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Las reglas de la inteligencia artificial

Es cuestión de tiempo para que la inteligencia artificial generativa (IA) se integre a nuestros espacios de información y sea usada para generar los contenidos habituales que nos describen el mundo.

El pasado 9 de junio, a través de un tweet el director digital de la radio BioBio, Christian Leal, anunció: “comenzamos a producir de forma diaria nuestra primera serie de notas generada a través de Inteligencia Artificial (IA), sin que un humano intervenga en absoluto en su publicación”​​.

El resultado era un informe del tiempo que, al menos ayer, comenzaba diciendo: “Según el reporte entregado por www.meteored.cl, el día de hoy martes 20 de junio de 2023, las condiciones climáticas para distintas comunas del país son…”; luego enumeraba, región por región, lo que se esperaba para el tiempo. Muy predecible, muy aburrido, muy maquinal. En su presentación no hay evidencia específica acerca de cómo fue generada.

De verdad, se agradece que la tarea de escribir algo tan rutinario no la tenga que hacer una persona. Aunque en realidad, la pregunta es si una persona se merece leer eso.

La mirada de The Guardian

Pero, sigamos. Una semana después de esa publicación y también en un tweet, Chris Moran, director de innovación del diario inglés The Guardian, dio a conocer que la publicación comenzaría a usar herramientas de este tipo para su trabajo. Sin embargo, para hacerlo se definieron tres principios: que sea en beneficio de los lectores, que sea para el beneficio de la misión del medio, de sus empleados o de la propia organización y, por último, que tenga respeto hacia quienes crean y son propietarios de contenidos.

Un elemento interesante de su propuesta es que indican “si deseamos incluir elementos significativos generados por IA en una pieza de trabajo, sólo lo haremos con una clara evidencia de un beneficio específico, con supervisión humana y el permiso explícito de una editor experimentado. Seremos transparentes con nuestros lectores cuando lo hagamos”. Además, dan algunos ejemplos de cuándo podrían usarlo: ayudar a los periodistas a trabajar con bases de datos grandes, apoyarlos a través de correcciones o sugerencias, en la creación de ideas para campañas de marketing o para reducir la actividad manual en procesos de negocios que sean muy demorosos.

La visión de Baeza-Yates

Finalmente, también en un tweet, el departamento de Ciencias de la Computaciòn de la U. de Chile nos acercó a un artículo del profesor Ricardo Baeza-Yates referido a la creación de contenidos con IA y que se acompaña con esta imagen:

Imagen del artículo del profesor Baeza-Yates que muestra fotos falsas creadas con inteligencia artificial

Entre varios elementos, el profesor indica que la creación de imágenes y videos falsos mediante esta tecnología “cambia drásticamente como interactuamos con información multimedial y en poco tiempo no sabremos qué es verdad y qué es mentira. Será el fin de la verdad digital como la conocemos hoy y potencialmente puede ser un golpe muy duro a la convivencia política y por ende la democracia”.

Pese a los riesgos, Baeza-Yates se muestra contrario a normar el uso de la tecnología y por eso indica que “tenemos que regular los problemas independientemente de la tecnología que se use para resolverlos”. Además, entrega 10 puntos sobre qué revisar al respecto, que podemos sintetizar en: más transparencia, más respeto a los autores y más pruebas antes de comenzar su uso.

Como dije antes, es cuestión de tiempo para que la IA sea nuestra redactora principal; hay que tomar las precauciones necesarias para que no sea la causa de más problemas que los que intenta remediar.

El raro arte de esconder la información

En las últimas semanas me ha tocado revisar en clases los conceptos de estrategia y diseño de contenidos, que son tan centrales para quienes trabajan en las tareas de generar información para espacios digitales. Gracias a las enseñanzas de Halvorson y Winters, se busca vincular lo que se muestra y entrega en la web y redes sociales, con los objetivos que tiene el negocio del que habla la información.

Con tanta evidencia y enseñanza a la vista, cuesta creer cuando se ve esta tendencia (que amenaza con ser algo permanente) consistente en esconder la información mediante un mensaje críptico que da la idea de que hay algo importante para ver. Luego, sólo si la persona interesada cumple con una serie de condiciones puede acceder: tiene que ver un mensaje en una red social, seguir un enlace, despejar la serie de publicidades y ofertas de suscripción a las alertas hasta, por fin, llegar a la zona con la información en que se responde a la inquietud inicial. Muchas veces sólo para descubrir que tanto esfuerzo no valió la pena.

