La imagen inicial luce real, pero es falsa. Ni siquiera porque sean actores tratando de entregar algún mensaje ideológico. Si miras la mano enguantada del policía, a la izquierda de la imagen, verás que tiene seis dedos. Fue creada con inteligencia artificial (AI).
Al momento actual la AI aún tiene problemas para producir imágenes en que aparezcan manos (suele poner más dedos o posiciones no humanas) y por eso es posible detectarlo. Este hecho fue destacado en una publicación por Nina Lamparski, jefa de AFP Factual, un servicio de verificación desarrollado por la agencia de noticias France Press. Aunque quien publicó la foto dio por hecho que se trataba de fotos reales, la periodista capturó el detalle y dio la alerta.
El uso de una nueva tecnología trae ventajas y problemas. El pasado 14 de febrero, en el diario El Mercurio venía un recuerdo de hace 100 años: en Punta Arenas le comunicaron a una mujer que su esposo había muerto en Santiago y que debía enviar dinero para el funeral. La estafa se hacía usando el telégrafo.
Ese recuerdo me lleva a uno personal: a fines de los 60 instalaron un teléfono en la casa de mi familia en Rancagua. Mi mamá nos reunió en torno al aparato para instruirnos sobre cómo contestar: qué responder y qué no decir nunca (por ejemplo, que los adultos no estaban en la casa). La razón era clara: alguien allá afuera nos quería hacer daño y con la información que entregábamos se hacía posible.
Nuevas conversaciones
Pienso ahora en cuántos adultos tuvieron esa conversación respecto del computador y luego del celular.
Es complejo, porque la diversidad de actividades que se puede hacer con ambos, la cantidad de usos posibles y el volumen de información que se administra, representan un desafío mayor para la confianza y credibilidad respecto de quienes nos rodean.
Hay un rol personal a jugar aquí. Por un lado hay que tomar precauciones; lo básico es no compartir claves y cambiarlas con una frecuencia razonable; no entregar datos sensibles por redes sociales o en persona (por ejemplo, no dar el RUT); respaldar la información para enfrentar la pérdida, entre otras.
Además hay que sospechar de cualquier información sin fuente de origen (por ejemplo, la foto del inicio de este boletín) ya que existe la posibilidad de que sea falsa. No importa si es demasiado buena o demasiado mala como para creerla; los algoritmos están diseñados para conseguir reacciones, por lo que siempre buscarán ofrecer aquello que te gusta o te molesta: si respondes, se cumplió el objetivo de la red social. En este mundo no hay casualidades, todo está programado. Por lo mismo, se hace necesario estar al día acerca de cómo funciona, para tratar de “educar al algoritmo” para que sea lo que uno quiere.
Una tarea a aprender en estos días es cómo verificar lo que vemos. Gracias a la iniciativa de diversos interesados, cada vez hay más espacios. Ya nombramos el de AFP, que incluso recibe peticiones para verificar noticias; en Chile sigo lo que hace Mala Espina y, en Argentina, miro habitualmente lo de Chequeado.
Todo lo anterior, cobra mayor importancia en esos días, cuando las empresas están anunciando que a partir de un futuro muy cercano sólo si pagas podrás acceder a la seguridad más completa de las aplicaciones, como anunciaron en la última semana Twitter y Meta.
Por lo anterior, es evidente que hay que educar(se) en tecnologías y mantener un sano escepticismo: no creer lo que sale en pantalla si no hay una fuente que lo verifique. Este es un llamado a sospechar de cada propuesta, como si fuera el telégrafo de hace un siglo o el teléfono de hace 50 años.