Escribo esta nota a propósito de muchas cosas que he leído en los meses pasado en torno al concepto de posverdad y a la necesidad de imaginar el papel que deben jugar los medios tras casi ser reemplazados íntegramente por las redes sociales. Para efecto de lo sigue, agruparemos bajo ese nombre a cualquier aplicación que permita a los participantes publicar algo, relacionarse con gente (amigos y extraños) y tener retroalimentación sobre lo que digan.
Partamos por algo que, quienes me conocen, me han escuchado decir antes: las redes reemplazaron a los medios porque ocuparon el tiempo que las personas tenían para consumir contenidos. Antes de las redes, la gente se informaba en los medios que eran sus filtros de la realidad; ahora sienten que lo hacen participando en su red social preferida.
Luego hay que entender que las redes lograron redefinir lo que es importante y que se puede resumir en una palabra: “volumen“. Vale decir, si algo es popular y tiene una gran cantidad interacciones, se asume importante para el grupo de interés preocupado de ese tema.
Esto nos lleva a mirar hay algo bien sensible: el tamaño de la audiencia. Ya no importa que todo el mundo sepa algo, sino que las personas relevantes de un grupo (es decir, los nodos con más seguidores) realicen acciones sobre algún contenido, para que toda la audiencia sepa que eso existe.
Otro hecho interesante se refiere a los contenidos: a las redes no les interesa informar como sí les interesa a los medios. El negocio de las redes es conectar gente en torno a intereses comunes, cualquiera sean ellos. Lo relevante es que esa conexión se dé, que haya la posibilidad de conectar con quienes no conocemos pero que se interesen en los temas que tengamos en común y que -lo importante para la red- haya la posibilidad de explotar dicha conexión como negocio. De allí que para las redes, lo que importa es que puedan “atrapar el tiempo” de las personas, ya que mientras más tiempo pasen, más posibilidades de mostrarles y hacerles ofertas relevantes.
Luego tenemos que ver que para lograr lo anterior, hay una capa de software bien pensada y desarrollada, apoyada por un buen conocimiento del usuario, que facilita la participación. No hay usuarios pasivos, sino que hay miembros activos que generan contenidos mediante pequeños aportes que por sí mismos, constituyen lo que los demás vienen a buscar. Se construye información gracias a la acumulación progresiva hecha por quienes están presentes y se deja el espacio para que, quienes no están, sean notificados y puedan venir a entregar su parte de contenido.
Esto nos lleva a mirar el siguiente elemento que es la capacidad técnica de las redes. Todas ellas están construidas con un grupo notable de personas ingeniosas (desde la ingeniería, diseño, interacción, contenidos, por nombrar las partes relevantes) que se aseguran de poner en marcha interfaces en las que pasan cosas que vale la pena mirar. Ellos facilitan el uso y hacen evolucionar la red de acuerdo a las necesidades tanto del negocio -que siempre irá primero- y de los usuarios, de los que se aprenderá gradualmente a medida que usen lo que se les propone. Las redes invierten en tecnología porque de ella depende su existencia y, por tanto, allí radica la habilidad de su negocio.
Mirando todo lo anterior, podemos concluir que cualquier medio de comunicación puede competir con las redes sociales, que ya le quitaron su publico y su negocio, si logra avanzar en aquello que está marcado con negritas en los párrafos anteriores. Si no se esmera en hacerlo, podemos apostar a que tendrá sus días contados. Podrán ser muchos o pocos días, pero estarán contados.