Todo lo anterior ha llevado a una suerte de trabajo doble por parte de quienes crean contenidos: no sólo tienen que ser interesantes, sino que deben perfeccionar el arte de esconder la información para tentar a quienes pudieran estar interesados. Es decir, se gasta más tiempo en producir el engaño que en la misión central: ayudar a la audiencia a llegar a su destino y posicionarnos como quienes les proporcionaron ese apoyo.

¿Cuál es la tarea?

Hay un desafío al informar porque se produce un acuerdo entre personas. Por un lado hay quien tiene información y es considerado como una fuente adecuada por alguien, que decide obtener de sus manos lo que necesita saber. Ambos se juntan y llegan a un pacto tácito: me das un dato y te pago con atención. Si el dato es más valioso, es posible que pueda dar algo más, como mis datos personales. Ambas partes entienden que hay un valor en lo que entregan.

Sin embargo, si ocurre lo de esconder la información que mencionaba antes, parte del acuerdo deja de funcionar. Si me ofreces algo que no tienes, a través de un título que sugiere algo que no se cumple, puede que caiga la primera vez. Si lo repites, pongo en duda la credibilidad que tenía hacia ti. Y, al estilo de Pedrito y el lobo (a propósito, esta versión es de lujo), te dejo de creer y decido no visitar lo que me ofrezcas, porque para qué perder el tiempo contigo.

Estamos en momentos en que el tiempo de las personas es clave, por lo que hay que evitar ofrecerles una experiencia que sea una pérdida en ese sentido. 

Manu Chatlani, un especialista en contenido digital lo dice fuerte y claro: “lo que vende es un buen contenido, y para hacer un buen contenido hay que saber contar una buena historia“. La forma de hacerlo depende de muchos factores que van desde tipos de plataforma hasta métodos de redacción. Para no ir más lejos dos aportes para lograrlo: lo que TikTok entiende por estrategia de contenidos y la mirada que ofrece Axios acerca de cómo escribir mejor.

Como se aprecia, esconder contenidos no es el camino. Contar buenas historias, sí. Esa es la tarea: construir confianza a través de contenidos útiles y usables.

Lo que nos dejó BuzzFeed News

En las últimas semanas ha habido noticias en torno a BuzzFeed News, el brazo periodístico del sitio BuzzFeed, debido a que ya no seguirá teniendo el financiamiento que le permitía seguir trabajando. Con un déficit millonario anual, su permanencia no era posible y su CEO, Jonah Peretti anunció su cierre.

Este semestre estoy enseñando un curso a futuros periodistas llamado Gestión de Medios (acerca de cómo crear proyectos sostenibles) y esta historia llega en el momento justo para ilustrar lo que estamos revisando: el modelo de negocios.

Quien estuvo a cargo del proyecto desde el 2012 fue Ben Smith, quien en un artículo muy revelador publicado en Semafor (el sitio de noticias que dirige ahora) cuenta qué lograron y en qué se equivocaron. En lo central, dice:

Hoy se escribirá mucho sobre los errores comerciales de BuzzFeed y algunos de sus competidores. Insider también anunció el jueves que despedirá personal. Lo que lamento es no haber alineado desde el principio un negocio fuerte con nuestras operaciones de noticias, algo de lo que sabía poco y en lo que no era particularmente bueno. Obviamente, Peretti tiene razón en que él, y nosotros, podríamos haberlo gestionado mejor.

Algo interesante sobre Smith es que puso toda la historia que hizo en BuzzFeed News en un libro (Traffic), por lo que habrá que conseguirlo para ver esos detalles sabrosos.

Los otros problemas

Pero sigamos. Además de los negocios, ¿dónde más hubo problemas? Hay varios autores hablando del tema, por lo que elegí a tres de ellos que permiten hacerse una idea y sacar lecciones.

BuzzFeed innovó en varios aspectos en lo referido a cómo contar historias. A lo largo de su historia escribí acerca de cómo planteaba nuevas formas de redactar, como las listicles, y la forma en que se apoyaba en las redes sociales para conseguir llevar a la audiencia a sus contenidos, midiendo todo lo que hacía.

