En inglés es multitask y en español sería algo así como multi-tareas. Es la habilidad que buscan despertar en nosotros los dispositivos actuales para prestar atención a varias cosas simultáneamente. ¿Existe algo como eso?
Llego a esta pregunta tras descubrir un artículo escrito el año pasado por Clay Shirky acerca de cómo decidió que en sus clases los alumnos no tuvieran pantallas a la vista. En sus palabras (la traducción es mía):
A través de los años me he dado cuenta que cuando tengo una razón específica para pedir a todos que dejen a un lado sus computadores (‘bajar la tapa’, en el lenguaje corriente de mi departmento), es como si alguien hubiera dejado entrar aire fresco a la sala. La conversación se enciende y más recientemente, se siente una sensación de alivio entre muchos de mis estudiantes. Hacer multitareas es cansador, cognitivamente hablando, cuando lo hacemos por elección, por lo que cuando se pide dejar de hacerlo, es un cambio bienvenido. Así que este año, pasé de recomendar a pedir que se dejaran los computadores y teléfonos de lado, agregando la siguiente a las reglas de la clase: “Manténganse enfocados (no hay computadores o teléfonos en la clase, a menos que la tarea que se haga lo requiera)”. Así fue como finalmente pasé de ‘permitido a menos que se indique’ a ‘prohibido a menos que se indique’.
Como parte del artículo, el autor cita a Clifford Nass, un doctor en sicología y profesor de la Universidad de Stanford que falleció hace apenas un año en un accidente, quien en estudios realizados en 2009 y 2012 madiente encuestas a 3.461 niñas de 8 a 12 años, descubrió que lo de hacer multi-tareas es un mito.
Uno de los artículos que divulga los hallazgos realizados señala, que “la investigación fue un seguimiento de un experimento del año 2010 que demostró que quienes hacen multi-tareas no estaban realmente haciendo dos cosas al mismo tiempo y estaban pagando un precio mental por tratar de hacerlo. “Ellas (refiriéndose a las niñas sobre las que se hico el estudio) tienen debilidad por lo irrelevante”, dijo Nass. “Cualquier cosa las distrae””.
Volviendo a Shirky, plantea que someter a los alumnos al imposible trabajo de atender en clases y simultáneamente, tener en un celular un ícono parpadeante anunciando que hay una notificación, no tiene mayor destino que la desconcentración. Por eso, señala que “he dejado de pensar en los estudiantes como personas que toman decisiones acerca de poner o no atención y he empezado a verlos como personas tratando de poner atención mientras compiten con varias influencias, la principal de las cuales es su propia inclinación hacia las reacciones involuntarias y emocionales”. De allí su interés por equilibrar la cancha y ponerle menos competidores a lo que el propio profesor quiere contar qye muchas veces, sus alumnos aunque no se den cuenta, quieren saber.
Finalizo contando que, tras leer a Shirky, lo apliqué en mi caso. Siempre hago clases en laboratorios de computación, con una pantalla por alumno. A raíz de eso inventé el “tiempo sin pantalla” para obligarlos a enfocarse en una sola donde está mi presentación. Llevo dos semanas en eso y debo admitir, que nunca tuve clases más participativas. Creo que hay un mérito en el experimento y seguiré profundizando, a ver a dónde llega.