Hace algún tiempo escribí acerca de la historia de los cinco computadores que hacen falta para mover el mundo. No quiero repetir lo que escribí entonces, pero me gustaría usarlo como contexto en relación con la falla experimentada por la nube AWS, Amazon Web Services, que dejó fuera de funcionamiento a una gran cantidad de sitios. Un ejemplo mínimo del amplio efecto: no pude poner notas en la universidad en la que doy clases porque la plataforma para calificaciones y materiales estaba en esa nube. Por supuesto que aproveché de usar el ejemplo para complementar lo que habíamos estado conversando sobre la infraestructura de Internet.
De acuerdo con lo que plantea la BBC en su reporte, un tercio de Internet depende de esa plataforma. Por eso la periodista de tecnología de ese medio, Shiona McCallum, explica que a raíz de esa situación “incluso un pequeño error puede tener un impacto tan drástico en aplicaciones y sitios web de todo el mundo”.
No se suponía que iba a ser así
Lo primero que hay que decir al respecto es que la web en particular y la Internet en general está construida para ser resiliente. Es decir, para ofrecer continuidad operacional y evitar las caídas mediante sistemas ubicados en lugares diversos que se respaldan entre ellos. Si algo falla, decía la idea original, debía haber algo extra que ayudara en su recuperación. De esa manera se construyeron muchos espacios de contenidos donde cada elemento (textos, fotos, audios, videos) estaba alojados en servidores diferentes e incluso distantes, que sólo se unían como una página cuando una persona abría esa dirección web.
Sin embargo, por temas de costos y facilidad operativa, los equipamientos ofrecidos por sistemas como los de AWS llegaron a reemplazar las instalaciones propias; dejó de haber flexibilidad y en su lugar, apareció el proveedor único. Y, poco a poco, todo comenzó a moverse a una única nube y depender de ella. Así llegamos a momentos como los de este lunes: una caída irrecuperable en la que sólo queda esperar a que el proveedor logre reiniciar los servicios.

Cuento esta historia, que parece lamento, para dejar por escrito lo que estamos viviendo. La Internet que conocíamos dejó de funcionar de la manera original, ya que ahora dependemos totalmente de un solo conjunto de máquinas y servicios. Habrá que elegir bien quién es el proveedor y ¿rezar? para que no se caiga. Para todo lo demás, habrá que mirar la página de status del servicio, donde podremos revisar lo que está pasando sin mucho más que hacer.
