La mañana digital

Cada mañana en mi correo electrónico hay al menos siete mensajes esperando. Siempre son de los mismos remitentes: se trata de los servicios de noticias a los que me he suscrito a lo largo del tiempo, a través de los cuales armo mi propia visión de qué está ocurriendo en el mundo.

Diarios y sitios de computación de Chile y varias partes del mundo, se esfuerzan por contarme qué es lo nuevo y qué se debe esperar de la jornada.

Usualmente esos siete correo están acompañados de varios más, sin contar, por supuesto, por el inefable “spam” que se esfuerza por llenar mi casilla en cada hora que pasa.

El problema que tengo, habitualmente, es que el tiempo que toma leer ese correo es siempre variable. Cuando el trabajo apremia, simplemente los borro y no leo nada.

Cuando el día lo permite, leo y busco las pistas de lo nuevo, los datos de las tendencias que están aflorando, para escribir esta columna y varios otros temas que me ocupan.

Entonces me ocurre lo que a cualquier navegante con algo de tiempo… empiezo a seguir los enlaces sugeridos y me entero de cosas que no necesariamente me interesan en ese momento. Como que el Voyager va a seguir avanzando por el espacio hasta la eternidad después de haber enviado sus señales por última vez en enero. Que la exposición de Picasso y Matisse en Queens está de miedo. Y que en Estados Unidos creen que el vino argentino compite de igual a igual con el chileno.

Estas noticias, que de hecho me interesan, muestran que las mañanas digitales generan más de un problema. El primero, es el tiempo que se puede llegar a usar siguiendo un tema de interés.

Pero el segundo y más importante, es que cuando las noticias locales se comienzan a poner feas, nada mejor que salir al extranjero a mirar qué hay de nuevo, es decir, a buscar informaciones que también sean de interés pero que hablen de otros mundos, otros problemas, otras soluciones.

Entonces, las mañanas ante el computador son una suerte de zapping que permite ir acomodando la realidad para que ésta no sea tan difícil.

La pregunta del millón, finalmente, es si acaso esta forma de acceder al mundo está configurando en mí un cúmulo de “preocupaciones” que me alejan y dejan ajeno al día a día local.

Esto, porque en lugar de ocupar mi tiempo en entender el último fraude o las características y bondades de cada uno de los actores del reality show de turno, estoy interesado siguiendo lo que ocurre al otro lado del mundo.

Y, dado esto, me doy cuenta que estas mañanas digitales, me apartan de lo que debería ser mi interés central, es decir, saber qué pasa en mi propio país. Pero, por otro lado, me permiten mirar hacia acá con la óptica que tienen los extranjeros de nosotros. Y, puchas que vale la pena.

Tras estas reflexiones, me doy cuenta que desde mi punto de vista, estas mañanas digitales por el mundo, constituyen una experiencia ganadora, ya que permiten tomar lo que pasa con mucha más distancia y no sufrir o alegrarse demasiado con los resultados. Por mucho que lo que quede de esos conflictos, los tenga que sufrir cada vez que me desconecto de esos sitios… y vuelvo a trabajar.