Hace algunos días tuve que explicar el rol que puede alcanzar la inteligencia artificial (IA) en la creación de contenidos y, en particular, qué grado de amenaza ofrecía para las personas dedicadas a esa tarea en estos días.
Mi punto de vista fue que no hay que temer ya que la IA es muy buena para crear secuelas (copias organizadas) de contenidos ya existentes pero que, al momento, no tiene las habilidades para crear historias a partir de lo que cualquier persona puede observar y preguntar. En eso, somos mejores.
Capacidades y formatos
Siguiendo con esa idea, me puse a revisar cómo estaba mi propio consumo de medios. Descubrí sin demasiada sorpresa, que me he pasado de los tradicionales, a los creadores de contenidos. Sigo a varios, pagados y gratuitos.
Lo que tienen en común es una capacidad doble. Por un lado son buenos contando historias, vale decir, logran hilvanar diferentes elementos, destacar puntos relevantes y ofrecerlos dentro de un contexto que facilita la comprensión de una situación que de otra manera habría pasado desapercibida. Además que, técnicamente, están bien construidos.
Lo segundo, es que lo hacen de manera organizada, con tiempos adecuados y en formatos asequibles, que ayudan a que los reciba cuando tenga tiempo. Están esperando mi tiempo para consumirlos, no tengo que correr a buscarlos. Además, el formato es simple y adecuado a esos momentos: newsletters, audio, video, infografías.
Algunos ejemplos
Dentro de los que me gusta mucho cómo están trabajando, parto destacando lo que hace Iván Weissman en El Mostrador, a través de El Semanal. Un newsletter que llega un par de veces a la semana y que explica la economía de manera interesante. Puede ser árido a veces, pero logra sacar una sonrisa o permite llegar a la comprensión de elementos que de otra manera no lograría interpretar.
Ya sea las pensiones, las isapres y, en particular, las luchas de poder corporativas, en su relato adquieren un tinte entretenido: es como que te va develando secretos que si no fuera por los detalles que le agrega, seguirían estando entre las cosas que no sabía que quería saber.
Sigo con lo que está haciendo Daniel Matamala con Lo que importa, un programa de video en YouTube y Spotify en el que comenta y entrevista, poniendo el foco en temas que trascienden la coyuntura. Son aquellas cosas que de verdad van a generar impacto por su relevancia en el mediano y largo plazo. Llegué allí por su emisión de Chile sin niños, donde abordó la caída en la natalidad en el país, y me quedé.
Fuera de Chile
Lejos de nuestras fronteras, pero cerca por estos días, está muy entretenido el relato del viaje de Luz Rodríguez por Sudamérica. Por estos días está bajando por Chile, pero ya pasó por varios países contando desde los ojos de “una señora de provincias” lo que va experimentando.
En otra vereda es interesante lo que hace Mauricio Cabrera con su trabajo en el boletín diario llamado Story baker, para contar lo que está pasando en la industria de los creadores de contenidos.
También es interesante lo que presenta cada día Oliver Darcy a través de Status, un newsletter sobre la industria de los medios en Estados Unidos. Buenas preguntas en una industria que evoluciona y se mueve de maneras muy inesperadas. Permite aprender mucho sobre modelos de negocios, personas que los ejecutan y la parte que menos se ve en lo referido a la cobertura noticiosa.
Por último, vale la pena seguir lo que está haciendo 404 Media. Un grupo de periodistas que abordan temas de tecnología y que hace unos días cumplieron su primer año de trabajo. Aprovecharon de plantear que sí es posible lo que han logrado, es decir, que “las pequeñas empresas propiedad de la gente que hace el trabajo pueden tener éxito no sólo editorialmente, sino también ser financieramente sostenibles”.
En sus palabras:
Hemos aprendido que hay un público dispuesto a pagar por un periodismo sin miedo y unos blogs divertidos escritos por verdaderos periodistas humanos que dan prioridad a los intereses de sus lectores, no a los algoritmos de búsqueda ni a los robots de inteligencia artificial. Y hemos aprendido que un pequeño equipo puede pedir cuentas a empresas que valen billones de dólares si las investigaciones son lo suficientemente buenas.
Es decir, hay futuro en contar buenas historias.
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