Sin embargo, ese apoyo probó ser insuficiente. Según Jacob Donnelly, que dedica tiempo y esfuerzo a entender la industria de medios digitales, el tráfico que se recibe de las redes es impredecible, como también lo es el tipo de avisaje que llega por esa vía. Desde su perspectiva, “BuzzFeed News nunca obtuvo un reconocimiento real como marca” y eso se nota en que el 84% de sus usuarios llegaba a sus páginas desde el sitio de alguien más (36% de enlaces referidos, 31% de búsqueda orgánica y 17% de redes sociales) y sólo un 15% lo hacía directo a sus páginas. En comparación, medios como The New York Times y The Wall Street Journal recibían un 59% y 58% de tráfico directo, respectivamente.

Sigue explicando que la gente va a los medios cada día por costumbre:

Desgraciadamente para BuzzFeed News, sólo recibía tráfico si ocurría algo grande. De lo contrario, nadie tenía en mente ver lo que BuzzFeed News estaba informando ese día. Y eso importa. Porque sin ese flujo regular de gente que llega a tu sitio por voluntad propia, estás atrapado en el juego de las plataformas y en la esperanza de que te lleven tráfico. Eso se acabó. Facebook y Twitter luchan cada vez más por mantener a la gente en sus plataformas. No quieren que la gente se vaya.

Por lo mismo, Donnelly plantea que esto es el término de una era: “Cualquier empresa que pretenda construir un gran negocio a partir de tácticas que funcionaron hace cinco años se va a encontrar con un duro despertar. Es hora de construir marcas, pero eso lleva tiempo. Por eso los grandes nombres de hace veinte años siguen siéndolo hoy”.

Escala y redes

El segundo analista es Josh Marshall, fundador del sitio de análisis de noticias Talking Points Memo. Su mirada llega de la perspectiva de cómo se hace un negocio, para explicar, en un artículo publicado por The Atlantic, que todo lo que vemos demuestra que “la publicación de noticias es un negocio difícil. Requiere encontrar un nicho desatendido, ofrecer un servicio único y establecer una relación duradera con una clientela específica. Pero en realidad no difiere de la mayoría de las formas de comercio: factible, pero difícil; potencialmente rentable, pero por lo general no tanto”.

Desde su perspectiva lo que falló fue la escala: los negocios que se abrieron en este esquema no fueron lo suficientemente grandes como para funcionar de manera sostenible.

Por último, la mirada de Darío Gallo, editor de Infobae.com, quien desde hace años se mostró crítico del modelo propuesto por BuzzFeed News: “​​En junio de 2015 escribí por qué fracasaba Buzzfeed en su incursión en las noticias, por qué los medios se equivocaron en el pasado y seguirían haciéndolo si no protegían el valor de sus marcas (SEO y redes mal hechos las afectan)”.

En un hilo publicado a fines de marzo lo reiteró:

Pasaron siete años para que todo esté más claro, y el NYT sigue desprendiéndose con elegancia del SEO y redes, mientras en el mundo muchísimos medios siguen contratando SEO y redes. ¿Quieren hacer diferencia? Contraten buenos editores, contraten buenos periodistas.

Una enorme lección la de este medio, que, esperamos, permitirá a los que quedan darle una vuelta y revisar muy bien lo que están haciendo.

Palabras para un final

Uno de mis hobbies desde que estudié Periodismo en los años 80 es la fotografía. Después de las clases con Juan Domingo Marinello y Peter Hirsch, mis siguientes maestros fueron las revistas que de tanto en tanto llegaban a mis manos. Y desde hace muchos años, la casi única fuente de información a la que acudí fue una revista digital: dpreview.com.

La pantalla de resultados de búsqueda en dpreview.com

Nació como independiente el siglo pasado y después la compró Amazon, misma empresa que ahora la cierra por cambio en sus prioridades. No importó que sea uno de los 150 sitios más vistos en la Internet, que tenga un gran canal de Youtube y amplias redes sociales y que se haya ganado el respeto de la comunidad, que participa ampliamente gracias a su cobertura. El 10 de abril se congela por un tiempo y según el comunicado final, luego se termina. Una gran pena.

Razones de mi interés

La primera fue la calidad de la información. He seguido por años una cámara: la Fujifilm X100; lo he hecho desde que no tenía letra adicional (luego fue S, T, F, hasta ahora que es V) a través del sitio. Vi sus especificaciones, explicaciones, comparativas, fotos y videos de muestra. Y es la cámara que sin duda compraré, algún día, cuando tenga más tiempo para tomar fotos del que tengo hoy. Todo eso me lo entregó el sitio web con calidad y a tiempo.

