:

…aunque el libro sea malo desde el principio hasta el final, solo dará la tabarra un ratito…

Me perdí en tabarra. Tuve que salirme del papel y pasar a un diccionario online para entender y seguir.

Luego en un newsletter literario al que estoy suscrito, venía esto:

Sí, era una buena novela, pero comparada con [otro título de novela] era chancay de a medio.

Tal cual, no conocía esa unidad de medida.

Por último, en otro envío de un newsletter leí este dato:

La prepaga te arranca una libra de carne todos los meses, siempre que tengas una prepaga.

Sí, se trata de un término relacionado con la salud.

En fin, ejemplos abundan. Se entienden y si no, se buscan. Pero me da la sensación de que cuando se trabaja en un medio digital, ofrecer la explicación en un enlace o mediante algún artilugio tipo tooltip, sería parte de lo que hay que diseñar teniendo en mente a la persona que usa el contenido que publicamos.

Quien lo lea estará agradecida y entenderá que nuestra preocupación es sumar a su experiencia. Con eso, el esfuerzo queda recompensado.

PD: Termina el año, por lo que aprovecho de desearles lo mejor para todo lo que sigue. Un abrazo.

IA para periodistas: límites y tareas

Si algo ha cambiado en el último año ha sido el panorama de lo que ofrece la inteligencia artificial (IA) para la generación de contenidos digitales. Desde la aparición de ChatGPT en noviembre pasado, ha habido una sucesión de anuncios, cambios y tomas de posición respecto de la tecnología que ha sido tan rápido, que vale la pena parar un poquito para entender dónde y cómo estamos.

Así que aquí vamos con ese intento.

Lo primero: estamos en la mitad de un proceso que comenzó hace muchos años. La IA no apareció este año sino que es una tecnología con historia, que ha evolucionado y que continuará haciéndolo. Marta Peirano ofrece un artículo en que narra este proceso de manera muy completa, por lo que aconsejo leerla para ver cómo avanza y lo que se espera hacia adelante.

Impacta lo que ella avizora:

Para liberar al mundo del trabajo pesado, la muerte prematura, las enfermedades autoinmunes y la crisis climática, la industria requiere sacrificios que no son compatibles con la sostenibilidad del planeta ni con el mantenimiento de los derechos fundamentales que caracterizan una democracia. Ese es el peligro existencial de la inteligencia artificial.

Marta Peirano.

Respecto de qué es la IA en este momento y la manera en que puede utilizarse, creo que lo mejor que ha salido es la guía de Prodigioso Volcán (PDF), una empresa de comunicaciones española, que logró entender qué hacer y cómo subirse a este tema. En “IA para Periodistas, una herramienta por explotar” (2020) ofrece explicaciones simples y directas.

Por ejemplo, su definición de la tecnología: «Inteligencia artificial” (IA) implica enseñar a las máquinas a desempeñar labores complejas que hasta ahora sólo podían hacer humanos.

En este video, el recientemente fallecido Mario Tascón explica la guía, durante una charla que dio para la Fundación Gabo en octubre de 2020.

Desafíos no faltan

Como todo se está desenvolviendo y expandiendo casi en simultáneo con la aparición de la tecnología, no queda mucho tiempo para entender qué es y, además, usarla y debatir sobre qué puede hacerse sobre ella.

Por ejemplo, desde septiembre pasado hay un curso en proceso para periodistas por parte de la Fundación Knight Ridder titulado “Cómo usar ChatGPT y otras herramientas de IA generativa en tu redacción”. Más de 3 mil personas están en clases (conmigo incluido) tratando de entender qué hacer y cómo sacarle provecho a las nuevas herramientas.

Mientras eso pasa, medios como The New York Times decidieron bloquear el acceso a los sistemas que recuperan información de manera automática, también conocido como scrapping, para evitar que su información se pueda usar para entrenar los modelos de lenguajes (ChatGPT, entre ellos). La idea es que si quieres usar ese tipo de datos, tienes que pagar, parece ser el mensaje. 

Quien consiguió un acuerdo con OpenAI fue la agencia AP, que en agosto pasado informó que permitirá que ChatGPT use sus contenidos. Previo a eso, en abril pasado la agencia de contenidos financieros Bloomberg anunció que también había llegado a un acuerdo para crear su propio modelo, al que llamó BloombergGPT. Ambas empresas han sostenido que seguirán trabajando con periodistas humanos.

También hay que decir que las mismas son las que más han automatizado la creación de contenidos, incluso antes de la aparición de la AI del último tiempo. Eso porque los contenidos ligados a las finanzas, fueron los primeros candidatos a ese proceso. Ejemplos en ese camino son los que venía entregando la empresa española Narrativa desde hace años.

