El mensaje del MIT es simple. Dice: “MIT y el equipo del “OpenCourseWare” están entusiasmados por compartir con usted los primeros ejemplos de los materiales de cursos de la Facultad MIT. Invitamos a los educadores de todo el mundo a incorporar los materiales a sus propios cursos y queremos estimular a todos los interesados en aprender a usar los materiales para auto estudio”.
La iniciativa, pionera en el mundo, es bastante simple. Consiste en poner a disposición de todos los interesados, a través de Internet, la información necesaria para seguir algunos de los cursos que ofrece la universidad norteamericana. La idea es que puedan aprender, simplemente aprender, aunque a través de ello no lleguen a conseguir un título. Los temas que se ofrecen a través de esta novedosa idea van desde materias de Aeronáutica hasta Planificación Urbana, incluyendo Química, Biología, Economía e incluso Filosofía. Por ejemplo, dentro de esta última, se ofrece “Problemas de Filosofía” donde se hace un análisis acabado de qué piensan los filósofos y por qué lo hacen.
Charles M. Vest, el presidente del MIT plantea que su intención mediante este sistema es que la idea se propague “a través de muchas instituciones” y de esa manera “crear una red global de conocimientos que mejorará la calidad del aprendizaje y, por lo mismo, la calidad de vida en todo el mundo”.
Probablemente, para quienes vivan en la parte sur del Ecuador, el problema para acceder a esas materias esté dado porque todas las materias están en inglés y por lo mismo, el acceso puede ser difícil para muchos.
No obstante, siento que esta proposición del MIT marca una pauta interesante respecto de lo que otras entidades académicas pueden ofrecer a la comunidad en la que estén insertas, con el fin de incorporar un cambio positivo en su interior.
Y esto nos lleva a pensar respecto de cómo nació el concepto de educación. Es decir, cómo fue que empezamos a educarnos. Pues, supongo que fue cuando los maestros antiguos se rodearon de discípulos y comenzaron a entregarles sus conocimientos para que estos no se perdieran con ellos, sino que se fueran acrecentando con el aporte de cada uno. Y que precisamente ése era el interés: que los conocimientos aumentaran y no se perdieran.
Da gusto saber entonces que alguien en el ancho mundo, toma esa antigua obsesión y la trae de vuelta a estos días. Y más aún, que use la Internet como la herramienta central para hacerlo. Es, a todas luces, un ejemplo digno de imitar.
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