Además, en este aspecto, el sitio ofrece dos características muy relevantes que le dan mucha fuerza a la experiencia que le ofrecen a las personas usuarias: la forma en que ordenan los resultados de cualquier búsqueda y la manera en que formatean los textos cuando analizan una cámara. Son dos lecciones de alto nivel, que guardaré como buenos ejemplos para un futuro libro sobre cómo se escribe y presentan contenidos en formatos digitales.

La segunda, la calidad de la interacción. El sitio ofrecía diversas herramientas para realizar acciones a partir del contenido que mostraba. Entre ellas la más interesante era la capacidad de comparar una cámara con otras similares. En el caso de la que me interesaba, las competidoras más tradicionales eran la Ricoh GR III y algunos de los modelos básicos de Leica. Lo bueno en este apartado, es que por mucho tiempo la oferta de elementos interactivos para trabajar con la información superaba lo que se estaba haciendo en diferentes sitios web.

La tercera, la calidad de la comunidad que se juntó alrededor del contenido y la interacción. Porque una gran cantidad de fotógrafos se juntó a comentar de cámaras, fotos y videos, permitiendo ver cada modelo en acción, con las posibilidad de conocer a gente que estaba haciendo cosas interesantes con la misma cámara que uno buscaba.

La cuarta y última, como comenté al comienzo, el gran uso de las redes sociales para apoyar su producto principal, en particular en YouTube, donde sus principales colaboradores han estado subiendo entretenidos videos para darse ánimos ante el cierre. 

Por todo esto, tengo una gran desazón seguida de una enorme decepción. ¿Nada de lo anterior vale para mantener vivo un sitio de buen contenido? Aunque la experiencia del usuario sea superior a todo, ¿no hay nada que permita que este tipo de sitios siga adelante? Días como estos llevan a pensar que no y que muchas veces no hay forma de salvar un medio. Mis disculpas, pero no hay forma de sentirse mejor ante tan mal resultado.

Para qué uso este sitio web

La semana pasada el bueno de Dmitry Shishkin presentó en público (vía Linkedin) la segunda versión de su modelo. Se trata de un método que relaciona las razones por las cuales las personas visitan sitios web de noticias, con algo que él llama necesidades del usuario, a las que clasifica en ocho tipos (ver imagen).

Es una evolución porque en la versión inicial eran seis tipos y las expliqué en mi blog porque me encantó su forma de entender el negocio de los contenidos.

En resumen, dice que las personas van a un medio no sólo para saber lo que está pasando, sino por razones adicionales. Y que, en la medida que un editor trabaja pensando en ellas, es muy probable que produzca menos contenido, pero reciba más visitas e interés y atienda mejor a su audiencia. Para probarlo Shishkin trabajó con la BBC y, cifras en mano, demostró que lo que decía no sólo era correcto, sino que era un muy método de trabajo.

La imagen de Sishkin sobre necesidades del usuario.
La nueva versión

Lo que ha hecho ahora ha sido refinar las categorías con el fin de trabajar de modo más específico en responder a lo que las personas necesitan cuando visitan un medio. Esta vez se presentan en torno a cuatro ejes que son:

Conocer, que está basado en los hechos y que se relaciona con las necesidades de estar actualizado y estar interesado en un tema y se resuelve mediante la publicación de noticias y notas de último minuto.

Comprender, está relacionado con hacer contenidos que ofrezcan contexto y se expresa en las necesidades de Educarme y que me entreguen perspectiva.

Sentir, que se relaciona con los sentimientos y se refiere a las necesidades de distraerme e inspirarme.

Hacer, que se refiere a lo que puedo hacer a partir de lo que recibo y que da lugar a las necesidades de recibir ayuda y conectarme.

Para implementar este modelo, el camino no es corto ni fácil. Hay que marcar todo el contenido con etiquetas adecuadas y definir a qué necesidad atiende cada pieza; luego medir su desempeño y finalmente evaluar qué áreas tienen más contenido y peor desempeño. La fase final es balancear, siguiendo lo que las personas que usan el medio están consumiendo.

Es decir, el trabajo de Shishkin tiene un solo objetivo: conocer a tu audiencia. Lo bueno es que ofrece un modelo para hacerlo.

