Una de las decisiones más relevantes que creo haber tomado en el último año en relación a contenidos digitales, fue acerca de una tipografía. Elegí una en que el número 1 parecía efectivamente una cifra y no la letra «i»mayúscula. La aplicación en la que estábamos trabajando era una que iba a mostrar muchos datos numéricos y, por lo mismo, era complicado que hubiera dudas al mirarlos.
Sin embargo, luego de llegar a este documento del gobierno del Reino Unido, me di cuenta que hay mucho más que tener a la vista cuando se deben hacer ese tipo de definiciones. Apareció en el horizonte la discalculia y luego, con un poco más de investigación, la dislexia.
La discalculia es una condición que dificulta la adquisición de las habilidades matemáticas básicas tanto el procesamiento numérico como el cálculo. La dislexia, la dificultad para la lectura, entre otras características.
¿Se pueden ofrecer contenidos para personas que tengan ese tipo de condiciones? Por supuesto, y de allí viene lo interesante del trabajo inglés (ver los consejos para dislexia y discalculia). En la siguiente tabla se establece qué hacer y qué evitar.
Pero hay más
Sin embargo, no hay que quedarse sólo allí. Si consideramos que los números chilenos para dislexia y discalculia están en torno al 10% (muy parecidos a las cifras mundiales), además hay que pensar que los contenidos deberían ser accesibles.
Y aquí llegamos al concepto de la accesibilidad, que se entiende bajo la ley chilena como “la condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como los objetos o instrumentos, herramientas y dispositivos, para ser comprensibles, utilizables y practicables por todas las personas, en condiciones de seguridad y comodidad, de la forma más autónoma y natural posible”. Eso incluye, por supuesto, a los contenidos.
¿Cuántas personas tienen la condición en en Chile? El 17,4% de la población, según el estudio respectivo (2022). De allí lo importante que es considerarlo.
Y, para cerrar, no hay que dejar atrás el lenguaje claro. Para eso, nada mejor que esta completa guía (del año 2019) que ayuda en el tema y que lo explica así: “un estilo de comunicación que prioriza la entrega de información relevante para las personas de forma simple y transparente”.
En resumen: para comunicar hay que entender quién es la audiencia. Luego, preparar y entregar el mensaje que se desea ofrecer.