Probablemente debido al feriado en Chile, la decisión de la jueza Colleen Kollar-Kotelly de la Corte Federal del Distrito de Columbia en Washington, pasó un tanto desapercibida en nuestro país.
Básicamente, su decisión -que representó el término de una disputa de 5 años sobre la calidad monopólica de Microsoft- ordenó a esta empresa no volver a exigir cláusulas exclusivas que afecten a sus competidores, permitiendo a los fabricantes y clientes remover los iconos de algunos programas. Además, le obligó a divulgar ciertos datos técnicos, para que otros fabricantes puedan confeccionar programas que corran en Windows.
Para entender este fallo, necesariamente hay que revisar un poco la historia y recordar que este caso se inició en 1997 cuando el Departamento de Justicia de Estados Unidos demandó a la empresa acusándola de llevar a cabo prácticas de negocios monopólicas.
El mejor ejemplo de dichas prácticas estaba en el hecho de que Microsoft obligaba a los fabricantes de computadores a usar Windows 95 (en esa época) tal como se los entregaba, sin sacarle ni ponerle nada. Eso llevó, entre otras cosas, a que el programa Internet Explorer superara ampliamente a Netscape Navigator como la herramienta para acceder a Internet, puesto que su icono era el único que aparecía en la pantalla inicial del popular sistema operativo. Así actuaba también respecto de otros programas, gracias a lo cual, la empresa de Bill Gates se transformó en la dominante para casi todos los segmentos de la computación personal.
Por lo mismo, su dictamen buscó que esto no vuelva a repetirse y que a partir de ahora, haya competencia real en el escritorio de los computadores. Además, por parte del Gobierno estadounidense, habrá una vigilancia más estricta para que Microsoft cumpla este dictamen. El propio Bill Gates reconoció el hecho al comentar el fallo el mismo 1 de noviembre y afirmar que “este dictamen genera nuevas responsabilidades sobre Microsoft y las aceptamos. Reconocemos que seremos revisados muy de cerca por el gobierno y nuestros competidores. Dedicaremos el tiempo, la energía y los recursos necesarios para cumplir estas nuevas reglas. Estoy comprometido personalmente a darles total cumplimiento”.
Por eso, la pregunta que es interesante responder ahora, es si efectivamente están dadas las condiciones para que esta competencia ocurra.
Si hacemos un análisis de los sistemas operativos, Windows acaba de lanzar su versión XP con una serie de elementos técnicos que obligan a que el software sea original y por lo tanto, que cada usuario efectivamente tenga que pagar por él… a diferencia a lo que ocurría con las versiones previas. Eso lleva a que por primera vez haya una razón efectiva para que en muchas partes del mundo se decida por una alternativa más barata… como Linux. De hecho, para empresas como Ximian, que fabrica sistemas alternativos a Windows basados en Linux, esto ya ha significado buenos negocios. David Patrick, chief executive de Ximian, contaba en días pasado a “The New York Times” que entre los usuarios corporativos el descontento contra Microsoft es creciente: “Hace dos años nadie quería hablar de Linux en el escritorio, pero eso ha cambiado ahora”. Según Patrick la nueva política de precios de Windows se ha transformado en su “herramienta de marketing más efectiva”.
Incluso el propio Linus Torvalds, creador de las primeras versiones de Linux, está de acuerdo en este punto. “Yo creo en tener Linux en los escritorios de los PCs. Pienso que la forma en que esto ocurrirá, será a través de los computadores de las empresas, donde los costos de mantención y licencia de Windows van a hacer que más corporaciones se den cuenta que ya no necesitan más los dolores de cabeza de Windows”.
Probablemente estas declaraciones puedan ser vistas como las de los primeros optimistas, que notan cómo el poderío de Windows que ahora se ve tan alto y fuerte, comienza a declinar. No obstante, son señales. Y, como dije al principio, hay que sentarse a ver cómo terminará esto.