Estrategia de contenidos

No puedo terminar sin citar a otros autores que han trabajado fuerte en relación a entender a la audiencia y responder a lo que necesitan. Creo que para eso lo mejor es mirar lo que ha hecho Sarah Richards en torno a la estrategia de contenidos (su libro Content Design es una maravilla).

En un artículo que la cita, ella explicaba que siempre hay que entender a las personas usuarias, llegando a hablar incluso su lenguaje (y no el de oficial de la empresa dueña del sitio web), porque aunque los términos sean los correctos, no son los que se entienden en el público ni menos van a ser aprendidos cuando se está en la mitad de una tarea.

Así que cerremos estas líneas con una sola petición: entiende a la persona que llega a tu sitio; desarrolla contenidos y una experiencia interesante y crearás un lazo permanente. El buen contenido siempre consigue eso.

Siempre necesitas un sherpa

Pasé parte de mi niñez arriba de los cerros. Nada heroico, ninguna cumbre o recorrido memorable, pero me quedó el recuerdo de esa vida al aire libre. De mi papá aprendí nombres de plantas, pájaros y traté de hacer lo mismo en mi turno.

Recuerdo una vez en la orilla del río Claro, un poco más abajo de las 7 Tazas cuando, en una tarde soleada, un niño del lugar —un poco menor que nosotros— nos advirtió a mi hermano y a mí, que esa noche llovería fuerte. ¿Y cómo sabes eso?, preguntamos. Es que el río está sonando, explicó. La razón era extraña, especialmente porque cuando estás a la orilla de un río cordillerano, que baja rugiendo entre piedras, no logras escuchar nada más que el ruido del agua. Entonces, ¿qué sonido escuchaba él? No le creímos.

Esa noche una tormenta sorpresiva para nosotros, se llevó nuestra carpa flotando y escapamos ilesos, por poco.

Hacia el Everest

El próximo 29 de mayo se cumplirán 70 años desde que Edmund Hillary, un apicultor de Nueva Zelandia de 33 años que luego sería nombrado Sir, y el sherpa Tenzing Norgay llegaron a la cima del Everest. Lo que no sabía hasta que investigué para este boletín, era que el guía ya había participado en seis expediciones previas que intentaron subir, desde 1935 en adelante, y que el año previo había estado apenas a 250 metros de la cumbre con una expedición suiza.

Foto de The Guardian con los montañistas tras bajar del Everest.

No obstante, el nombre de Hillary es el más recordado en Occidente. El de Norgay, en Oriente. Tras la hazaña, él siguió en India, abrió una escuela de guías y se mantuvo fiel a la montaña, llevando grupos hacia las alturas.

Necesitamos sherpas

Como en mi pequeña historia en el río o en la gran historia del sherpa Norgay, aparece alguien que por los motivos que sean, ayuda a quien llega hasta el límite de lo que conoce y le permite entender lo que hay más allá, los riesgos y las posibilidades. Queda en manos de quien recibe el dato hacerse cargo de la información y tomar las medidas adecuadas.

Claro que para hacerlo, hay que estar atentos a las señales, a las advertencias y a los pequeños cambios que pueden servir como evidencia de lo que está por pasar.

En el mundo digital en el que vivo, estamos en ese momento. Viene un cambio enorme en la forma en que nos relacionamos con los computadores Esta semana, por ejemplo, ha estado llena de anuncios. Google y Bard. Bing y ChatGPT. Meta y su AI. El paisaje está a punto de cambiar y necesitamos entender por dónde sigue el camino. Más que nunca necesitamos de un sherpa que nos guíe. Mi consejo, abrir los ojos y buscarlo. También estoy en eso.

Historias antiguas y lecciones permanentes

Tengo este blog desde hace un tiempo para ir registrando ideas, casos y temas, que luego me sirven para hacer clases. Soy de las personas que recuerda porque deja cosas escritas. Hago listas. Es decir, lo mío es el recuerdo con letras. Últimamente lo he renovado, principalmente las etiquetas, para conseguir agrupar algunos elementos que me sirvan para propósitos actuales.

Eso me llevó a redescubrir estas dos historias escritas en los veranos previos, que aquí las cuento resumidas para ofrecer una idea general al final. Así que, las historias primero.