Por lo tanto, tenemos que hacernos cargo de que habrá impacto; no se puede desconocer.

La publicación Gizmodo en Español, dedicada a diversos temas incluyendo tecnología, anunció a comienzos de septiembre pasado que estaba comenzando a usar IA para traducir, al incluir un aviso al final de los textos que indica: «este contenido ha sido traducido automáticamente del material original».

Quienes se dedicaban a esas tareas fueron despedidos (por ejemplo, así lo explicó Matías, un ex-redactor: una IA me quitó el trabajo, literalmente).

Va a seguir ocurriendo. Por eso hay que prepararse. En un buen artículo sobre el rol de los periodistas ante la IA, Jordi Pérez de El País, lo explica de la forma más clara que he leído hasta ahora:

Sería conveniente que cada periodista piense en cuál es el grueso de su trabajo y valore cuánto de ese contenido puede empezar a automatizarse. Cada periodista y cada redacción deberá decidir sus límites. Los ajustes serán inevitables.

Jordi Pérez.

Estamos avisados.

Lo que sabemos de contenidos digitales

Desde que empecé a trabajar en contenidos digitales tuve la necesidad de entender tanto los materiales como los métodos de producción. La premisa inicial a mediados de los 90s era que si bien se trataba de contenidos, había que adaptarlos a los materiales en que se iba a presentar y ofrecerlos de acuerdo a las necesidades de las personas que lo iban a consumir.

Con el paso del tiempo adoptamos la arquitectura de la información como el método para organizarla, la experiencia de usuario como el mecanismo para ofrecerla y la usabilidad como la medida de la calidad de lo que estaba ocurriendo en la pantalla. Esos tres conceptos siguen estando vigente y, con algunas mejoras y adaptaciones, las seguimos enseñando y presentando a quienes se internan en estos ámbitos.

Asimismo, hay otros elementos permanentes que se siguen enseñando con algunas adaptaciones. Por ejemplo, que las personas leen poco y por eso hay que escribir de acuerdo a esa realidad. Que la tipografía aparece como un material clave para ayudar a la lectura. Que los enlaces son el material mínimo indispensable para contar historias. Y que se debe pensar en el negocio, ya que hacer sostenible la práctica de la profesión es lo único que permitirá su supervivencia.

El gráfico muestra el paywall de The New York Times, que es la guía de la industria.
Aprender lo nuevo

Lo que ha cambiado y que para este curso constituye material nuevo, es el uso de nuevas tecnologías para crear contenidos, como son los modelos de lenguaje e inteligencia artificial para crear textos o imágenes.

Otro aspecto al que hay que darle espacio es el rol que tiene la desinformación y fake news en la forma en que las personas entienden el mundo, llevamos muchos años enfrentando el problema y pocos resolviendo ese tema.

Adicional a esto hay que abordar el concepto de estrategia de contenidos, cuyo objetivo es vincular lo que se muestra y entrega en la web y redes sociales, con los objetivos que tiene el negocio del que habla la información.

Pero, lo central y a lo que hay que dedicar tiempo, es a la necesidad de contar mejores historias. Quizás sea lo más relevante que vamos a trabajar y aunque esté al final, sea lo que tenga la mayor prioridad. Las historias son las que nos mueven, por ellas vivimos, creemos y avanzamos en la vida. Así que, sin más, que comience el semestre. 

Spoiler: no leas lo que sigue

Me gusta la palabra spoiler (en español espóiler) porque representa muy bien un significado complejo: revelación de detalles de la trama de una obra de ficción. Al buscar su traducción no da la misma sensación, porque se propone destripar como su significado.

Pero, sigamos. La idea que surgió tras ver esa película esta semana fue que sería interesante hacer algo atractivo en contenidos cuando aparece algún tipo de información que requiere de aclaraciones, pero que me gustaría leer después de haber experimentado los datos más relevantes. Es decir, evitar los espóiler que le quiten la gracia al relato.

Entonces, imaginen esto. Una crítica de películas que tenga un punto de entrada que ofrezca una lectura sin espóiler o con espóiler. Si se elige el primero, no quiero que me comenten la trama ni me cuenten nada que me arruine la experiencia antes de tenerla. En cambio, lo segundo, ayuda a complementar lo que ya se sabe porque agrega información y ofrece más perspectivas a lo que ya se conoce.

Algunos ejemplos

A raíz de la película Oppenheimer el diario The New York Times se la juega por una solución atractiva con su guía gráfica para entender a los personajes que aparecen referenciados. De hecho la presentan de esa manera: “Aquí hay una guía para ayudarte a realizar un seguimiento de los personajes y eventos de la vida real de la película”.

