Tengo suficientes años como para haber soñado que el futuro incluía autos que volaban. Ayer vi uno.
Lo que hizo el equipo de SpaceX de hacer volar el Falcon Heavy, un cohete enorme, lograr que dos de sus tres propulsores aterrizaran suave y simultáneamente y cumplir con el sueño de enviar un auto al espacio, me alegrará la imaginación por mucho tiempo.
Su creador, Elon Musk calificó la acción de incluir el auto -que seguirá volando por el espacio- como “tonta y divertida, pero esas son las cosas que importan” en la conferencia de prensa que hubo después.
Creo que el futuro es lo que inventamos y que lamentablemente, está tamizado por la necesidad de cumplir con metas chicas y cortas, que hacen que no sea un resultado glorioso, sino que sólo un paso más para dejar contento a alguien que saca cuentas rápidas.
El futuro que imagino, debería ser simplemente enorme e inesperado, de tal manera que sea un salto adelante. Como cuando el Sputnik y luego Yuri Gagarin salieron al espacio, moviendo a varias generaciones hacia un mejor mundo que el anterior. O, cuando Alexander Fleming trabajó para lograr que la penicilina se transformara en la herramienta que salvó al mundo en los años 40s.
Lo de Elon Musk y su trabajo con la fábrica de cohetes, permitiendo que mucha gente ponga su conocimiento en línea con un logro increíble como el que vimos ayer, muestra que además de la inteligencia de muchos, se requiere un líder que crea y canalice el esfuerzo del equipo. Por lo mismo, me encanta cuando en las transmisiones que SpaceX ha hecho de sus lanzamientos, se incluya el audio ambiente para escuchar a la gente vitoreando el logro de las máquinas que han construido.
Hay que planear el futuro, ponerle esfuerzo para convencer a los que sea necesario, construirlo y, desde luego, estar orgulloso del logro conseguido.
Creo, sinceramente, que ayer, todos en la Tierra, vimos que dimos juntos un paso más, uno glorioso, hacia lo que sigue.