El ingeniero de Xerox PARC, Lawrence Tesler, aparece usando el Xerox Alto.

Xerox Alto

Es el nombre de una máquina que fue desarrollada en unas instalaciones de Xerox en Palo Alto, California; en la foto, el ingeniero de Xerox PARC, Lawrence Tesler, aparece usando el Xerox Alto.

Estuvo lista en marzo de 1973 y contaba con interfaz gráfica, íconos, el menú en la parte superior de la pantalla, impresión del tipo WYSIWYG (lo que se ve en pantalla es lo que sale por la impresora), mouse, comando deshacer y comandos para cortar y pegar. Todo eso antes de Apple y Windows. Una maravilla que no se vendió sino que sirvió para inspirar muchos desarrollos, pero que no se transformó en el computador increíble que estaba llamado a ser.

Apple iPhone

Es el nombre de otra máquina, presentada en febrero de 2007 por Steve Jobs. Reunió en un solo dispositivo un teléfono, un computador para acceder a Internet y un sistema para almacenar y tocar música digital. Los tres servicios, hasta ese año, requerían de aparatos diferentes para ser activados. En su momento escribí: “La apuesta es alta: Jobs espera que sea un aparato que le dé tantas satisfacciones a Apple, Inc. como lo hizo el iPod.”

¿Qué hizo la diferencia entre esas máquinas? Ambas compartían el hecho de ser revolucionarias; llegaban a mercados que no estaban preparados y a los que había que explicar para qué servían; permitían hacer actividades que no se necesitaban de manera prioritaria, porque solucionaban problemas que ni siquiera estaban declarados.

Jobs, el contrapeso

Me atrevo a apostar a que la respuesta es que la diferencia estuvo en quiénes estuvieron al frente de los productos.

Por ejemplo, Jobs aprovechó el lanzamiento del iPhone para sacarle el Computer como apellido a la marca Apple. Y se plantó frente a todos los que querían escuchar (y los que no) para presentar un mundo nuevo, que cambiaba a partir de ese instante gracias a su producto; no aceptó una interpretación diferente. En el caso de Xerox, Alto no tuvo apoyo porque la empresa estaba enfocada en las fotocopiadoras y otros productos bastante rentables.

Como casi todo en la vida, no hay una respuesta nítida que explique el éxito de uno y el fracaso del otro, porque hubo muchos otros factores que incidieron en cada caso.

Lo que sí podemos obtener es una lección clara: si vas a lanzar un producto nuevo, que sea como lo hizo Jobs.

Lo urgente, lo importante y lo influyente

Las voces de alerta acerca de los problemas que estaba teniendo la industria del periodismo se levantaron en los países del hemisferio norte hace más de una década. Como tardaron en pasar hacia el sur del mundo, se creyó que mágicamente estábamos inmunes. Incluso recuerdo un evento de editores donde se destacaba a un medio chileno que estaba aumentando su tirada impresa y se lo destacaba como ejemplo de resiliencia.

Pero no fue el caso. Pronto nos pusimos al día y hoy la crisis de los medios de comunicación afecta cada día más a quienes trabajan en ellos.

Este año haré clases sobre cómo hacer productos periodísticos sustentables, así que me he dedicado a mirar ejemplos, levantar ideas y considerar nuevas formas de desarrollar y mantener medios.

Evitar las noticias

Lo primero es considerar que quienes trabajan en medios suelen decir (yo lo suscribo) que lo que está en crisis es la industria y no la necesidad de estar informado, que es al fin de cuentas lo que da vida a la tarea del periodismo y sus actores. Pero los datos parecen decir algo diferente.

El reporte del Reuters Institute de junio de 2022 afirma: “El porcentaje de gente que dice evitar las noticias, a menudo o a veces, ha aumentado bruscamente en todos los países. Este tipo de evasión selectiva se ha duplicado tanto en Brasil (54%) como en el Reino Unido (46%) en los últimos cinco años, y mucha gente comenta que las noticias le producen un efecto negativo en su estado de ánimo”. No hay números para Chile, aunque sí se detectó que la confianza en los medios bajó del 47% al 38% al comparar 2017 con 2022.

