Nota: esta es la versión para el newsletter del post de ayer.
Que las máquinas ocupan espacio designados antes a los humanos es algo que no debería mirarse con sorpresa, porque lleva mucho rato ocurriendo. El ejemplo más cercano son los semáforos, ¿no? esas máquinas tan básicas y que trabajan sin descanso en tanto haya electricidad han logrado generar confianza en las ciudades y, aunque con altibajos, logran ofrecer viajes seguros. Mucho mejor que si el tráfico lo dirigiera una persona sujeta al cansancio, el enojo y las inclemencias del clima.
A propósito de esto, abordé el tema en una charla que di durante la semana pasada a un grupo de personas que trabajan en colegios. Ellos se quedaron asombrados ante la explicación de lo que puede hacer ChatGPT, porque de manera simple escribe en español acerca de lo que preguntes.
Para revisar cómo lo hacía, hice y publiqué un par de pruebas acerca de información de escritores chilenos y creo que se abre un espacio nuevo que nos lleva a plantearnos qué cosas dejaremos de hacer debido a la inteligencia artificial. ¿Será la redacción una de ellas?
La mejor nota
Mis pruebas se suman a muchas otras. Por ejemplo el diario The Guardian recoge las historias de profesores que declaran que si un alumno les hubiera entregado respuestas escritas por esa aplicación no sólo habrían sido incapaces de determinar si habían sido generadas de esa manera, sino les habrían puesto la nota máxima. Así de bien escribe.
El algoritmo te dirige
Todo esto nos deja frente a un futuro para el que no tenemos muchas pistas. Como lo anoté la semana pasada, aprender a manejar algoritmos será una tarea que todos deberemos realizar, ya que gran parte de nuestra relación con el mundo será a través de lo que nos presente un software en una pantalla.
Por ejemplo, luego de leer el libro «El enemigo conoce el sistema«, de Marta Peirano, me di cuenta que cada vez que entraba a una red social me encontraba con algo que me motivaba a reaccionar. Era como si a propósito me hiciera enojar o indignarme.
Ella lo explica así: «La indignación es la heroína de las redes sociales. Es más viral que los gatitos, más potente que el chocolate, más veloz que el olor a galletas, más intoxicante que el alcohol. Genera más dopamina que ninguna otra cosa porque nos convence que somos buenas personas y, encima, de que tenemos razón. (…) Es un sentimiento que nos define como personas buenas y que demanda justicia, venganza y mucha atención. Queremos compartir la llama con todas las personas del mundo para que sus sentimientos validen los nuestros con comentarios, likes y retuits».
Hay inteligencias artificiales allá afuera (Google, Meta, Apple y Microsoft, más OpenAI, tienen su propia versión) que van a intentar hacer lo mejor para ti. Y me parece que cada vez más, tendremos que tener cuidado de esas buenas intenciones.
Hasta aquí por hoy. Gracias por seguirme y nos vemos la semana próxima.