Lo entretenido es que hace una mezcla interesante: muestra las actrices y actores de la película pero hace referencia a las y los personajes de la vida real.

¿Cuál es su único problema? Está lleno de spoiler y no los declara. Deberían hacerlo.

La imagene muestra la publicación sobre Murakami en el diario The Guardian

Otro caso en esta misma línea lo entrega el diario The Guardian con la sección “Dónde comenzar con” (Where to start with) que ofrece una guía para iniciar la lectura de un escritor clásico. Se trata de textos cortos que ayudan a entender a un autor con explicaciones simples de su biografía y referencias a sus obras más populares.

Por ejemplo, en el caso de Murakami (del que he estado leyendo en los últimos meses) que fue el destacado de la semana pasada, sugieren comenzar por Tokio Blues (Norwegian Wood) y seguir por la Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (The Wind-Up Bird Chronicle).

En síntesis, la idea de que un medio se transforme en un apoyo en la exploración del mundo que nos interesa es una tarea que vale la pena intentar. Creo además que se podría hacer una oferta de información para “antes” de entrar a un tema (sin ningún adelanto que arruine las sorpresas); otra diferente que ayude al tiempo que podíamos llamar “durante” y que apoya la revisión del mismo y, finalmente, una guía más definitiva para el “después”, que incluya todas las revelaciones abiertas y a la vista.

De esa manera se estaría cumpliendo el rol de ser una compañía permanente para entender y disfrutar con entusiasmo lo que sea de tu interés.

Dos ejemplos de baja tecnología y alto impacto

Como parte habitual de mi trabajo está la búsqueda de nuevas herramientas y capacidades que le den soporte y le aporten sentido y valor a las narraciones que se hacen mediante plataformas digitales. Por lo mismo, me encanta cuando encuentro ejemplos de espacios en los que se usan tecnologías de baja intensidad pero de alto impacto.

Pero antes de seguir, digamos que por “baja intensidad” me refiero a aquellas capacidades que no se toman toda la pantalla sino que generan interacciones a nivel mínimo y a medida que la persona va consumiendo el contenido. Un ejemplo contrario, es decir de alta intensidad, sería algo como Snowfall o la revisión política del vecindario en que vives. En ambos casos, la historia se cuenta alrededor de la tecnología.

En los casos que me interesa destacar en esta entrega, los gestos técnicos ayudan a contar la historia y le aportan elementos de valor, pero lo importante es que lo que se relata no se construye en torno a un prodigio de software sino que se apoya en esa capacidad. Y esa diferencia me parece interesante.

Dos ejemplos recientes

Los dos ejemplos de este tipo vienen de publicaciones realizadas hace algunos días en The New York Times, un medio que sigo con interés por su calidad de contenidos y su capacidad de innovación permanente.

El primero es The Art of Translation que narra la permanente lucha de los traductores por llevar un texto de un idioma a otro. La gracia de su actividad es que dudan mucho y eso es lo que recoge el artículo y, gracias a su capacidad tecnológica, se reproduce esa tensión permanente entre el autor y el texto. De hecho, desde el título en adelante, está presente lo complejo de su tarea.

La imagen muestra un ejemplo del artículo sobre cómo se hacen las traducciones.

El segundo es el artículo How the Manga Was Translated for America que cuenta cómo se han presentado en Estados Unidos las obras de Manga, que es el nombre que reciben las historietas ilustradas de origen japonés. Lo interesante en este caso es que se utiliza la información gráfica de manera creativa, partiendo desde el hecho de que los libros japoneses se leen de atrás hacia adelante como que los globos con los textos de los relatos se escriben de arriba hacia abajo y no de izquierda a derecha.

La imagen muestra una parte del artículo sobre cómo se traducen las historietas japonesas.

Lo interesante es que en ambos casos la interacción que se ofrece genera una conversación entre el contenido y la persona que va siguiendo el relato, que es impulsado y facilitado por pequeños gestos interactivos.

Creo que este tipo de elementos son los que hacen la diferencia y que van permitiendo ofrecer una nueva gramática digital que le saca todo el provecho posible a las capacidades que la tecnología le agrega a las características del relato.

La necesidad de transparencia en los medios

Un par de experiencias de los últimos días han mostrado el rol que juega la transparencia de los medios de comunicación cuando están cumpliendo la tarea de ser quienes nos cuentan qué pasa en el mundo.

Cada vez que lo hacen se juegan la confianza que tiene en ellos la audiencia que los utiliza y, por lo mismo, cualquier error tiene un efecto inmediato.La primera y más cercana evidencia en este sentido es la tormenta que está viviendo por estos días The New York Times, debido al cierre de su sección de deportes para dejar la responsabilidad de esa cobertura al sitio The Athletic, que cubre deportes y que fue comprado por la empresa hace un año.