Aprender de los que saben

Lo segundo es resolver ¿cómo salir adelante? No dejo de pensar en otras industrias que han logrado desarrollar nuevos productos que sí han conquistado a las audiencias. Hablo, por ejemplo, de Apple, cuyo gráfico acompaña esta nota. Esa empresa se la ha jugado por competir contra sí misma, dejando obsoletos sus propios dispositivos, reemplazando lo actual que funciona bien, por otros aparatos que lo hacen mejor. Si se miran los gastos operativos del gráfico, se puede observar que invierte en investigación y desarrollo casi lo mismo que en gastos administrativos para vender.

Una mirada a los números de Apple en 2022, preparada por @EconomyApp

Si pensamos en un medio de comunicación, lo más seguro es que todos estaríamos disponibles para pagar por un medio con menos noticias (aunque más relevantes) y con menos publicidad; incluso yo invertiría en un medio que me ayudara a elegir ofertas comerciales: en lugar de mostrarme anuncios para tentarme de algo que no necesito, esperaría que me preguntara qué ando buscando y con ese punto de partida me ayudara a llegar a productos que calcen con lo que que quiero, en calidad y precio. Es decir, que fuera mi socio de negocios, por así decirlo.

¿Qué tenemos en cambio? Medios en los que hay que desplegar una gran habilidad para cerrar avisos sin verlos ni cliquear su contenido. Todos usan la misma forma de conseguir ingresos y nos dejan sin ganas de ver el contenido. Además que ofrecen mucho dato urgente y poca información importante. 

Urgente, importante e influyente

Creo que en estas tres palabras hay una clave. Lo urgente es lo que está pasando y hay muchas personas haciendo periodismo para que nos enteremos de lo último. Es una tarea relevante, cansadora y que cuesta llevar a cabo. Recuerdo a los periodistas que hace unos días esperaron tres horas, a pleno sol de enero en el centro de Santiago (31 grados a la sombra), para que apareciera un nuevo ministro y obtener sus declaraciones. Era urgente saber su opinión.

¿Era importante? Eso no lo podríamos afirmar hasta evaluar lo que dijo. Hasta ahora parece ser que la respuesta es que no. Falta tiempo incluso ahora para saberlo, ya que lo importante se juzga con más tiempo.

Y eso nos lleva a una reflexión final: necesitamos medios que se ocupen de las tres etapas. De lo urgente que requiere renovación constante; de lo importante que se revela con algo de tiempo y de lo influyente, porque son las tendencias que van emergiendo y a las que hay que prestar atención. De eso, en Chile hay poco aún. Pero las necesitamos, porque avanzamos sobre un estado del mundo diferente respecto del que no hay pistas, porque se trata de problemas parecidos a los antiguos pero con desarrollos más rápidos y más globales, a los que habrá que dar respuestas nuevas, que no se han intentado aún.

Los medios y nosotros, sus lectores, televidentes y usuarios, necesitamos que hagan este experimento.

Cuando el futuro pintaba bueno

Hace 10 años el equipo digital del The New York Times publicó Snow Fall, un especial acerca de una tragedia en las montañas que daba cuenta de una avalancha que destruyó todo a su paso y mató a tres esquiadores de alto nivel.

Publicada seis meses después de que ocurrieran los hechos, fue una historia presentada en seis partes que incluía relatos en video de los protagonistas y espectadores e incluía gráficos interactivos y simulaciones animadas, además de unas increíbles vistas en video de la nieve moviéndose.

Imagen de la portada del especial Snow Fall en The New York Times

Todos los que vimos eso, me incluyo, por cierto, nos dimos cuenta que el potencial que podía alcanzar el periodismo digital se estaba cumpliendo con ese tipo de trabajo. Ganó varios premios relevantes en Estados Unidos, incluyendo el Pulitzer.

Sin embargo, salvo excepciones, este tipo de demostraciones no siguieron ocurriendo. Hubo trabajos similares (basta ver los finalistas de cada año del Online Journalism Awards) pero la norma fue que el tipo de trabajo habitual del periodismo digital empleara otros métodos para contar historias. De allí que viéramos aparecer fenómenos como los listicles o artículos hechos como listas (al estilo de las 10 cosas que no sabías de…) o el clickbait, esas historias con un título cautivador que luego no tenía un correlato en la historia que lo acompañaba. Además de una carrera sin fin por contar la última novedad, abriendo paso al clásico “noticia en desarrollo”.

Las explicaciones

Hay buenas explicaciones, en todo caso, para que no hubiera más trabajos con ese tipo de despliegue.

