La continua incapacidad de Twitter para funcionar como solía hacerlo, me ha llevado a pensar en cuáles son las características que debe cumplir una red social para que funcione adecuadamente.
Y no me refiero sólo al intercambio de mensajes entre quienes participan, sino que también a la forma de hacer el negocio para que sea sostenible en el tiempo.
Lo primero a considerar es que los contenidos deben ser gratis o tener un costo que las personas estén dispuestos a enfrentar. Hasta ahora ese precio que pagaba cada usuario consistía en generar publicaciones y entregar y datos, como lo hace habitualmente el grupo de aplicaciones de la empresa Meta. Luego, esas plataformas tienen permiso para reutilizar lo que se publica de todas las maneras posibles, incluso llegar a venderlo, sin tener que pagarles a los autores originales.
De hecho Instagram lo plantea así en los Términos y Condiciones: “Cuando compartes, publicas o subes contenido protegido por derechos de propiedad intelectual o industrial (como fotos o vídeos) en nuestro Servicio o en relación con este, de conformidad con el presente acuerdo, nos concedes una licencia mundial, no exclusiva, transferible, sublicenciable y libre de regalías por derechos de autor para alojar, utilizar, distribuir, modificar, mantener, reproducir, traducir y mostrar o comunicar públicamente tu contenido, así como para crear obras derivadas (de acuerdo con tu configuración de privacidad y de la aplicación)”.
Cuando esta condición básica de precio no se cumple, ocurre que quienes producen el contenido pueden decidir no seguir participando y buscar alternativas más adecuadas para dar a conocer sus historias. En eso hemos estado en las últimas semanas y la explosiva aceptación de Threads parece confirmar esta idea.
Lo segundo a considerar es que debe tener una experiencia de uso que simplifique compartir la información, de manera que sea posible crear grupos de interés ya sea en torno a personas o de temas. En una red no basta con la presencia individual porque es como una fiesta en que la actividad es colectiva o, simplemente, no existe. Por lo mismo, gran parte de la magia que tuvo Twitter ocurrió gracias a los hashtags que vinculan conversaciones.
En casos como en Threads donde eso no existe, ha costado que exista tracción sólo en torno a una línea de tiempo de gente hablando y esa puede ser la razón para que en esta semana la actividad haya disminuido a la mitad, luego de su rápida irrupción.
Un tercer aspecto es la oferta de contenidos apropiados que viene dada por la actividad de las personas, pero que también es apoyada desde los algoritmos que detectan tendencias y sugieren información adecuada a quienes vienen llegando. Es lo que ha hecho que TikTok haya logrado su situación actual: no sabes a quién seguir cuando entras, pero muy pronto es posible que estés mirando publicaciones interesantes. Su capacidad de recomendación es su mayor activo y permite ofrecer una parrilla de contenidos interesante sin importar a cuánta gente sigas o conozcas en la red.
Por último, la red tiene que ser un buen negocio. Tiene que generar dinero para la empresa que la desarrolla y ofrecer oportunidades de negocio para quienes participan. En ese sentido hay diferentes modelos: desde OnlyFans que permitió crear espacios de trabajo cerrados y pagados orientados a creadores de contenidos para adultos, hasta Spotify, que hizo lo contrario: contenidos gratuitos a cambio de que escuches publicidad y luego un sistema en que depende de lo que pagues es lo que recibes.
Bueno, todo lo anterior es lo que se le olvidó a Twitter. Ojalá recupere la memoria luego.