¿Cómo nos enteramos? Además de lo que se conoce por muchas vías, lo supimos gracias a la cobertura del propio medio que lo informa como si se tratara de cualquier hecho noticioso ajeno a ellos. Por ejemplo, detalla que los periodistas le enviaron una carta al dueño, que se juntaron con él y, como corresponde, ofrece trascendidos de ese encuentro.

Además, a través de los comentarios del artículo, es posible llegar a más datos y avanzar en el conocimiento del hecho. Es decir, el artículo se transforma en el punto de partida para entender el contexto, incluyendo la discusión sobre el sindicato y las pérdidas financieras ligadas al negocio. Informan aunque les afecte hacerlo.

Otra experiencia similar fue cuando la Defensora del Lector del diario “El País” de España criticó a su propia aplicación móvil, por ofrecer una mala experiencia de usuario. Escribió al respecto:  “¿Es suficiente el esfuerzo para asegurar que el canal principal de lectura de los suscriptores sea una buena herramienta y se convierta en una vía de captación y fidelización en vez de en lo contrario? Esta defensora cree que no. A día de hoy, la aplicación no está a la altura de sus lectores”.

Esclavos en The Guardian

Un caso más extremo es lo que hizo el diario inglés The Guardian en marzo de este año, al publicar una serie llamada Cotton Capital que fue el resultado de una investigación histórica de dos años de duración para descubrir las relaciones entre los fundadores del diario y la esclavitud. Su foco fue la relación entre John Edward Taylor, que fundó The Guardian en 1821, con negocios ligados a la esclavitud o bien, con socios que hubieran sacado provecho de esa ella.

Imagen del reportaje de The Guardian sobre los lazos de sus fundadores con la esclavitud.

La Dra. Cassandra Gooptar, historiadora y especialista en el tema y quien estuvo a cargo del proyecto, concluyó que nueve de los 11 financistas iniciales del diario “tenían diversos vínculos con la esclavitud transatlántica, a través de la cual generaron su riqueza. Esta investigación se suma a un corpus cada vez mayor de trabajos en este campo. Espero que sirva de trampolín para otros estudios que tengan como eje central las vidas y las historias de las personas esclavizadas”.

¿Por qué decidieron investigar esto? Pues, porque como resultado del movimiento Black Lives Matter en 2020, muchas organizaciones decidieron revisar su pasado para entender su relación con la esclavitud y el colonialismo. En el artículo en que explican esto, añaden: “The Guardian estuvo a la vanguardia de la información sobre este extraordinario movimiento, pero no podía hacerlo sin mirarse también a sí mismo.”

Como resultado, la empresa dueña pidió perdón por su pasado y comprometió diversas acciones en relación con esa situación, incluyendo financiamiento para acciones concretas.

¿Cómo andamos por casa?

La verdad es que en Chile no hay mucho que mostrar sobre transparencia –en este estilo–, porque los ejemplos casi no existen; salvo Ciper que ofrece muchos datos acerca de cómo se financia y la manera en que trabaja, no hay otros casos de este tipo.

Ahora, si miramos la vara alta que deja el diario inglés, ni siquiera nos acercamos al necesario “pedir perdón” por el rol que los medios jugaron en su momento en la historia nacional.

Un artículo escrito por profesores de Periodismo de la UC para responder a la pregunta “¿Cómo contribuyó la prensa al quiebre de la democracia chilena?”, recoge una reflexión de la «Comisión de Verdad y Reconciliación», establecida en 1990 para investigar las violaciones a los derechos humanos en la dictadura:

«Finalmente, no puede olvidarse –en la descripción de la fase última de la crisis, 1970-1973– el papel jugado por los medios de comunicación. No en todos ellos, pero sí en algunos, especialmente escritos, de vasta difusión –y de ambos bandos–, la destrucción de la persona moral de los adversarios alcanzó límites increíbles, y se recurrió para ello a todas las armas. Presentada así en ambos extremos, la figura del enemigo político como despreciable, su aniquilamiento físico parecía justiciero, si no necesario, y no pocas veces se llamó a él abiertamente»

Dado que vamos a cumplir 50 años de ese período y que subsisten varios medios de comunicación de esa época, cabe preguntarse: ¿se ha avanzado por parte de los propios medios en entender la responsabilidad que tuvieron? ¿Se han planteado ellos mismos la responsabilidad actual que tienen respecto de la democracia? Hasta ahora su silencio responde a esa pregunta.