Una razón es que se requiere de habilidades que cuesta mucho juntar. En el caso de Snowfall, el equipo gráfico y de diseño se integró por once personas (incluyendo un fotógrafo, tres personas en video y un investigador), a los que les tomó más de seis meses armar todo el especial.

Una segunda razón es que se requiere tiempo para hacer buenas investigaciones que permitan conseguir y juntar las historias que se van a contar.

La tercera, es que se requiere de liderazgo para enfrentar el problema de tener a un grupo trabajando un largo tiempo sin posibilidad de hacer algo más. 

Todo lo anterior, cruzado con la crisis de la industria, imposibilitada de hacer inversiones mayores en las historias y por ello sólo llegaron hasta la investigación (amplia y rigurosa, como se vio en Panamá Papers en 2016 o en Pandora Papers en 2021), sin cruzar el espacio hacia la puesta en escena de la que SnowFall sacó tanto provecho.

Podemos decir que hay y seguirá habiendo periodismo, con buenas historias y un trabajo fuerte por llegar con lo que se debe saber. De seguro tendremos que trabajar extra para lograr que la forma de contarlo le haga sentido a los medios que los usuarios tienen para acceder a esa información. Allí queda mucho por hacer.

Un año de historias

Durante el año repetí varias veces en clases que el mayor atributo que deben tener las personas que trabajan en comunicaciones, es su habilidad para usar las palabras. Que es una tarea que se empieza temprano en la vida, gracias a la lectura, y se perfecciona hasta dónde quieras o lo necesites. Es decir, se hace siempre.

Con motivo de lo que pasó en diciembre, hubo varios episodios que nos dejaron ejemplos notables de esa capacidad, expresada por varias personas.

Leila Gerriero, a quien conocí como alumno, escribió para El País de España unas columnas en torno al Mundial y su familia que son notables. Una frase para sentir a su padre: «Un hombre capaz de apartar tinieblas y decir (decirnos), desde la cuna y hasta el último grito, «No temas. Yo me ocupo». Un padre. Reacia a las cábalas como soy, atea, descreída, sin fe, sin ilusión y sin supersticiones, yo creo en él«.

Imagen de la columna publicada por Leila Guerriero acerca de su padre

También en torno al Mundial, Hernán Casciari (más conocido por su trabajo en la Editorial Orsai) publicó una columna nueva sobre Messi y su triunfo mundial. De allí viene esta frase:

«Por eso la Humanidad entera deseaba el triunfo Lionel con tanta fuerza. Nunca nadie había visto, en la cima del mundo, a un hombre sencillo«.

Hernán Casciari

Tan hondo caló, que incluso el propio jugador llamó a un programa de radio para agradecer el texto a su autor.

Digo columna nueva porque hace años leí otra de él: Messi es un perro (escrita en 2012). Allí cuenta de un video en el que reúnen muchos fragmentos similares, en que sus oponentes le hacen de todo al jugador para detenerlo, pero él no cae, sino que sigue. En lugar de aprovechar la oportunidad para que el árbitro castigue al que lo ataca, sigue adelante. Y por eso escribe:

«Descubrí esta tarde, mirando ese video, que Messi es un perro. O un hombre perro. Esa es mi teoría, lamento que hayan llegado hasta acá con mejores expectativas. Messi es el primer perro que juega al fútbol».

La habilidad de narrar nos distingue

El año que viene la capacidad de narrar, como la que vimos en estos mínimos ejemplos, estará en cuestión por la fuerte emergencia de los nuevos modelos de inteligencia artificial. Se dice que GPT-4 sobrepasará a ChatGPT y será una revolución en ese sentido que, asumo, llevará a que cuestionemos si la habilidad de contar historias será algo que nos va a distinguir como humanos o se la dejaremos a las máquinas.

Usemos a otro narrador, Yuval Harari para dilucidarlo. A través de sus libros (Sapiens y Homo Deus) me convenció de esto: «Nosotros, los Homo sapiens, podemos cooperar, no solo con miles de extraños, sino, hoy en día, con miles de millones de extraños (…) Si tratas de entender de dónde viene esta capacidad de cooperar en grandes cantidades, llegas a la narración de historias, porque esa es la base de toda cooperación humana a gran escala«.

Las historias son lo nuestro y así seguirán. Y como es la última semana del año, te deseo que en el próximo haya muchas que te cautiven. ¡Que sea un feliz año!