¿Cómo leen las personas?

A raíz de lo que he estado estudiando este año más un par de clases y lecturas en las que he estado, puedo contarles que en los últimos dos años se ha avanzado bastante en la comprensión de cómo leen las personas en pantallas. Puedo adelantar que lo resultados son preocupantes y tienen efectos importantes para nuestra vida en común.

Comencemos revisando la comparación entre lectura en papel y digital. A raíz de una charla que di el año pasado llegué a la Declaración de Stavanger (una ciudad en Noruega) dada a conocer a comienzos de 2019, en la que se juntaron académicos que investigaban temas relacionados con la lectura, publicación y alfabetismo en Europa. Entre varias otras cosas analizaron qué diferencia existía entre leer en papel y en una pantalla y de qué manera se podían aprovechar las ventajas de cada plataforma de entrega de información.

Entre los hallazgos descubrieron que «el papel sigue siendo el medio de lectura preferido para los textos individuales más largos, especialmente cuando se trata de leer para profundizar en la comprensión y la retención» puesto que facilita «una serie de logros cognitivos, como la concentración, el desarrollo del vocabulario y la memoria». De hecho, citan que en un estudio agregado con 170 mil estudiantes se llegó a la conclusión que en textos informativos había mayor comprensión en papel que en pantalla, pero en textos narrativos no aparecían diferencias. Mientras, destacan que «el texto digital ofrece excelentes oportunidades para adaptar la presentación del texto a las preferencias y necesidades del cada persona».

Por otra parte, en un artículo del diario inglés «The Guardian» (de agosto del 2018) se hace un resumen de varios hallazgos realizados en torno a la lectura en pantallas, citando también lo discutido en Stavanger.

Destacan el trabajo del profesor Ziming Liu, de la San Jose State University, ha llevado a cabo una serie de estudios que indican que la «nueva norma» en la lectura es el hojeo, mediante la localización de palabras y la revisión rápida del texto. «Muchos lectores utilizan ahora un patrón F o Z cuando leen, en el que toman una muestra de la primera línea y luego ojean el resto del texto», explica. Sin embargo, esta forma de acceso a la información reduce el tiempo dedicado a los procesos de lectura profunda y se pierde la posibilidad de «captar la complejidad, entender los sentimientos de los demás, percibir la belleza y crear pensamientos propios del lector».

De hecho, en un paper del propio profesor Ziming Liu se lee:

El estudio de Mangen indica que la lectura digital está dominada por formas superficiales de lectura (por ejemplo, escanear y hojear), y que el texto digital nos hace leer de forma más superficial y menos concentrada. Carr señala que, aunque no hay nada malo en hojear y escanear, «lo que es diferente, y preocupante, es que hojear se está convirtiendo en nuestro modo de lectura dominante». Cull subraya además que: «Los educadores universitarios los educadores universitarios son muy conscientes de la ilusión generalizada de conocimiento instantáneo que ofrece Internet. En un mundo influido por una poderosa cultura en línea, debemos seguir comprometidos a motivar a nuestros estudiantes para que dediquen el tiempo necesario a la lectura en profundidad. El aprendizaje independiente, que sigue basándose en la lectura en profundidad, siempre siempre requerirá de tiempo».

Pero, regresando al artículo del diario inglés, la autora Maryanne Wolf, quien es la Directora del Center for Dyslexia, Diverse Learners, and Social Justice en la Graduate School of Education and Information Studies de la UCLA, destaca que el efecto de perder la capacidad de leer de manera profunda va más allá de la comprensión, sino que afecta el análisis crítico de la realidad.

Así lo explica:

La sutil atrofia del análisis crítico y la empatía nos afecta a todos. Afecta a nuestra capacidad de navegar por un bombardeo constante de información. Incentiva un repliegue a los silos más familiares de información no contrastada, que requieren y no reciben ningún análisis, dejándonos susceptibles a la información falsa y a la demagogia.

Un fuerte recordatorio para los tiempos en que vivimos.