En pasadas columnas he abordado el tema de la desinformación porque creo que no lo tratamos como un fenómeno relevante, que afecta todos los esfuerzos que se hacen en la actualidad para dar a conocer lo que está ocurriendo. En todos los ámbitos y sin distinción de ideologías o tecnologías.
Por ese motivo, lo incluyo siempre dentro de los temas que enseño ya que sin importar de lo que se trate, cuando hay que ofrecer información al público, es muy relevante saber que esas mismas personas que están recibiendo mi mensaje, actuarán con escepticismo frente a lo que les planteo. Por lo mismo, tengo que ofrecerles razones para que me crean y para que desconfíen de comunicaciones que contradigan la evidencia que les estoy entregando.
En este empeño estoy haciendo una acción mínima, que es ofrecer mi punto de vista acerca del problema. Creo que el primer paso es tomar conciencia de que es una situación real, que está vigente y que afecta a cualquier espacio de información: medios tradicionales, mensajes corporativos, publicaciones en redes sociales, lo que estamos comentando con amigos en nuestra aplicación de mensajería habitual.
La desinformación —entendida como información falsa creada o compartida deliberadamente con la intención de engañar, según MediaWise— está aquí entre nosotros.
Por eso, me gustó escuchar lo que tenía que aportar acerca del tema la conocida periodista Delia Vergara (una de las motivadoras para que yo estudiara esa carrera), que fue entrevistada hace unos días por Paula Escobar en la UDP. Hablando de las noticias falsas, las calificó como “un arma letal” y planteó la necesidad de que las personas sepan distinguir “lo que es verdad y lo que es mentira”.
“En este momento se usan las noticias falsas como un arma, es un acto de guerra con la democracia, de guerra con la convivencia (…) estoy a favor que se estudie y se entienda de qué se trata”, dijo.
El trabajo de la Comisión
Por supuesto al comentar que se debía estudiar, ella hacía referencia al trabajo de la Comisión contra la desinformación que fue levantada desde el Gobierno con el objetivo de revisar el fenómeno. Su sola aparición (a través de un decreto) motivó una serie de reacciones, dado que se la vinculó con las ideas de censura y cancelación, por decir lo más simple.
En comparación, la entrega de su interesante primer informe la semana pasada estuvo rodeado de silencio. ¿Qué dice? Básicamente describe la investigación académica en torno al tema y explica que “en los últimos cinco años varias investigaciones en el contexto chileno dan cuenta de altos niveles de exposición, credibilidad y propensión a compartir información que resulta ser falsa”.
Destaca hallazgos tales como que “en estos estudios la exposición y la credibilidad en informaciones factualmente falsas fue más alta en personas con uso más intensivo de redes sociales, sobre todo entre aquellos que reportaban usar estas plataformas para informarse, y en personas más jóvenes, sobre todo los menores de 25 años”.
Lo relevante del problema es que gran parte de lo que ocurre en las redes se genera en plataformas que no son controladas localmente. Es lo que indica Claudio Huepe, científico chileno que trabaja en Estados Unidos, estudia el fenómeno hace mucho tiempo y, de paso, critica la forma en que se instaló ese tema en Chile.
Sobre las redes sociales señala que “no van a cambiar sus políticas por lo que diga Chile. En ese sentido, Chile no existe en esta conversación y no tenemos mucho poder para cambiar las tendencias”. Por lo mismo, su llamada es que nuestro país “tenga una postura a nivel internacional” sobre el tema, y la Comisión ayuda en ese sentido.
Agreguemos que la misma preocupación está instalada en muchos países. En el medio Vergara 240 (también de Periodismo UDP), se publicó esta entrevista a Luis Botello del Centro Internacional para Periodistas. No vacila en describir que “el escenario de la desinformación en Latinoamérica es grave” y que “la desinformación está creando desconfianza no solamente en los medios de comunicación, sino también en las instituciones democráticas”.
De lo que dice se pueden sacar varias lecciones. La que más me gusta: “es un momento para estudiar periodismo porque cuando hacemos esta profesión en tiempos de incertidumbre, tenemos la capacidad de ser innovadores. Pero si no innovamos, no estudiamos, o no experimentamos; definitivamente la profesión morirá”.
De allí que me interese escribir de este tema y que me lleve esa tarea a clases. Es el momento adecuado para hacerlo.