Llega marzo, empieza con toda seriedad el año en Chile. Así que vamos con un tema al que hay que ponerle atención porque tiene efectos que están dejando huellas. Se trata de la automatización de los trabajos, es decir, el reemplazo de las personas por tecnologías.
No hay que pensarlo exclusivamente como que hay robots en los puestos de trabajo, sino que el uso de diferentes tipos de mecanismos automáticos, permite que ciertas tareas sean realizadas mediante software y, gracias a eso, se gane en eficiencia. Esto ya ha pasado a lo largo de la historia, como el ejemplo que dimos hace unos boletines atrás: el uso de los semáforos en las intersecciones de las calles, en lugar de personas dirigiendo el tránsito.
El tema es que este cambio es tan silencioso, que casi no se nota. Un ejemplo que está escondido a plena vista es el de los bancos. ¿Hace cuánto que no vas al banco? En mi caso, desde antes de la pandemia, al menos. De hecho, cada vez hay menos personal y oficinas aunque el tamaño del negocio financiero se duplicó y un de las actividades típicas de una sucursal, como la petición de saldos y cartolas, se multiplicó por tres en ese período. Las cifras muestran que en diciembre de 2022 había 1.481 sucursales y en ellas trabajaban 55.467 personas, en 17 bancos. Para el mismo mes del año 2012 había 2.344 sucursales y 58.181 personas trabajando, para 24 bancos.
El estudio de la UDP
Hace unas semanas, en febrero, los investigadores José Acuña y Juan Bravo, del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales, desarrollaron un estudio titulado “Automatización: nuevas estimaciones para Chile” (PDF), donde calculan el riesgo de automatización para los ocupados de la economía chilena. Lo interesante es que analizan la evolución del empleo según riesgo de automatización en los años 2015, 2017 y 2020 (ver nota del DF).
Las malas noticias primero: “en los años 2015, 2017 y 2020 se repiten como relevantes dentro de los ocupados en alto riesgo de automatización ocupaciones como conductores de vehículos motorizados; vendedores de tiendas, almacenes y puestos; encargados del registro de materiales y transportes; operadores de instalaciones fijas y máquinas; y, vendedores de entradas y cajeros”.
¿Qué más encuentran?
Hay nuevos empleos: “se corroboran los patrones esperados asociados al proceso de avance tecnológico que sustituye tareas humanas, pues se destruye empleo en alto riesgo de automatización y se crea empleo en bajo riesgo de automatización”.
La rutina es un problema: mientras más rutinario es un trabajo, más alto es el riesgo de que sea automatizado.
Hay que seguir estudiando: “un funcionamiento eficiente del sistema de capacitación, formación continua y reconversión laboral es indispensable para evitar que los trabajadores se queden anclados en ocupaciones altamente reemplazables y sin las capacidades necesarias para poder adaptarse y seguir trabajando.”
Para cerrar, los números: es estudio indica que en 2020 el 25,6% de los ocupados estaba en alto riesgo de automatización, cifra ligeramente mayor al 24,8% observado en 2017, aunque menor al 29,7% exhibido en 2015.